(De profesión de Jesús) La libertad de expresión de algunos tiene las patitas muy cortas. Es lo de siempre: nosotros podemos decir lo que sea de quien sea, los demás, solo los que nos convenga.
El nuncio en España, Fratini, se ha despedido diciendo algunas cosas que no le han gustado al gobierno de este país antes llamado España. Por ejemplo, que por qué no dejan a Franco en paz que otras cosas más urgentes tenemos. Vamos, lo que pensamos muchos simplemente porque nos parece oportuno pensar así.
La señora vicepresidenta, doña Carmen Calvo, ante el horror de encontrarse con gente que tiene la osadía de pensar distinto, se ha encocorado y transmutado en chula de barrio, puesto las manos en jarras y ha soltado con toda su fuerza que lo mismo ahora el gobierno, para que aprendamos, nos sube los impuestos a la Iglesia. Esto es la versión progre – socialista del aparentemente superado “usted no sabe con quién está hablando”.
Doña Carmen tiene la ventaja de que la Iglesia lleva dos mil años de historia y sensatez y cuenta con un cuerpo diplomático excelente. Y tiene la ventaja de que en la Iglesia seguimos siendo sensatos. Si no de qué.
Imagine algunas cosas, doña Carmen.
Imagine, por ejemplo, que la Iglesia un día tiene un arrebato de cabreo y les dice, es un suponer, que cierra todos los despachos de Cáritas del país, así como cualquier institución de beneficencia. Más de tres millones de usuarios derivados directamente a comunidades, diputaciones y ayuntamientos. ¿Se imagina? Pues piense, piense…
Millón y medio de alumnos en colegios católicos, la mayoría en colegios concertados. Por más que no quiera verlo la señora vicepresidenta, pero es así, por cada plaza concertada el estado ahora mil euros. Es la diferencia entre el coste de una plaza escolar en la enseñanza pública y lo que dan por una concertada. Imagine la señora vicepresidenta que la Iglesia decide cerrar todos sus colegios. Imagine que tiene que preparar dinero para asumirlo. Imagine.
Nos dicen que la fe a la sacristía. Imagine. Imagine que hacemos caso y nos ponemos a celebrar la semana santa andaluza o castellana, por ejemplo, sin salir de los templos. Lo mismo se liaba incluso económicamente. Lo mismo.
Tres cosillas por decir algo que se me ocurre de momento. Pero es que a esta gente, cuando amenaza, en lugar de callar como si tuviéramos miedo, se les dice que de acuerdo y que desde mañana la enseñanza suya, los pobres suyos y la semana santa dentro de los templos. Y nosotros, en lugar de andar peleando en colegios, nos dedicamos a formar buenos cristianos en las parroquias, que a lo mejor hasta nos hacen un favor.
Eso de andar diciendo señores del gobierno sean buenos con nosotros es perder el tiempo. Esta gente con los blandengues se crece, y nos tiene tomada la medida y saben que andamos acongojaos por si nos hacen algo. Nada. A por ellos. Los pobres en la puerta, los niños en la puerta, y de momento me basta.
La cosa es facilita: Oigan señores obispos, que lo mismo les subimos los impuestos. Oiga, doña Carmen, que lo mismo les ponemos los pobres y los niños en la Moncloa.
Por si acaso. Es igual. No se lo dirán.
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