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lunes, 10 de junio de 2019

¿Estará sordo Dios?. Por Rodrigo Huerta Migoya


Creo que fue un jueves, cuando al terminar la Eucaristía y la exposición del Santísimo, y a escasos minutos de empezar la reunión de los padres de bautismo, mientras estábamos en la sacristía un monaguillo, la sacristana, el párroco y yo, recogíamos los ornamentos y los vasos sagrados de la Santa Misa que había concluido cuando entró en la sacristía una señora muy mal encarada. El monaguillo, la sacristana y yo seguíamos a lo nuestro cuando la señora dijo dirigiéndose al Párroco: vengo muy enfadada porque no nombró a mi padre en la misa de hoy. 

El Párroco, sereno, le preguntó: ¿era para hoy seguro?, y la señora dijo: ¡sí, sí!: ¡estoy muy enfadada!. El Párroco le respondió: espere que voy a por la agenda y si me equivoqué le pido disculpas de antemano y se la pongo el día que quiera... Ella seguía protestando y el sacerdote le dijo: mire, no se enfade; lo hecho, hecho está y lo siento. Ahora ya sólo veo dos opciones, que acepte mis disculpas por que soy humano y a veces como tal me equivoco, o que directamente y debido a su enfado y gravedad del hecho, me fusile por haberme equivocado. La señora con muy mala intención respondió: descuide, que yo no soy Franco ni un guardia civil para fusilar a nadie. El Párroco le replicó: “mire Vd., con esa actitud de poco le sirven las misas, porque con un corazón así de resentido y envenenado que va destilando odio y rencor, lo último que le conviene o necesita ni para Vd ni para nadie es usar la misa, finalmente, como arma arrojadiza. La misa no es ni una mercadería ni el simple recuerdo de un difunto…” Ella se fue echando malos humos, haciendo espavientos y dando un portazo. 

Ante esto uno, testigo perplejo, se para a reflexionar: ¿Es que será sordo Dios? ¿Será Dios tan “tonto” como para no saber Él por quién rezamos que hay que decir el nombre y los apellidos, el “mote” y hasta la fecha de defunción varias veces durante la celebración para que la misa “valga” y sirva esa oración? ¿No será que no tenemos fe? ¿No será que tendremos al Altísimo por limitado o que socializamos y banalizamos la misa como un simple recordatorio nostálgico y sentimental? 

El Evangelio al inicio de la Cuaresma nos recordaba lo que Jesús recomendaba cuando quisiéramos rezar: ''Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial... Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará''. 

Hay parroquias en Asturias y en España donde nunca se nombran a los difuntos durante la Eucaristía. A la puerta del templo se ponen los nombres de por quiénes se aplica la misa de cada día, y el sacerdote ya sabe por quién se reza durante esa celebración; y la familia ya sabe que la misa de ese día es por su difunto. Alguno dirá ¿Y cómo se yo por quién es la misa sólo con verlo en la cancela de la puerta? Muy sencillo, porque en la Iglesia se vive apoyados en la fe, pero la fe no es palpable, no es visual ni física, ni se accede a ella por el estipendio de la intención de “una misa”. La fe no tiene ojos ni memoria o recuerdos selectivos: ''dichosos los que crean sin haber visto''. 

También está bien decir los nombres, nada hay en contra ni digo yo que esté de más, pero es evidente que a veces se utilizan esas intenciones de misa más como algo supersticioso o vanidoso que como un acto de piedad, cuyo verdadero y único sentido y verdad sacramental es la certeza de que Cristo muere y resucita por mí y por mis difuntos, y, adheridos a Él por la fe y por el bautismo, también nosotros después de muertos resucitaremos con Él. 

Estas experiencias me llevan a la conclusión de que hoy muchas personas encargan misas -y funerales- por sus difuntos sin creer en Dios, sin querer saber nada de la Iglesia, ni mucho menos aceptar que Dios se hace verdaderamente presente en el Altar durante la Eucaristía. Utilizan la celebración como un “teatro local” donde se menciona al ser querido que estos tienen por más importante que a Cristo, la Iglesia o el sacramento. 

Lo importante para algunos solamente es “el disco dedicado” y que no se olvide o llegue tarde el cura -una especie de ''hechicero-cita nombres''- que es para lo que yo le quiero y le pago mi dedicatoria. 

Se hace imprescindible que volvamos a descubrir -y se haga catequesis al respecto- la relación inseparable de la oración por los difuntos como una parte de la misa, y no únicamente como “lo importante” de ésta, como lo único que “a mí” me interesa... Dios baja a la tierra ante nuestros ojos; y ahí, en las manos del celebrante le vemos vivo, resucitado y triunfante... Y junto a Él a los nuestros, pues Él no es Señor de muertos, sino de vivos.

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