Hoy quisiera mirar a María como Madre Auxiliadora; es decir, auxilio de los cristianos: advocación que el pueblo fiel celebra en el mes de Mayo, especialmente en el entorno de la Familia Salesiana y sus obras de apostolado. Más no pensemos que este nombre de Nuestra Señora es moderno por haber sido promovido por San Juan Bosco hace poco más de un siglo, sino que es un título antiquísimo que se remonta a los orígenes del mismo cristianismo.
San Juan Crisóstomo hace suyo esta perfecta definición de la Madre de Dios añadiéndole a la vez un nuevo adjetivo que ejemplifica la confianza plena de los seguidores del Nazareno en su Madre: ''Auxilio potentísimo''.
En el siglo XVI resurge con fuerza este nombre de la madre cuando el Papa San Pío V incluye dentro de las letanías del rosario este título de ''Auxilium christianorum'' en el año 1572 en agradecimiento a la victoria de los cristianos en la batalla de Lepanto, donde eran minoría. Ya existía como jaculatoria la expresión "María Auxiliadora, rogad por nosotros" mucho tiempo atrás; en concreto se habla de que el primero que la propagó fue San Juan Damasceno a mediados del siglo VIII, y que ya en el VI San Sabas cita una imagen de María a la que el pueblo fiel llamaba ''Auxiliadora de los enfermos''. También nos encontramos una nueva advocación con el término "Auxiliadora" en Ucrania a principios del siglo XI, cuyo origen surge de una invasión de bárbaros paganos de la que los católicos sobrevivieron y atribuyeron a la Madre del Cielo la gracia de verse salvados.
Esto se repite a lo largo y ancho de la geografía, y así encontramos múltiples Santuarios y capillas dedicadas a María Auxiliadora por haber ayudado a proteger a sus hijos de algún mal. Esto experimentaron los católicos alemanes a principios del siglo XVII ante el acoso protestante; los vieneses hicieron lo mismo tras triunfar en 1683 en la llamada batalla de Kahlenberg, y, finalmente, no podemos omitir el conocido caso de las tirantes relaciones del hoy Siervo de Dios, el Papa Pío VII, con Napoleón.
Napoleón invitó al Papa a su coronación que tuvo lugar en la Catedral de Notre Dame, más el Papa, que no aceptaba algunos puntos del Concordato de 1801 se limitó a bendecir a Napoleón teniendo este que autocoronarse. De ahí vino la dura sentencia de Pasquino, que a propósito de la "inflexibilidad" del Pontífice escribió: ''por mantener la fe, un Pío perdió la Sede; por mantener la Sede un Pío perdió la fe''. Las cosas se siguen complicando en los años sucesivos y el Papa niega el divorcio a Jerónimo Bonaparte en 1805 y al año siguiente las cosas se complican aún más con la designación de José Bonaparte como ''Rey de Roma''. Aquí llega la gota que colmó el vaso al pretender incluir los Estados Vaticanos en la alianza continental que Napoleón fraguaba contra los ingleses.
El Papa se mantiene firme y en 1808 Roma es ocupada por los franceses que indujeron un saqueo total del patrimonio de San Pedro que no pudo ser frenado ni siquiera con la bula de excomunión para los ladrones que el Papa firmó. La noche del cinco de julio el Papa fue asaltado el Palacio de Quirinal -donde vivía Pío VII- por un grupo de soldados al mando del general Étienne Radet. El general explicó a Su Santidad todo lo que debería aceptar sino quería ser detenido, a lo que el Papa respondió aquella frase que pasó a la historia: "Non possiamo, non dobbiamo, non vogliamo" ("No podemos, no debemos, no queremos"). Le conducen a Florencia, a Alessandria y Grenoble, pasando poco tiempo en cada lugar antes de ser conducido a Savona donde estará retenido de 1808 a 1811. A finales de 1811 es trasladado a Francia a donde casi no llega con vida. Tenía ya setenta años y en el viaje enfermó gravemente. Llegó a Fontainebleu en 1812 y aquí permanecerá detenido hasta 1814.
El Papa sufrió mucho en su cautiverio y no dejó de implorar a la Madre del Cielo su "auxilio". Pío VII le prometió a la Santísima Virgen que si salía de aquel encierro y podía regresar a la Ciudad Eterna incluiría en el Calendario Litúrgico a su culto el título de ''Auxiliadora''. El Papa ya libre, retornó y entró en Roma el día 24 de Mayo decretando ese día como propio de María, "Auxilio de los Cristianos".
Finalmente, el gran Apóstol y promotor de este nombre de María será San Juan Bosco, quien ya desde niño tuvo sueños donde María le revelaría su vocación y le manifestaría su deseo de que promoviera su advocación de "Auxiliadora".
¿Como nos auxilia María ?
En España hay muchísimas advocaciones marianas, sobre todo las vinculadas al culto del Rosario cuyo origen proviene de algún acontecimiento bélico, ya sea las luchas frente al islam, Lepanto, las invasiones de la piratería, etc... Y no tiene nada malo que los antecedentes de ese culto mariano sea la guerra; es más, nos ayuda a centrar aún mejor el aspecto en el cuál Nuestra Señora ayuda al fiel cristiano. Yo, católico, vivo a diario mi lucha, mi guerra, mi batalla... donde al igual que ejemplifican tan bien los dibujos animados, el demonio quiere pisar al ángel. Y aquí, en esta Cosmogonía de la lucha entre el bien y el mal que la teología católica no se ha sacado de la manga, sino que la cultura griega y judía siempre tuvieron perfectamente clara, nos remitimos y encomendamos muchas veces al auxilio de María.
La historia de nuestra salvación empieza con el relato de la Creación, donde ya se anticipa que la serpiente y la mujer no podrán ser jamas amigas, y es que en María nueva Eva y perfecta mujer, vemos la victoria sobre el mal porque la victoria nos la trae ella en su seno. Ahí está ese precioso texto del Apocalipsis que se proclama en el Adviento y en la solemnidad de la Asunción donde el dragón quiere devorar al niño que la mujer porta en su vientre. Y es que el maligno no es ateo, cree en Dios y le teme.
¿Cómo sabemos que María es la criatura que más cerca está de Dios?
Por ser su Madre bendita que Él elevó en cuerpo y alma a la gloria. Siempre los cristianos acudimos a ella con tantas realidades que parece que nos cuesta presentárselas directamente al Señor. Por ello acudimos a ella para que lo haga por nosotros, para que se lo susurre y abogue como hacen todas las madres moviendo todos los hilos que hagan falta por amor.
A menudo le pedimos a María "salvación", y no es que queramos hacerle un feo a Dios; evidentemente la salvación sólo nos la ofrece y trae Cristo, más sabemos en la teología de andar por casa en el sentir popular se ha asumido acertadamente que por ella llegabamos a Él. Que no es salvadora, pero si corredentora... Con esto me viene a la memoria una anécdota muy bonita que escuché con apenas catorce años en una predicación de un novenario a la Inmaculada. Contaba en aquella homilía el sacerdote que un rey se puso a visitar su reino, y cuando entraba en una localidad la gente gritaba: ''Viva la reina, viva la reina''. Y entonces un político extrañado preguntaba ¿pero por qué dicen viva la reina? Y alguien de la corte respondió: por que al Señor le gusta que quieran a la Señora.
Ahí tenemos esa tradición del Sábado, del escapulario del Carmen, de María que intercede por sus devotos para auxiliarlos del purgatorio. Y es que el amor a la Santísima Virgen está presente en cada acontecimiento de la vida del cristiano desde el mismo bautismo, cuando en tantos lugares de España se tiene la preciosa costumbre de presentar a los niños al terminar la celebración del bautizo a la Virgen, o al cumplir el año llevarlos a un santuario mariano; y así, en la celebración de todos los sacramentos de nuestra fe María tiene su lugar y presencia. A pesar de vivir en un tiempo y una sociedad alejada de lo religioso, Santa María siempre tiene colas. Los Santuarios marianos siguen siendo los lugares preferidos para bautizarse o casarse; siguen siendo en estos momentos los lugares con mayores índices de confesiones y donde los que van por turismo sin tener en sus agendas ni el proyecto de pasar por el confesionario, muchos acaban haciéndolo. Además, los rincones marianos son lugares íntimamente unidos a la salud, no sólo como ocurre en Lourdes o Fátima, sino por lo general en María, hasta los católicos poco practicantes nunca han dejado de considerarla como esa "Salud de los enfermos" que también decimos en las letanías y como así acreditan tantas personas que al ver quebrada su salud acuden confiados a la Madre del Cielo.
Qué decir de la Eucaristía; ahí tenemos las "Primeras Comuniones" con los niños en pleno "mes de las flores". Otra pía costumbre muy arraigada en el pueblo fiel es terminar las Eucaristías cantando a María, mirando e invocando a la Estrella, como diría San Bernardo de Claraval.
También las confirmaciones, que en buena parte de las parroquias se celebran con la Pascua, tienen su guiño mariano recordando aquel Pentecostés donde los apóstoles perseveraban en la oración en torno a María. Igualmente, no hay celebración del Orden Sacerdotal sin un recuerdo especialísimo para la Señora; cada diócesis o instituto religioso, suele terminar igualmente entonando el himno propio hacia Ella como oración confiada pidiendo por el ministerio presbiteral que inician los nuevos sacerdotes.
Del mismo modo, llegada la hora de la muerte volvemos los ojos a María pidiéndole que interceda por nosotros. Siempre cuento lo mucho que me llamó la atención cuando visité por primera vez el pueblo de Castrillo de la Valduerna (León) y me fijé que a la entrada del municipio, en lo alto, estaba el cementerio a la vera de la Ermita de la Virgen de las Candelas -Patrona del lugar- y en el cual, en la pared de la Capilla en letras grandes y blancas había escrito: ''SÁLVANOS MADRE''. Como si éste fuera el grito de todos los difuntos de esa Parroquia que allí reposan y aún no han llegado a la Casa del Padre, y que mientras esperan la purificación de sus almas piden a Cristo que los salve por medio de su madre. Lo mismo que la historia de aquel rey, pues, sin duda, a Jesús también le gusta que se lo pidan a su Madre.
¿Como nos auxilia María ?
En España hay muchísimas advocaciones marianas, sobre todo las vinculadas al culto del Rosario cuyo origen proviene de algún acontecimiento bélico, ya sea las luchas frente al islam, Lepanto, las invasiones de la piratería, etc... Y no tiene nada malo que los antecedentes de ese culto mariano sea la guerra; es más, nos ayuda a centrar aún mejor el aspecto en el cuál Nuestra Señora ayuda al fiel cristiano. Yo, católico, vivo a diario mi lucha, mi guerra, mi batalla... donde al igual que ejemplifican tan bien los dibujos animados, el demonio quiere pisar al ángel. Y aquí, en esta Cosmogonía de la lucha entre el bien y el mal que la teología católica no se ha sacado de la manga, sino que la cultura griega y judía siempre tuvieron perfectamente clara, nos remitimos y encomendamos muchas veces al auxilio de María.
La historia de nuestra salvación empieza con el relato de la Creación, donde ya se anticipa que la serpiente y la mujer no podrán ser jamas amigas, y es que en María nueva Eva y perfecta mujer, vemos la victoria sobre el mal porque la victoria nos la trae ella en su seno. Ahí está ese precioso texto del Apocalipsis que se proclama en el Adviento y en la solemnidad de la Asunción donde el dragón quiere devorar al niño que la mujer porta en su vientre. Y es que el maligno no es ateo, cree en Dios y le teme.
¿Cómo sabemos que María es la criatura que más cerca está de Dios?
Por ser su Madre bendita que Él elevó en cuerpo y alma a la gloria. Siempre los cristianos acudimos a ella con tantas realidades que parece que nos cuesta presentárselas directamente al Señor. Por ello acudimos a ella para que lo haga por nosotros, para que se lo susurre y abogue como hacen todas las madres moviendo todos los hilos que hagan falta por amor.
A menudo le pedimos a María "salvación", y no es que queramos hacerle un feo a Dios; evidentemente la salvación sólo nos la ofrece y trae Cristo, más sabemos en la teología de andar por casa en el sentir popular se ha asumido acertadamente que por ella llegabamos a Él. Que no es salvadora, pero si corredentora... Con esto me viene a la memoria una anécdota muy bonita que escuché con apenas catorce años en una predicación de un novenario a la Inmaculada. Contaba en aquella homilía el sacerdote que un rey se puso a visitar su reino, y cuando entraba en una localidad la gente gritaba: ''Viva la reina, viva la reina''. Y entonces un político extrañado preguntaba ¿pero por qué dicen viva la reina? Y alguien de la corte respondió: por que al Señor le gusta que quieran a la Señora.
Ahí tenemos esa tradición del Sábado, del escapulario del Carmen, de María que intercede por sus devotos para auxiliarlos del purgatorio. Y es que el amor a la Santísima Virgen está presente en cada acontecimiento de la vida del cristiano desde el mismo bautismo, cuando en tantos lugares de España se tiene la preciosa costumbre de presentar a los niños al terminar la celebración del bautizo a la Virgen, o al cumplir el año llevarlos a un santuario mariano; y así, en la celebración de todos los sacramentos de nuestra fe María tiene su lugar y presencia. A pesar de vivir en un tiempo y una sociedad alejada de lo religioso, Santa María siempre tiene colas. Los Santuarios marianos siguen siendo los lugares preferidos para bautizarse o casarse; siguen siendo en estos momentos los lugares con mayores índices de confesiones y donde los que van por turismo sin tener en sus agendas ni el proyecto de pasar por el confesionario, muchos acaban haciéndolo. Además, los rincones marianos son lugares íntimamente unidos a la salud, no sólo como ocurre en Lourdes o Fátima, sino por lo general en María, hasta los católicos poco practicantes nunca han dejado de considerarla como esa "Salud de los enfermos" que también decimos en las letanías y como así acreditan tantas personas que al ver quebrada su salud acuden confiados a la Madre del Cielo.
Qué decir de la Eucaristía; ahí tenemos las "Primeras Comuniones" con los niños en pleno "mes de las flores". Otra pía costumbre muy arraigada en el pueblo fiel es terminar las Eucaristías cantando a María, mirando e invocando a la Estrella, como diría San Bernardo de Claraval.
También las confirmaciones, que en buena parte de las parroquias se celebran con la Pascua, tienen su guiño mariano recordando aquel Pentecostés donde los apóstoles perseveraban en la oración en torno a María. Igualmente, no hay celebración del Orden Sacerdotal sin un recuerdo especialísimo para la Señora; cada diócesis o instituto religioso, suele terminar igualmente entonando el himno propio hacia Ella como oración confiada pidiendo por el ministerio presbiteral que inician los nuevos sacerdotes.
Del mismo modo, llegada la hora de la muerte volvemos los ojos a María pidiéndole que interceda por nosotros. Siempre cuento lo mucho que me llamó la atención cuando visité por primera vez el pueblo de Castrillo de la Valduerna (León) y me fijé que a la entrada del municipio, en lo alto, estaba el cementerio a la vera de la Ermita de la Virgen de las Candelas -Patrona del lugar- y en el cual, en la pared de la Capilla en letras grandes y blancas había escrito: ''SÁLVANOS MADRE''. Como si éste fuera el grito de todos los difuntos de esa Parroquia que allí reposan y aún no han llegado a la Casa del Padre, y que mientras esperan la purificación de sus almas piden a Cristo que los salve por medio de su madre. Lo mismo que la historia de aquel rey, pues, sin duda, a Jesús también le gusta que se lo pidan a su Madre.
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