Se acerca la Semana Santa y es este un tiempo propicio para mejorar en nuestra vida espiritual, y en nuestra vida habitual y cotidiana como cristianos. Porque, aclaro que, la vida cristiana lo abarca todo, no podemos centrar nuestro cristianismo en solo algunas prácticas de piedad olvidándonos de que toda nuestra vida, todos los quehaceres diarios interesan a Dios y forman parte de una unidad de vida con la que tenemos qué alcanzar la meta de la santidad, y con ella el cielo y el encuentro amoroso con Dios.
Tras el breve túnel de la muerte Dios nos espera con los brazos abiertos para llenarnos de amor, de dicha, de felicidad, de gracia y de todo lo bueno que haya podido y pudiera existir.
El Cielo es todo el bien sin mezcla de mal alguno. El Cielo es el culmen: Es toda la felicidad sin mezcla de desgracias, de sinsabores, de tristezas, de calamidades. Ni ojo vio ni oído oyó lo que Dios tiene preparado para los que le aman.
Pero para alcanzarlo, para alcanzar ese cielo qué abarca en su inmensidad más absoluta toda la grandeza, toda la belleza, toda la armonía, toda la paz; todo tocando la sublimidad de lo excelso. Para alcanzar el cielo, como digo, se requiere que día, día vayamos transformando nuestra vida, para ir generando en nosotros esa vida nueva, ese hombre nuevo del que habla el Evangelio.
Renacer. Cambiar. Volverse en actitud positiva hacia Dios y hacia los demás. Y todo siguiendo los caminos del Maestro, de Jesús, viviendo las bienaventuranzas, viviendo las virtudes, viviendo los mandamientos, viviendo con desbordante alegría y dirigiendo nuestra mirada siempre hacia lo bueno, hacia el bien; y apartando nuestros actos de la maldad, de las insinuaciones del diablo.
Por el camino del bien, por el camino de la fe alcanzaremos la felicidad terrena, el ciento por uno, y la felicidad eterna.
Por lo tanto, aparte de las vacaciones que se acercan y de las procesiones que nos pueden ayudar, los ojos a Dios, a ese Dios que a cada instante busca nuestro abrazo, nuestro cariño, nuestra vida. Y con ello nuestra felicidad más plena.
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