Entre los muchos comentarios que circulaban por las redes sociales y entre los que yo también me hice presente para compartir esta feliz noticia, encontré desde amables y entrañables palabras para los mártires, hasta la crítica o incluso justificaciones ramplonas sobre sus asesinatos. Este fue y sigue siendo mi humilde criterio y parecer:
''Feliz noticia tanto tiempo esperada, los católicos de Asturias damos gracias a Dios por este reconocimiento de la Iglesia para nueve críos inocentes que no cometieron otro delito que ser seminaristas en un tiempo -no muy distinto al nuestro- en que la fe era cuestión de riesgo.
Nueve intercesores en el cielo, nueve historias de amor, nueve asturianos que son un ejemplo para creyentes y no creyentes de cómo sólo desde el amor se puede construir una sociedad más justa. Hubo muchos más seminaristas asesinados en Asturias, pero sólo se reconocen estos nueve por haber suficientes testimonios de no estaban metidos en política y que murieron heróicamente perdonando.
Estos no son de ningún bando; la Iglesia siempre excluye los idearios políticos. La diferencia entre un muerto de guerra -sea cura, seminarista o fraile- y un mártir es precisamente esto: el mártir muere sin armas, sin ideologías, perdonando y con una miranda a la trascendencia; el muerto de guerra muere entre armas, ideologías, odios o planes mundanos. La Iglesia nunca reconocerá a nadie de un lado ni de otro, sólo a los que son de Cristo.
La beatificación de los Seminaristas no busca abrir heridas del pasado, sino cerrarlas precisamente reconociendo a aquellos que amaron incluso a los que les insultaron, maltrataron y asesinaron. La enseñanza de amar a los enemigos no es fácil de poner en práctica en edades demasiado tempranas; ellos sí demostraron ser en esto más que muchos adultos.
Seminaristas Mártires de Oviedo: rogad por nosotros''.
Tras estas palabras mías, un señor que se definía "católico" pero de marcado sesgo intolerante en sus irrespetuosas y groseras expresiones, me dijo: "no hables en nombre de todos los católicos, por favor''. Ante esto yo me pregunté: ¿puede haber acaso católicos en Asturias que no se alegren por lo que toda la diócesis celebró el día 9 en la Catedral?; ¿Puede haber católicos que consideren vergonzosa la beatificación de los nueve seminaristas?; ¿Puede haber discípulos de Cristo que digan ser seguidores suyos pero que, sin embargo, no identifican a los perfectos discípulos que han llegado a imitar al Maestro hasta las últimas consecuencias?...
No hace falta que yo hable en nombre de todos los católicos, por supuesto; ya lo hizo nuestro Arzobispo -que lo es de todos- con sus brillantes palabras, tanto en la conferencia que disertó en Avilés en 2016, como en su intervención en la ponencia del Relator de la Causa el pasado día 5 de este mes en el Seminario, así como en su Carta Semanal del 7 de marzo, o en su alocución en el vídeo publicado por la diócesis y en las mismas palabras pronunciadas en su homilía durante la Beatificación y Acción de Gracias en Covadonga.
Pero no sólo se habló en nombre de los católicos de Asturias, sino los católicos del mundo entero escucharon este pasado domingo día 10 las palabras del Papa en el "Ángelus" donde propuso a los Seminaristas Mártires de Oviedo como ejemplo para todos los seminaristas, sacerdotes y obispos del orbe católico.
Dijo así: "Cari fratelli e sorelle, ieri a Oviedo, in Spagna, sono stati proclamati beati i seminaristi Angelo Cuartas e otto compagni martiri, uccisi in odio alla fede in un tempo di persecuzione religiosa. Questi giovani aspiranti al sacerdozio hanno amato così tanto il Signore, da seguirlo sulla via della Croce. La loro eroica testimonianza aiuti i seminaristi, i sacerdoti e i vescovi a mantenersi limpidi e generosi, per servire fedelmente il Signore e il popolo santo di Dio".
(Queridos hermanos y hermanas: Ayer en Oviedo, España, fueron proclamados beatos los seminaristas Ángel Cuartas y otros ocho mártires, asesinados por odio a la fe en un tiempo de persecución religiosa. Estos jóvenes aspirantes al sacerdocio amaron tanto al Señor, como para seguirlo en el camino de la Cruz. ¡Que la causa de su testimonio heroico ayude a los seminaristas, sacerdotes y obispos a mantenerse límpidos y generosos, para servir fielmente al Señor y al pueblo santo de Dios!)
Que emoción escuchar como de labios del Santo Padre salía ese cariñoso recuerdo para nuestra tierra y sus Mártires. Las armas de los Seminaristas Mártires fue el amor, la no violencia, la oración silenciosa... Nada de fusiles revolucionarios ni dinamita ideológica en paredones mediáticos. Los nuevos Beatos desarman a todos, pues aunque parecían almas vacías y negras para algunos -al etiquetar su vocación- en realidad estaban llenos de Dios y de misericordia como el tiempo y la Iglesia Universal ha terminado por reconocer.
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