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viernes, 11 de enero de 2019

La implantación de las Unidades Pastorales. Por Antonio Vázquez Escobar

(Iglesia de Asturias) 

Artículo del Vicario episcopal de Pastoral


En el encuentro de vicarios, arciprestes y delegados episcopales y miembros de la Permanante del Consejo Pastoral Diocesano de la diócesis de Oviedo, con el Arzobispo, en Covadonga, para evaluar el curso pastoral y programar el siguiente; se decidió continuar con los dos objetivos propuestos el curso anterior: insistir en las Unidades Pastorales como organización pastoral que se implantará definitivamente en la diócesis y diseñar y acompañar los procesos de formación.

En lo que respecta a las Unidades Pastorales, que supone llevar a la práctica de la vida pastoral una forma de trabajo que haga posible lo que es la razón de ser de la Iglesia, que es evangelizar; y no de una forma cualquiera, sino en comunión de vocaciones: sacerdotes, consagrados y laicos, se van dando pasos muy concretos:

–En primer lugar, se han presentado ya las Unidades pastorales en las Vicarías de Oviedo-Centro y Gijón-Oriente, convocando a sacerdotes religiosos y laicos; no solo para informar; sino sobre todo para escucharse mutuamente y asumir esta nueva etapa que necesita de fuerzas, ilusiones, formación y espiritualidad renovada.

–A lo largo de este mes y a principios del siguiente, se hará lo mismo en la Vicaría de Avilés-Occidente. Hay que decir que en Avilés ya se trabajaron previamente por parte de los sacerdotes junto con los consejos pastorales.

–Se ha elaborado un modelo de Unidades Pastorales Rurales-Urbanas (en torno a las villas) y, en breve, se trabajará sobre el modelo de Unidades Pastorales Urbanas.

El propio Arzobispo, para ratificar la irreversibilidad de este objetivo de cara al futuro de nuestra Iglesia diocesana, quiere hacerse presente en los distintos arciprestazgos a lo largo del curso pastoral actual.

Hay que reiterar que las Unidades Pastorales no responden a la carencia de clero sino a la necesidad de construir juntos una Iglesia más fraterna capaz de llevar el anuncio gozoso del Evangelio a la sociedad en la que vivimos, con sus luces y sus sombras. Para ello, hace falta que cada bautizado, consciente de su vocación y de su pertenencia a la comunidad diocesana se pregunte ¿cómo puedo yo responder a lo que Dios pide de mí? Por eso hay que agradecer el esfuerzo de los sacerdotes y un gran número de laicos y consagrados que, con ilusión y generosidad, dedican sus fuerzas y sus capacidades al servicio de la Iglesia en la que viven su fe.

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