Llamada y comunicación acompañan, en armoniosa sugerencia, con su lenguaje estentóreo, las campanas. Un mundo de reviviscencias me llega, por así decir, a los oídos del alma, lanzado a los aires por la lengua resonante de la campana. Esa lengua la forma el badajo, que arranca de ellas sones y melodías, mensajes y aportes de pensamiento, comunicaciones a la mismidad del alma, plegarias alzadas hacia el trono de Dios y como palabras de hermosuras contenidas en las notas armoniosas de la sonoridad.
Desde la antigüedad buscaban los humanos transmitirse los mensajes de la comunicación por diversos cauces y medios. Por ejemplo, así relata el viejo Esquilo en su grandiosa tragedia "Agamenón", que forma trilogía con las "Coéforas" y las "Euménides", cómo se supo casi simultáneamente la noticia de la rendición de Troya, en la misma ciudad, y en los palacios reales de Argos y de Micenas: habían colocado los griegos en la cima de todos los montes entre la Tróade y el Peloponeso una cadena de cóncavos espejos de bruñidos bronces, que, nada más activarse el mecanismo de la noticia con una gigantesca hoguera, los resplandores eran recogidos por los espejos más inmediatos y transmitidos sus resplandores al siguiente y, así, rauda como la luz, llegó el mensaje de la derrota a la tindárida Clitemnestra, que a la sazón se hallaba en notorio concubinato con Egisto, que maquinaba la destrucción del esposo ausente, un día bien amado para la hija de Tíndaro. El fuego, cual alado mensajero y nuncio, aportó así la celérrima nueva en brevedad de tiempo, que ningún otro artilugio era capaz de igualar.
Ejemplo de rápida comunicación, pero por medio de veloz nuncio, conocemos por Jenofonte cómo la victoria de Maratón fue anunciada al Senado ateniense. La derrota persa en Maratón, infligida a Datis y Artafernes por los plateos y atenienses, coaligados al mando de Milcíades, fue comunicada por veloz mensajero, que recorrió a la carrera los veintiún kilómetros que separan Maratón de Atenas, sin tomarse descanso, cayendo exhausto, al entrar en el ágora, después de pronunciar una sola palabra: “vencimos”, “hemos ganado”
La Iglesia, con una tradición muy larga, viene utilizando las campanas como instrumento para congregar al Pueblo de Dios, para convocar la Asamblea o “Ekklesía”. La Iglesia atribuye el primer uso de las campanas a San Paulino de Nola, que fue el primero que estableció su utilización en su Catedral, en el siglo IV. Las campanas recibieron este nombre, porque Nola, la Diócesis de San Paulino, se encuentra en la Campania, razón también por lo que se las denominó Nolas.
También fueron denominadas “signa” o signos, generalizándose este nombre en la expresión “estar bajo el signo de la campana de este o aquel lugar”. Cuando la parroquia se hallaba dispersa en barrios se escogía el más céntrico, para colocar en él la iglesia parroquial, con fin de que las ondas sonoras de las campanas alcanzaran a todos los lugares de la feligresía. En los días de Semana Santa se suplía el toque de las campanas por las llamadas “matracas” o “ronquiellas”, que recogían la tradición de las “tabulae” o “tablas tañidas”, que se usaban en los monasterios, para convocar a las horas canónicas.
Las campanas tenían sus toques peculiares, que significaban la alegría de la fiesta o la tristeza de una defunción o el toque a viático y la invitación a oraciones en la atardecida o al “Angelus” al mediodía y los toques de ánimas, o las invitaciones a misa o las convocatorias de los “cabildos de las cofradías”, así como los toques a rebato, en casos de fuego o la fuga de las tempestades. En las inscripciones que se grababan sobre las campanas solían destacarse algunos de estos usos: “Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera, Cristo truena, Cristo resuena”.
Cuenta la tradición que Almanzor hizo llevar a Córdoba las campanas de Santiago, cargándolas a lomos de cristianos. Eran las campanas de la Europa cristiana, que tenía el mismo resonar desde Finisterre a los Cárpatos, desde Dania y Norvegia al “Mare nostrum”. Como una inmensa cadena eslabonada de campana a campana, se enlazaban los repiques de las campanas de las humildes ermitas a los resonantes toques de las de las catedrales: unánime era el significado del lenguaje de las campanas: convocar al pueblo cristiano.
El número de campanas solía definir la categoría del edificio sacro: una, para las capillas y ermitas; dos, para las iglesias parroquiales; tres, para iglesias de mayor rango; cuatro, para las colegiatas; cinco solían tener las catedrales: una jerarquización, en fin, que complementaba la semántica de las campanas.
En nuestra Catedral destacamos las campanas siguientes, con sus inscripciones:
a).- La Wamba: fue fundida el año 1219 por disposición del canónigo Pedro Peláez, quien la dedicó a honor de San Salvador, destacando sobre ella esta inscripción: “con mente pronta, a honor de Dios y para liberación de la patria: Cristo truena; Cristo resuena; Cristo reina; Cristo impera. En el nombre del Señor, Amén”.
b).- La Santa Cruz: viene acompañando la vida catedralicia desde el año 1539. Está inscrito en ella: “Alabo al Dios verdadero; llamo al Pueblo de Dios, congrego al clero, lloro a los difuntos, ahuyento las pestes y las fiestas solemnizo”.
c).- El Esquilón: fundida en el 1673, se lee en ella: “Jesús, María, José. Salvador del mundo, apiádate de nosotros. Con mi voz sonora, sirvo en este suelo, a la que en el cielo es emperadora”.
d).- La Santa Bárbara: Fue fundida en 1818 Y así reza su inscripción: “Jesús, María y José. Santa Bárbara, ruega por nosotros”.
e).- Los Cimbalillos: son dos, de medio metro de diámetro cada uno: “Jesús, María y José, hízose a honra y gloria de San Salvador. 1817”.
f).- La de posar: data también de 1817. Convoca diariamente al cabildo para los cultos catedralicios: “me hizo José de Venero”.
Los toques ordinarios eran: Aves Marías, Prima, Misa, Elevación, Vísperas, Completas y Maitines. Eran extraordinarios: Procesión, Sermón, Bendición con Santo Sudario, Bendición Papal, Rogativas, Acciones de Gracias, Regocijo público, Difuntos, Incendio y Tempestad.
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