Actuar por amor, no por temor. Nos acercamos al final del Año Litúrgico y las lecturas nos hablan del final de los tiempos en un lenguaje típico de la literatura apocalíptica. En otros tiempos este estilo propio de los tiempos finales era aprovechado para recordar que podría llegar en cualquier momento el fin del mundo, para el cual teníamos que estar preparados y evitar así el castigo eterno. En efecto, aparentemente las palabras que escuchamos son terribles: "tiempos difíciles", "ignominia perpetua", "gran angustia", "el sol se hará tinieblas", "las estrellas caerán del cielo"... El juicio final sería el "Dies irae, día terrible, día de calamidades y miseria, cuando Dios venga a juzgar al mundo con el fuego". Todo esto contradice, aparentemente, el mensaje de salvación que Jesucristo ofrece y choca diametralmente con el concepto de Dios-Padre misericordioso. Esta amenaza de no "saber ni el día ni la hora" pretendía provocar el buen comportamiento para evitar el castigo final y eterno, pero ignoraba el lenguaje metafórico de este tipo de literatura, presente ya en algunos libros del Antiguo Testamento. Sabemos, sin embargo, que no hay que actuar por temor, sino por amor a Dios. Si creemos que la gente va a ser más buena por temor al castigo, apañados estamos.
Salvación, no castigo. ¿Es éste el Dios de Jesús? Seguro que no.... Una vez más no hemos dejado a Dios ser Dios. Hemos manipulado su imagen y su mensaje. Y lo peor es que hay personas que lo siguen haciendo. Siguen predicando la inminencia de "un aviso" y de un juicio terrible con un castigo inmisericorde. ¡Basta ya, acabemos de una vez con una religión que no ofrece salvación, sino castigo, con una religión mágica y utilitaria que nos ofrece una consolación facilona! ¿Cómo es posible que sigan apareciendo por nuestras parroquias papeles en los que se dice que rezando una oración a Judas Tadeo y haciendo 81 copias vas a conseguir que te toque la lotería y evitar una enfermedad terrible? ¿Cómo puede haber tanto infantilismo y falta de formación en muchos que se profesan creyentes en Jesucristo?
Juicio para la salvación. El Evangelio nos dice que estemos atentos a la higuera, es decir a los signos de los tiempos, de los que hablaba el concilio Vaticano II. El Hijo del Hombre, figura que aparece en el profeta Daniel y habla de aquél que vendrá sobre las nubes del cielo, reunirá a los elegidos de los cuatro vientos. Por tanto, vendrá a salvar y no a condenar. El juicio será para la salvación no para la condenación. En los evangelios Jesús se atribuye a sí mismo este título mesiánico. Lo dice bien claro la Carta a los Hebreos cuando habla de la ofrenda de su propia vida, que Cristo ofreció por nuestros pecados de una vez para siempre. Desde entonces introdujo el perdón de los pecados, como regalo perpetuo que Dios nos hace. Los sabios según Dios y aquellos que enseñaron y practicaron la justicia brillarán por toda la eternidad.
Dios está a favor nuestro. La Palabra de Dios de este domingo nos hace una llamada a reavivar nuestra confianza en Dios y nuestra responsabilidad en hacer de éste el mejor de los mundos posibles. Una vez más constatamos que Dios está a favor nuestro, que cuenta con nosotros para construir el Reino de Dios ya desde ahora. El futuro que nos aguarda no es terrible, sino gratificante y feliz.
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