San Pedro Poveda, un educador para Asturias. Por Fidel García Martínez

Pedro Poveda tuvo un misión fundamental en la educación; abrir la enseñanza católica a la modernidad, sacándola del estrecho mundo cerrado de los colegios religiosos de su tiempo, para hacerla más atractiva. La batalla había que darla con las mismas armas y con los mismos métodos con los que las fuerzas laicistas y anticlericales, ofreciendo lo mejor de la gran tradición católica de la enseñanza tal como había sido concebida y practicada en la tradición de los jesuitas Ratio Studiorum y de los escolapios de San José de Calasanz.

 Para Poveda, las lamentaciones de sus compañeros canónigos de Covadonga no solucionaban nada. Sabía muy bien que se debía atender principalmente a los maestros jóvenes; promover la cultura y la formación religiosa de los profesores católicos. Covadonga fue el centro de sus operaciones, pues como afirmaba: “Siete años de vida intensa en aquel bendito lugar dan mucho de sí, y todo lo que dieron fue en torno al ideal de mi vida, que surgió y cristalizó mirando a la Santina”.

En Gijón, villa de la que quedó prendado desde el mismo momento que la visitó en 1911, año que se celebraba el primer centenario de la muerte de Jovellanos, Poveda fundó la primera Academia Pedagógica. Frecuenta la Universidad de Oviedo, visita Madrid y no pierde contacto con su Linares natal. Sus proyectos educativos se van consolidando hasta plasmarse en la institución teresiana, como asociación internacional de laicos de la Iglesia perviven los valores educativos como la gran herencia legada por San Pablo Poveda, educador y mártir. 

La UNESCO lo declaró en 1974 pedagogo humanista e innovador. Ya en el lejano 1912, en la revista "Enseñanza Moderna", se afirmaba: Pedro Poveda es en la actualidad una de las más relevantes figuras de la pedagogía española. Sencillo, amable, bondadoso, lleno de entusiasmo y amor por el ideal, abnegado, activo y perseverante es el arquetipo del educador consumado