R/. ¡Qué dulce al paladar tu promesa, Señor!
V/. Mi alegría es el camino de tus preceptos,
más que todas las riquezas.
V/. Tus preceptos son mi delicia,
tus enseñanzas son mis consejeros.
V/. Más estimo yo la ley de tu boca
que miles de monedas de oro y plata.
V/. ¡Qué dulce al paladar tu promesa:
más que miel en la boca!
V/. Tus preceptos son mi herencia perpetua,
la alegría de mi corazón.
V/. Abro la boca y respiro,
ansiando tus mandamientos.
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