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lunes, 24 de septiembre de 2018

«¡Sois hijos de mártires, esta es vuestra fuerza!»: recuerdo a los católicos víctimas del comunismo

(Rel) El Papa Francisco quiso tener un recuerdo muy especial durante su segundo día de estancia en Lituania de las víctimas de los totalitarismos comunista y nazi. De los católicos que fueron perseguidos, y asesinados, entre ellos sacerdotes y obispos, pero también de los miles de judíos que fueron masacrados en los años 40.

Primero lo hizo en la misa que celebró por la mañana en la misa multitudinaria que celebró en Kaunas, y más tarde en el encuentro con los sacerdotes, religiosas y seminaristas que presidió en la catedral.

"¡No lo olvidéis, tened memoria!"

“Antes que nada, me gustaría manifestar una sensación que tengo. Mirándoos, veo muchos mártires detrás de vosotros. Mártires anónimos, en el sentido de que ni siquiera sabemos dónde fueron enterrados. También alguno entre vosotros: saludé a uno que sabía lo que era la cárcel. Me acuerdo de una palabra para comenzar: no lo olvidéis, tened memoria. Vosotros sois hijos de mártires, esta es vuestra fuerza. Y que el espíritu del mundo no venga a deciros algo diferente de lo que vivieron vuestros antepasados”, dijo Francisco al iniciar su intervención.

Por ello, Francisco quiso insistir en recordar “a vuestros mártires y tomad ejemplo de ellos: no tenían miedo. Hablando con los obispos, vuestros obispos, decían hoy: ‘¿Cómo podemos hacer para presentar la causa de beatificación de tantos, de los que no tenemos documentos, pero sabemos que son mártires?’. Es un consuelo; es hermoso escuchar esto: la preocupación por aquellos que nos han dado testimonio. Ellos son santos”.

El Papa avisó del riesgo que corre la segunda generación que sigue a los que fueron perseguidos. “El espíritu de la secularización, del aburrimiento por todo lo que tiene relación con la comunidad es la tentación de la segunda generación. Nuestros padres lucharon, sufrieron, estuvieron en la cárcel y, quizás, nosotros no tenemos la fuerza para seguir adelante. Tened esto en cuenta”, dijo a los religiosos allí presentes.

El ejemplo del arzobispo Tamkevicius

En su intervención destacó también la importancia de la constancia, “constancia en el sufrimiento, constancia para perseverar en el bien. Esto supone estar centrados en Dios, permanecer en él, ser fieles a su amor”.

Entre los presentes estaba el arzobispo emérito de Kaunas, Sigitas Tamkevicius, que fue condenado por la Unión Soviética a diez años de prisión y enviado a Siberia. El Papa le nombró expresamente y dijo que los de mayor edad “sabéis testimoniar esta constancia en el sufrir, ese ‘esperar contra toda esperanza’.

“La violencia ejercida sobre vosotros por defender la libertad civil y religiosa, la violencia de la difamación, la cárcel y la deportación no pudieron vencer vuestra fe en Jesucristo, Señor de la historia. Por eso, tenéis mucho que decirnos y enseñarnos, y también mucho que proponer, sin necesidad de juzgar la aparente debilidad de los más jóvenes. Y vosotros, los más jóvenes, cuando ante pequeñas frustraciones que os desalientan tendéis a encerraros en vosotros mismos, a recurrir a estilos y diversiones que no están acordes con vuestra consagración, buscad vuestras raíces y mirad el camino recorrido por los mayores”, agregó.

Recuerdo a las víctimas del nazismo y del comunismo

Y es que Francisco dijo que “son precisamente las tribulaciones las que perfilan los rasgos distintivos de la esperanza cristiana, porque cuando es solo una esperanza humana podemos frustrarnos y aplastarnos en el fracaso. No sucede lo mismo con la esperanza cristiana, ella sale más nítida, más aquilatada tras pasar por el crisol de las tribulaciones”.

Tras este encuentro, el Papa volvió a Vilna donde hizo una parada ante el Monumento a las víctimas del gueto en la Plaza Rudniku de Vilna, donde miles de judíos fueron detenidos, torturados y asesinados por los nazis.

Allí oró durante algunos minutos. Entonces se trasladó al Museo de la Ocupación y de la Lucha por la Libertad, creado en 1992 y dedicado principalmente a recordar el medio siglo de ocupación soviética de Lituania, especialmente a los presos políticos y víctimas mortales del régimen comunista.

Precisamente, este lugar es de gran simbolismo pues fue la sede de la KGB durante la dominación soviética y donde murieron muchas personas maltratadas por ser supuestamente enemigas del régimen comunista. Anteriormente había sido la sede de la Gestapo durante la ocupación nazi.

En este lugar el Papa rezó por todas las víctimas que allí perecieron. Esta fue la oración que pronunció:

«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27,47).

“Tu grito, Señor, no deja de resonar, y hace eco en estas paredes que recuerdan los padecimientos vividos por tantos hijos de este pueblo. Lituanos y provenientes de diferentes naciones han sufrido en su carne el afán prepotente de quienes pretendían controlarlo todo.

»En tu grito, Señor, encuentra eco el grito del inocente que se une a tu voz y se eleva hacia el cielo. Es el Viernes Santo del dolor y de la amargura, de la desolación y de la impotencia, de la crueldad y del sinsentido que vivió este pueblo lituano ante la ambición desenfrenada que endurece y ciega el corazón.

»En este lugar de la memoria, te imploramos Señor que tu grito nos mantenga despiertos. Que tu grito, Señor, nos libre de la enfermedad espiritual al que como pueblo estamos siempre tentados: olvidarnos de nuestros padres, de lo que se vivió y padeció.

»Que en tu grito y en las vidas de nuestros mayores que tanto sufrieron encontremos la valentía para comprometernos decididamente con el presente y con el futuro; que aquel grito sea estímulo para no acomodarnos a las modas de turno, a los slogans simplificadores, y a todo intento de reducir y privar a cualquier persona de la dignidad con la que tú la has revestido.

»Señor, que Lituania sea faro de esperanza. Sea tierra de la memoria operosa que renueve compromisos contra toda injusticia. Que promueva intentos creativos en la defensa de los derechos de todas las personas, especialmente de los más indefensos y vulnerables. Y que sea maestra en cómo reconciliar y armonizar la diversidad.

»Señor, no permitas que seamos sordos al grito de todos los que hoy siguen clamando al cielo”.

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