Con la llamada "Primavera de Francisco", parece que se ha puesto de moda hacer noticia de lo que no lo es. Así las cosas, algunos medios de comunicación social nos quieren vender como novedad verdades, acontecimientos o hechos que en la Iglesia siempre han estado presentes.
Cuando al comienzo de su Pontificado el Papa dijo que la Iglesia era de los pobres, casi medio mundo se detiene para hacer la ola y decir ¡anda, mira lo que ha dicho; que renovación!... Tal vez es que yo no capto las novedades, pero vamos, que los medios desde entonces no paran de presentar por novedad todo tipo de menudencias como una especie de revolución católica. Como si bautizar a los hijos de madres solteras, lavar los pies a doce personas el Jueves Santo o tener la iglesia abierta 24 horas pudiera ser titular de prensa reseñado como algo insólito.
Yo no encuentro novedad ninguna más allá de que el Papa Francisco predica y habla con la sencillez de un párroco de pueblo. ¿Será ese el secreto del "boom" mediático? Seguramente que sí, pero vamos, nada muy distinto -a mi juicio- de lo que puede predicar un cura de pueblo o de barrio un domingo.
Tal vez la clave está en que los medios se hacen más eco en ocasiones de las posturas de los sectores más progresistas de la Iglesia, que utilizan la figura del Papa creando a veces cierta confusión entre los fieles. No hace mucho, un sacerdote español afirmaba que Francisco ha traído a la teología la imagen de un Dios paternal, a diferencia de Juan Pablo II y Benedico XVI que nos presentaron -al parecer- a un Dios lejano cruel y justiciero. Está claro que el citado "teólogo" no tiene muy claro el contenido de "Dives in Misericordia" ni "Deus Caritas est", primeras encíclicas de ambos papas que dejan por absurdas tales afirmaciones. Y es que cuando cuando se hace ideología de la fe, los árboles no dejan ver el bosque.
Y volviendo a lo anterior y desde mi propia experiencia, recuerdo cómo cuando yo era niño ya había "24 horas con el Señor" en cientos de Parroquias; el Jueves Santo había "lavatorio de los pies"; se bautizaban hijos de madres solteras y los curas de mi pueblo insistían una y otra vez que el tesoro de la Iglesia eran los pobres, y que ellos nos llevaban ventaja ya que en ellos encontrábamos al mismo Cristo. Pero bueno, ahora a lo de toda la vida -dicho de forma cariñosa y cercana, eso sí- algunos lo llaman ''aire fresco''. Pues bueno, ¡bendito sea Dios!
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