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lunes, 13 de agosto de 2018

Las Morcillas. Por Francisco Torres Ruiz

(sanctasanctis.blogspot.com)

Permitan, señores lectores, que en al final de este caluroso mes de Julio hagamos un poco de esparcimiento en los temas litúrgicos que en este primer año del blog hemos venido tratando. Y para que en esta despedida en el periodo estival no quede en nosotros un amargo sabor de boca, quisiera, si ustedes me lo permiten hablarles hoy de las morcillas. Si, ese embutido típico de nuestras tierras de Castilla hechos a base de sangre y cebolla aunque hay lugares que les añaden grasa animal o arroz o piñones, etc.

Pero no es, precisamente, del arte culinario y matancero del que yo querría hablarles en este post sino de la tercera acepción que el diccionario de la RAE (= Real Academia de la Lengua española) hace del término “morcilla”; dice así: “en un espectáculo, palabra o frase improvisadas que añade un actor”. Así sin más no nos dice nada pero referido a la liturgia o al ámbito celebrativo, puede suscitarnos varias consideraciones.

¿Qué son las “morcillas litúrgicas”? dícese de las improvisadas palabras o frases que los celebrantes intercalan en las fórmulas litúrgicas desvirtuando la sobriedad lírica romana y haciendo tediosa y harto insoportable la celebración. Pongamos algunos ejemplos:

Estamos al inicio de la celebración y tras el saludo inicial a la asamblea, el celebrante o un monitor inicia una monición de entrada. Hasta aquí todo normal, pero la primera ristra de morcillas viene cuando la misma monición se prolonga y se prolonga en el tiempo hasta el punto de convertirse en la primera homilía de la misa. Y la cosa empeora cuando tras la eterna monición comienza con la eviterna monición del celebrante. Una vez superada esta prueba, pasemos a la conclusión del acto penitencial. La fórmula litúrgica dice así: “Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna”. Pero haylos que se empeñan en añadir estas cosas (o al menos las que yo he escuchado): “Dios todopoderoso (en amor)tenga misericordia de (todos) nosotros y (un día) nos lleve a la vida eterna”.

¡Fíjense! En una frase tan pequeña hemos metido tres morcillas (todas innecesarias). ¿Por qué “todopoderoso en amor” si la omnipotencia divina no tiene límites ni condicionantes?; ¿Por qué el cuantitativo “todos nosotros” si ya se sabe que el plural de la primera persona hace referencia a un grupo variado y plural de personas?; Y ¿Por qué añadir la categoría temporal limitante “un día” en algo que solo depende de la voluntad eterna y escatológica de Dios? A veces, por querer decirlo todo acabamos diciendo nada.

Otra morcilla litúrgica muy repetida en nuestras iglesias es la decir al final de la primera o segunda lectura “es palabra de Dios” o “esto es palabra de Dios”. Eso ya lo sabemos, querido lector de la Palabra. La fórmula litúrgica que recoge la OLM (=Ordenación de las Lecturas de la Misa) es la siguiente: “Palabra de Dios” (OLM 125). Otra morcilla que suele meterse en la liturgia de la Palabra, y a veces resulta un tanto divertida, es el cambio de los nombres de los libros sagrados cuando el lector no es muy ducho en el arte de la dicción, v.gr. decir Carta de san Pablo a los Adefesios en lugar de los Efesios o a los Filipinos en lugar de los Filipenses, o cuando Pablo se dirige a “¡Ay coño!” En lugar de “a Iconio”. En fin… de todo hay.

Otra morcilla litúrgica suelen ser las peticiones interminables. Esto es, aquellas preces inventadas por alguien de la comunidad, generalmente en el grupo que prepara la celebración, y que son tan largas y rebuscadas que al final no sabemos por qué estamos intercediendo, v. gr. Te pedimos, Señor, por aquellos países que sufren el drama de la precariedad estructural y cuyo desarrollo se ve imposibilitado por los intereses subrepticios de las potencias económicas más solventes que esquilman los recursos autóctonos de los mismos, para que sus conciudadanos puedan gozar de un progresivo desarrollo asentado sobre la justicia social que merecen, roguemos al Señor. Díganme, señores lectores ¿de qué se han enterado? Yo, personalmente, que soy quien lo ha escrito, no me he enterado de nada. Pero si digo: Te pedimos, Señor, por los países pobres para que la generosidad de todos les ayude a salir de su situación, roguemos al Señor. Esto es ya más inteligible. Esto hay que cuidarlo mucho.

En el ofertorio, desde hace mucho tiempo se ha venido metiendo una morcilla litúrgica que yo, sinceramente, he mirado en varios libros para ver que fundamento tiene y nunca he encontrado nada, si algún lector lo hallara le agradecería que me lo hiciese llegar. Me estoy refiriendo a la fórmula ofertorial: “Bendito seas, Señor, Dios del universo por este pan y este vino fruto de la tierra y de la vid y del trabajo del hombreque recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos, ellos sean pan y bebida de la salvación”. Eso no lo pone en ningún lado y sin embargo (será por abreviar la misa) lo dicen así. Al menos es una morcilla teológicamente bien hecha pero nunca se han presentado el pan y el vino a la vez a lo largo de la tradición litúrgica de la Iglesia.

Respecto de la plegaria eucarística una cosa es meter morcillas y otra muy distinta es inventarse la plegaria. Esto último es reprobable. Es cierto que la estructura de la plegaria eucarística da poco margen para la improvisación (distinto de la invención) pero sí que pueden introducirse algún elemento creado por un celebrante “inventólogo”. Lo mejor es ceñirse fiel y amorosamente al texto, que ya es mucho lo que nos invita a decir.

Pero creo, señores lectores, que la reina de las morcillas, la que se lleva el nobel morcillero, la que provoca una amplia gama de introspección teológica del celebrante es la que se acomete en la mostración del “Cordero de Dios”. ¡Vamos a ver! si el texto es ya de por sí bastante explícito al decir “este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo, dichosos los invitados a la cena del Señor”, díganme por qué es necesario meter todos los adjetivo cristológicos, misterios, propiedades nocionales en ese momento. Ejemplo: “este es (Jesús, el Señor, el Hijo de Dios, el nacido de María, el que anduvo por los caminos de Galilea, el que murió en la cruz, el que resucitó, el que nos ha revelado al Padre,….) el cordero de Dios que quita el pecado del mundo, dichosos los invitados a la cena del Señor”. Si todo eso ya lo sabemos. Está la catequesis para explicarlo. Liturgia no es catequesis aunque se necesiten y se complementen.

Luego también hay morcillas encomiables como el típico poema sentimentaloide que algunos hacen al final de la misa a modo de oración de pos comunión. Una vez estuve en una misa (yo era seminarista entonces) en que el cura al final de la misa en lugar de hacer la oración pos comunión rezó el conocido poema “como el niño que no sabe dormirse…” que, para quien no lo sepa, es el himno que en la Liturgia de las Horas para España se reza en completas. Reconozco que hubo quienes salieron compungidas porque “era muy bonito eso que han leído” pero no sabían más.

En fin, queridos lectores, las morcillas están muy bien pero para comerlas con una jarrita de cerveza fresquita ahora en verano; pero en la acción litúrgica sobran por completo.

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