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miércoles, 27 de junio de 2018

EN EL RECUERDO. Por Joaquín Manuel Serrano Vila (Colaboración para la Revista "Centenario")

               En el ocaso del mes de “Las Flores” y en un radiante día de la primavera de 1983, alcanzando sus primeras ilusiones, llegaba entusiasmado al Puesto de la Guardia Civil de Cangas de Onís para cumplir su Servicio Militar como “guardia civil auxiliar”, un imberbe mozalbete de apenas diecisiete años. Era yo.

            El reto de la misión y el paisanaje eran nuevos, pero el paisaje en absoluto. Desde niño conocí muy especialmente ese tramo tantas veces remodelado entre Cangas y Covadonga, donde aún no había florecido como champiñones el sector hotelero y turístico; quedando particularmente en mi memoria el unidireccional sentido de circulación al ir llegando al Repelao y la posterior “aparición” majestuosa de las torres de la Basílica al ascender hacia ella. Mis padres y mi Parroquia natal me lo habían hecho profundamente familiar desde mi más tierna infancia, presentándome muchas veces ante la Santina en la Cueva y poniéndome a su disposición…Ella -yo aún no lo sabía- ya había hecho mi “recomendación”.

            Aquel torpe adolescente en muchas cosas, se sentía muy  honrado al formar parte del dispositivo de seguridad que le diera protección al Santuario y a la “Piquiñina y Galana” -que así le cantaría yo en brazos de mi padre en la Cueva la primera vez allí-. En ese marco, y como un regalo de Dios, conocí gente estupenda. Guardias civiles del Puesto de Cangas y del de Covadonga con los que compartí casi dos años recorriendo palmo a palmo los concejos de Cangas, Amieva y Ponga, Onís y Cabrales. Pero sobre todo recuerdo con cariño y como un verdadero privilegio, mis largas noches en el Santuario mientras la lluvia aporreaba los cristales empañados y el techo metálico del “Land-Rover”.

            Supe que la Santina no sólo tenía un lugar en mi corazón -y sin duda yo en el de Ella- sino que siempre estuvo en el inmenso corazón de toda la Guardia Civil, unas veces de forma más visible y otras más “discreta”. Tal era así que el mismo Santuario, casi desde su construcción, contaba un propio cuartel a su servicio situado en un pequeño y funcional edificio bajo el Hórreo y al lado del de La Escolanía.

            Si bien es cierto que la devoción mariana en los cuarteles tiene su singular advocación en “La Pilarica”, no lo es menos que ésta tiene en las beneméritas familias y cuarteles de Asturias, una “prima-hermana” que la representa muy dignamente con tanta o más devoción, si cabe, y que la sola visión de una imagen de la Virgen de Covadonga en un acuartelamiento de los de Ahumada, genera la misma sensación de “pronóstico feliz para el afligido” que sus propios miembros en nuestra sociedad.

            Cuando mi amigo Salvador Fuente me honró al solicitarme una colaboración para esta revista “Centenario”, se atropellaron entonces en mi memoria nombres, rostros y situaciones que se hacen indescriptibles, llevándome todas ellas a Dios y a la Santina. Y porque nada ocurre “porque sí”, empecé a escribir estas letras el día del Sagrado Corazón de Jesús, coincidiendo -sin haberme dado cuenta- con el día de mi Ordenación Sacerdotal; y las concluyo al siguiente, día del Inmaculado Corazón de María… Estoy convencido que a Ella le debo mi segunda vocación -que realmente siempre fue la primera- cuando en brazos de mi padre la primera vez en La Cueva, me “recomendó” a su Hijo pidiéndome para su servicio, primero de una forma y luego de otra.

            Profundamente agradecido por ambas, y habiéndome sentido siempre acompañado por el Cristo de Candás -náufrago vencedor en la batalla de la vida- y de su santísima madre de Covadonga, pongo en éste a sus pies a toda la familia de la Guardia Civil que, con amor, tesón y eficacia, llevan en su corazón a la “que tiene por trono la Cuna de España”. Y a la que en su nombre y en el mío propio me atrevo a pedirle una vez más: Santina de Covadonga, ¡Sálvanos y Salva a España!


Joaquín Manuel Serrano Vila
Sacerdote y Guardia Civil en
Excedencia Voluntaria

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