A nadie le importa. Al menos en teoría. Todos qué digo libres, libérrimos ante lo que los demás digan, opinen, piensen o critiquen.Hemos hecho nuestra la canción de Alaska y vamos por calles y plazas, templos y sacristías, curias provinciales y episcopales repitiendo el estribillo: “¿a quien le importa lo que yo haga? ¿a quien le importa lo que yo diga?” Y ahora van ustedes y se lo creen.
El caso es que en “petit comité” todo el mundo dice, cuenta, denuncia, saca pecho o lo que haya que sacar, proclama que dice lo que quiere y que a él o a ella nada ni nadie le para los pies porque no tiene pelos en la lengua.
Pero… llega esa comida de empresa, la reunión de amigos, un encuentro de trabajo y ¡oh sorpesa! que nadie tiene nada que decir, ni aportar, ni denunciar ni mucho menos llevar la contraria a nadie, especialmente si nadie es aquel que manda.
A los católicos nos pasa lo mismo en todos los niveles de la vida cristiana. Nos pasa a los curas, por ejemplo. Cuando estamos dos o tres, o alguno más, si estamos solos, es decir, sin superiores de ningún tipo, quien más y quien menos se desahoga y suelta de lo divino y de lo humano. Más aún, cualquier momento de café en medio de una reunión o cualquier encuentro, se convierte en charla de que si habría que hacer, eso no sirve de nada, esto es perder el tiempo. Toca la campana, se regresa al trabajo y pasamos del “en dónde están los profetas” a un mucho más suave “qué bien todos unidos…” Cosas nuestras.
¿Por qué pasan estas cosas? Pues simplemente porque tememos al que dirán,especialmente a lo que pueda pensar el superior, más que a un pedrisco en tiempo de cosecha. Y el caso es que yo no sé por qué. Lo honrado precisamente es decir lo que crees en conciencia, colaborar, sacar adelante las cosas, pero no callar ante lo que uno cree que es incorrecto, inútil o contraproducente. Que a lo mejor estás equivocado, posiblemente, pero si crees que una cosa es de determinada manera, en conciencia hay que comunicarlo.
No son pocos los compañeros que me llaman o me escriben contándome cosas “por si te apetece escribir algo en el blog". Simpáticos ellos. Ya he dicho en varias ocasiones que lo que debe hacer uno no es escribir a este su seguro servidor, sino directamente al vicario, obispo o al msimísimo papa de Roma. O que no tengo problema en escribir sobre algo, pero, eso sí, dejando claro que Fulanito de Tal, con nombre y apellidos me cuenta esto. Más aún, no tengo problema en ceder el blog a un compañero si él, con su nombre y apellidos desea denunciar, anunciar algo. Hasta ahora, rien de rien que dirían los franceses.
Pues eso, que todos muy libres pero sin salirse jamás de lo políticamente correcto “for if the flies". Y mejor lo dices tú que tienes más gracia. Ya.
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