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viernes, 18 de mayo de 2018

¿¿ES POSIBLE REORIENTAR LAS PRIMERAS COMUNIONES??. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

El mes de Mayo nos mete de nuevo, año tras año, en las “primeras comuniones”. Estas celebraciones, en principio bonitas y llenas de luz y frescura infantil, nos generan cada vez más a sacerdotes, catequistas y a la propia comunidad parroquial, una tensión que se va haciendo insoportable en muchos aspectos.

La pura socialización del rito y de la celebración en sí, la utilización de los niños y de la propia eucaristía en un acto de componendas cuasi sacrílegas por mucha gente que vive totalmente al margen de la fe y de la Iglesia, hace que nos tengamos que replantear muy seriamente todos el formato, modelo, preparación catequética y celebración de este sacramento.

Comentando esta situación con compañeros -algunos con responsabilidades jerárquicas- me decía uno de ellos que muchos de los mayores que participan no son conscientes de lo que supone esta celebración, y que van a ella como el que va al partido de futbol de los domingos, con lo que estoy de acuerdo, pues es cierto. El problema está en los que sí sabemos lo que es y significa el sacramento (sacerdotes, catequistas y muchos fieles) que con nuestro silencio “tragatodo” (por evitar conflictos en una “pastoral de complacencia”) estamos siendo cómplices conscientes por activa, pasiva y perifrástica de una utilización muchas veces sacrílega del propio sacramento y de la misma ética que en muchos de estos actos fulmina de un plumazo los valores de la verdadera moral cristiana que deberíamos transmitir a los niños primocomulgantes, resultando todo justo al revés. Basta ver las “verbenas” y “esfoyazas” que se montan entorno al mismo. La perversión y desproporción absurda de regalos (algunos con “lista de regalos” como en las bodas) mientras en algunos lugares del mundo otros mueren de hambre; o los trajes y banquetes para las “minibodas” que se generan alrededor de ello, gastando lo que no se tiene o “empufándose” hasta las cejas para aparentar lo que no hay. Un “postureo” indecente con un pésimo ejemplo para los niños.

Además, las primeras comuniones muchas veces no sólo no cumplen el objetivo primordial de vivir en familia el amor de Dios tras la incorporación “adulta” del niño/a la vida de la Iglesia dentro de su comunidad parroquial, sino que en no pocos casos son motivo de conflictos y “vendettas” entre familiares o padres/madres separados, “arrejuntados”, divorciados, enfadados o “mediopensionistas”, que usan el momento y a los niños como arma arrojadiza entre sí en una canallesca infame de odios y resentimientos.

Por ello, y lo digo abiertamente, yo anularía por completo el modelo de las primeras comuniones tal y como lo tenemos concebido actualmente por falaz y sacrílego. Daría la Comunión únicamente a los niños que verdaderamente estuvieran preparados y que comprendieran su significado, y cuyos padres o tutores ofrecieran una garantía mínima de un acompañamiento cristiano coherente y permanente a posteriori; y lo haría sobre la marcha y sin especificar las fechas -ya se vería y se hablaría individualmente- que posibilitan el montaje del “bodorrio”, tratando de recuperar así la esencia real del sacramento, si acaso con “menos bulto y más claridad”, devolviéndole su naturaleza de ser y el contenido verdadero que entre todos le hemos quitado.

Joaquín, Párroco

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