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lunes, 12 de febrero de 2018

La Cuaresma: Tiempo para conocernos desde la ternura de Dios. Por D. José Luis González Vázquez

«Tu abres a la Iglesia el camino de un nuevo éxodo a través del desierto cuaresmal para que, llegados a la montaña Santa con el corazón contrito y humillado reavivemos nuestra vocación de pueblo de la alianza convocado para bendecir tu nombre, escuchar tu Palabra y experimentar con gozo tus maravilla» En este prefacio quinto de Cuaresma, la Iglesia resume toda la espiritualidad de este tiempo de gracia. 

Un camino que se abre, con la imposición de la ceniza, a través del desierto cuaresmal para poder llegar, renovados por la gracia del perdón, a la montaña santa que es la vigilia pascual de la resurrección de nuestro Señor. Nuestra vida es un tiempo que se nos regala para volver por el camino de la obediencia a aquel de quien nos habíamos apartado por el camino de la desobediencia, de ahí la importancia de seguir las huellas del nuevo Moisés –Cristo Jesús– que se hizo obediente hasta la muerte y muerte en cruz. 

El camino cuaresmal ha de tener siempre como punto de partida nuestra realidad personal. Conócete a ti mismo es la gran invitación que hacían los pensadores griegos, porque quien no se conoce no conocerá sus limitaciones y las proyectará hacia los otros deformando, de este modo, la realidad. Cuando uno busca conocerse, aun en su mayor debilidad, debe hacerlo sabiéndose en la presencia de los ojos misericordiosos de Dios, que nos mira como hijos que le muestran sus heridas para ser curados y no condenados. Solo podemos conocernos y reconocernos desde su ternura y esto significa que necesitamos dejarle entrar en nuestras vidas de ahí la importancia de la escucha. Escuchar su palabra, rumiarla en el interior, dejar que nos interpele en la oración, así podremos conocernos como él nos conoce. 

La Cuaresma siempre ha de ser el camino que se recorre con gozo para conocer mejor a quien es la fuente de todo bien, en el gozo que nos da el saber que «Dios no se hace más grande por el conocimiento de quienes lo encuentran, sino que quienes le encuentran se hacen más grandes por su conocimiento de Dios».

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