Es la palabra de moda. Periferias. Al lado podemos colocar otras: iglesia en salida, iglesia samaritana, iglesia hospital de campaña. Y volvemos a lo de las periferias: salir a, trabajar en, opción por, vivir en. Periferias.
Yo no sé lo que cada uno entenderá por tal cosa. Si periferia sea el Amazonas, la Cañada Real, Chueca. Si tal vez el mundo de la drogodependencia, los excluidos, la gente sin hogar, las personas con orientaciones afectivas singulares. Yo hoy quería hablarles de otras periferias, de esas en las que el Señor acaba de colocarme. Ni mejores ni peores. Las mías.
Fin de semana de temporal de frío y nieve en toda España. Carreteras cortadas, nevadas copiosas, recomendaciones de no salir de casa. Vale. Y tres parroquias que tienen su horario de misas en Reyes, el sábado, y, por supuesto, el domingo.
Ayer domingo, con una buena nevada, me acerqué a cada pueblo a celebrar con las respectivas parroquias el día del Señor.Entre los tres pueblos, creo que no llegué a cuarenta fieles. En Braojos debimos ser como veinte. Imaginen el resto.
Esta es hoy mi periferia. Comunidades pequeñas, envejecidas, tanto que en algunos pueblos no hay ni cabalgata de reyes porque no hay niños. Eso sí, comunidades necesitadas de la Palabra de Dios, de la eucaristía, de atención pastoral y personal.
Se hará duro, ¿verdad? En absoluto. Es un regalo de Dios y no dejo de dar gracias cada día por ello. Pero es mi periferia. Quizá olvidada, quizá desconocida, pero la periferia en la que Dios me ha puesto. Ni mejor, ni peor. Simplemente, otra.
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