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viernes, 19 de enero de 2018

Las Agustinas Recoletas, de Oviedo a Chimaltenango (Guatemala). Por Rodrigo Huerta Migoya


El año 2017 ha sido muy especial para las hermanas Agustinas Recoletas de la diócesis de Oviedo, pero en especial hoy quisiera detenerme en la Comunidad de Oviedo que tiene su Monasterio de la Encarnación en plena Avenida de los Monumentos, en la falda del Naranco y parroquia de San Pedro de los Arcos.

Conocía desde hace años la hermosa historia de la llegada de las hermanas a Llanes, la vida de su venerable fundadora y demás vicisitudes que vivieron a través de los siglos, y que hoy, por fin, vemos publicado en papel a través del buen trabajo de D. Juan Luis de Diego Arias en su obra “Historia de las Agustinas Recoletas, de Llanes a Oviedo”.

Este libro fue presentado el día 29 de diciembre pasado, a punto de concluir un año, sin duda, de gracia para esta familia religiosa, más lo que quiero traer a colación no es esta publicación sino la aventura en la que estas hermanas, junto a otras de su federación, se han embarcado movidas por su fe y su confianza plena en el Espíritu Santo, que ha querido comenzar una nueva fundación en una tierra muy necesitada de contemplación en estos momentos.

Todo empezó en el Monasterio hermano de Serradilla (Cáceres), donde las hermanas agustinas recibieron la petición del Sr. Obispo de Sololá (Guatemala), Monseñor Gonzalo de Villa S.J. (madrileño de nacimiento) quién hizo llegar a la Orden este sueño. Poco después vendría la reflexión para el comienzo, cuando el P. Jesús Lanao S.J., les impartió a las religiosas unos días de formación en torno al documento “Vultum Dei quaerere”. En este contexto el Padre Jesús manifestó a la Comunidad de Serradilla (donde se custodia y mima la imagen del Santísimo Cristo de Serradilla) las posibilidades para verificar la fundación, dado su conocimiento de la diócesis y del obispo. A raíz de esto, y tras llevarlo a la oración y al consenso, la Comunidad inició los trámites, consultas y permisos para poder fundar en Guatemala.

Se trata de una iglesia joven, pues fue creada en 1951 como diócesis de Sololá, y en 1996 pasó a denominarse de Sololá-Chimaltenango. También en los años sesenta, de su territorio nació una nueva diócesis, la del Quiché. Esta tierra, por raro que parezca, no nos es desconocida, como tampoco la nuestra para ellos, dado que el suelo del Quiché fue regado con la sangre del sacerdote asturiano Juan Alonso Fernández M.S.C., asesinado en 1981 y cuyo recuerdo sigue tan vivo en aquella tierra.

Pero volviendo a nuestras monjitas, ¿qué pinta la comunidad de Oviedo en todo este entuerto de fundar en Guatemala?... Pues lo cierto es que las hermanas de Oviedo participaron de pleno, tanto en el proceso de sacar adelante la fundación como en el prescindir de alguna hermana propia para facilitar que la obra llegara a buen término. El día que se celebró la solemne Eucaristía "del Envío", en Serradilla, las hermanas de Oviedo se sumaron a la celebración. Allí, la Comunidad de Cáceres enviaba a tres de sus miembros, y la de Oviedo, otra más. Cuatro religiosas en total que pusieron rumbo a la citada diócesis guatemalteca, confiadas plenamente en la Providencia.

El lugar elegido para fundar, valorado tanto por el obispo como por el Padre Delegado de la Orden de Recoletos en Guatemala, fue la localidad de Zaragoza, en el territorio de Chimaltenango. Allí quedó constituido el nuevo cenobio el día séis de Julio del pasado año, cuando el Prior General celebró la Santa Misa entre sus muros. Fue nombrada priora del nuevo convento -Casa de formación de San José- la hermana Sor Ernestina Andrade Moyotl, mejicana de nacimiento y procedente del monasterio ovetense. Junto con ella, componen la nueva Comunidad las tres religiosas peruanas procedentes de Serradilla: Sor Sacramento, Sor Maria del Carmen y Sor Maria Azucena.

La pequeña casa donde se ha fundado el nuevo monasterio se encuentra emplazada dentro de un terreno aislado y muy acorde a los objetivos, el cual es propiedad de las Hermanas Misioneras Somascas, que allí cuentan con una Comunidad de vida activa.

Confiamos que esta obra de mucho fruto; que surjan en esa tierra muchas y santas vocaciones a la vida contemplativa, y que ojalá las futuras agustinas de Guatemala florezcan tanto que puedan no sólo llenar el convento de Guatemala sino también que pudieran hacer crecer la comunidad de Oviedo. No hay nada imposible para Dios, ya lo decía San Agustín: ''Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y pedir lo que puedas y te ayuda para que puedas''.

 

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