Hay un fenómeno, bien es verdad que afortunadamente escaso, que siempre me ha causado un cierto estupor. Me refiero a esos maridajes de sacerdote y grupo –comunidad pueden llamarlo- que unen los destinos de ambos con más fidelidad y estabilidad que en un matrimonio de los de antes. De dos formas se da este fenómeno.
Una forma es el sacerdote con comunidad cristiana portátil. Es decir que don Senén se reúne con un grupo de gente, que la gente se reúne con don Senén, y vaya donde vaya el buen cura, su comunidad con él. ¿Qué a don Senén se le traslada a la parroquia de santa Gundisalva? El grupo se va a santa Gundisalva. ¿Qué al cabo de los años otro traslado lo lleva a la de san Perengano? Sin problemas, allá va la comunidad. Y no solo va, sino que se hace con las riendas de todo, convencidos de que la nueva parroquia funcionará gracias a ellos.
La otra forma es la del sacerdote que, si bien no se lleva la comunidad con él, sigue acudiendo a su antigua, a sus antiguas parroquias, para continuar llevando y formando “su” grupo. Es decir, que don Senén, aunque hace quince, veinte, treinta años que dejó santa Gundisalva, sigue acudiendo a su antigua parroquia para formar, mantener, sostener o lo que sea un grupo que él llevaba en tiempos.
Cualquiera de las dos formas me parece un disparate y un no saber vivir en Iglesia. ¿Qué formación eclesiológica hemos dado cuando resulta que ese grupo, tan mío, no sabe vivir si no es a mis pechos? ¿Qué consideración hacia la nueva comunidad si yo, sacerdote, me presento en ella con mi equipo que traigo de donde sea? ¿Tan mal lo hizo el compañero anterior? Y, aunque así fuera, ¿en la nueva parroquia no hay gente capaz de sacar su comunidad adelante?
¿Qué formación eclesiológica he ofrecido a un grupo para que viva tan unido al sacerdote que no saben ser iglesia si no es con don Senén? Un grupo medianamente formado y atendido sabe ser iglesia en su parroquia porque lo fundamental, es decir, la palabra, los sacramentos, la caridad se lo garantiza cualquier sacerdote. Y si el grupo solo quiere reunirse según los dictados de don Senén, lo que se ha conseguido es un grupito cerrado en sí mismo que incluso, podría llegar a que si no viene don Senén no vamos a misa. Y no es un invento. Mala cosa que don Senén sea más importante que la misa. Mal ha trabajado este hermano.
El cura que se fue lo mejor que puede hacer es despedirse, integrarse en su nueva comunidad, trabajar desde ella por la Iglesia y animar a la gente que deja en el camino, que no la deja porque tiene su nuevo párroco, a que siga siendo Iglesia en su parroquia, en su comunidad, y ya nos veremos algún día.
La parroquia el grupo son, durante los años que Dios quiera, mi parroquia y mi grupo, pero jamás la parroquia mía y el grupo mío. Jamás. Y flaco favor hacemos si, en lugar de ayudarles a ser Iglesia universal, amplia, diocesana, vamos cerrando el grupito en nosotros mismos, nuestro cura, nuestra charla, nuestra, nuestro…
A los hermanos sacerdotes les diría un par de cosas. Quizá, la primera, que si ven normal irse de la parroquia y llevarse consigo a gente que se supone preparada y capaz, y que vaya consideración con el compañero que llega. También les diría que si ven normal dejar una parroquia y seguir presentándose en ella, muchas veces con nocturnidad y disimulo, para ofrecer una formación a feligreses de ella y a espaldas del párroco.
Tenemos que ser capaces de destetar. Por nosotros, por los fieles.
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