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viernes, 22 de diciembre de 2017

Cuando alguien se muere ¿hay una nueva estrella en el cielo? ¡que no te engañen!


Recientemente una señora que me pilló por banda en el tren, me preguntó sobre una realidad que a pesar de imaginar yo que no estaba clara para muchos, pude constatar que hoy el cacao mental es aún mayor. Puede resultar repetitivo, pero hay cosas que no cambian ni cambiarán nunca.

A los habituales y terribles engaños sobre el destino final del hombre en la descreída sociedad actual, se suma ahora lo que el periódico cuenta, que el Papa dijo, lo que un cura afirmó en un funeral o lo que la vecina colgó en su facebook... Y es que nos quedamos con lo último "del mercado". Como dijo el filósofo: ''sapere aude'' (atrévete a saber).

Hay ciertas tendencias eclesiales, o más bien clericales de baja formación, que han vendido (y venden) que el cielo es algo así como una discoteca de entrada libre donde no es necesario ni enseñar DNI ni certificado de buena conducta. Quizá esto también se haya incrementado en los últimos tiempos por una errónea interpretación de las enseñanzas del Papa Francisco, pues aunque Dios es misericordia (que ciertamente lo es, y sobre todo) no significa que cada cual no tenga que dar cuentas de sí al final del recorrido terrenal, donde el Señor tendrá muy presente quien le negó y quién estuvo a su lado. Pensemos en el Cántico de San Juan de la Cruz que con tanto primor analiza esta verdad.
El magisterio de la Iglesia es claro al hablar de las tres posibilidades que le esperan al alma tras la muerte: purificación (purgatorio), bienaventuranza (cielo) u condenación (infierno).

¿Quienes van al infierno?

El infierno no es un lugar geográfico en el centro de la tierra junto al magma. En él no hay tridentes, cuernos ni pinchos; pero sí hay muerte, la muerte de cara al Creador, dado que el individuo -por sus actos- ha preferido hallarse lejos de su presencia en vida y por ende también terminada su existencia física.
¿Sufren entonces las almas que se encuentran en el infierno? Evidentemente, aunque algunos "teólogos" proyecten la no existencia del infierno o su realidad, como una especie de estado de conciencia anodina y sin dolores. La realidad del infierno lleva ya consigo aparejado el sufrimiento de verse sujeto a una condena sin retorno, aunque esta fuera elegida por uno mismo en la negación de Dios.
Alguno dirá: ¿de dónde salen estas teorías? Sencillamente del Evangelio, donde Jesús habla con frecuencia de la condenación, de la "gehenna" (el fuego que no se apaga) y siendo más explícitos aún donde advierte que para éstos ''será el llanto y el rechinar de dientes''.
Los españoles usamos mucho una frase hecha que dice que "uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde''. Exáctamente lo mismo le pasa al hombre con la posibilidad de encontrarse con Dios; tiene mil y un oportunidades de encontrarse con el Señor, de seguirle y reconocerle a lo largo de la vida y sus tribulaciones; algunos incluso "in extremis" con humildad, y, sin embargo, el ser humano es cabezón y testarudo (pecador) y en su pecado se aferra a sus ideas obstinadas (incluso ante la duda) y prefiere ir de cabeza al abismo antes que abrir su corazón a la gracia.

¿Quienes van al Purgatorio?

En este Estadio quedan los que queriendo estar en presencia de Dios no pueden al no haber muerto en gracia por tibieza, duda o propipio pecado. Cuando pensamos en esas "Ánimas del Purgatorio" nos viene a la mente esa innumerable grupo de almas que entre llamas aguardan el pago de sus culpas. Benedicto XVI ya había aclarado que el purgatorio no es un lugar del espacio o del universo, "sino un fuego interior que purifica el alma del pecado". No es una sala de torturas, pero es ya en sí una sufrimiento pues dichas almas anhelan estar con Dios y se ven privadas aún de su luz.


Y si sospecho que tengo a un ser querido en el Purgatorio ¿Como le puedo ayudar? 

1. Ayudando al hermano necesitado y realizando obras de misericordia por ellos
2. Ofreciendo la celebración de la Santa Misa por su eterno descanso (o misas gregorianas)
3. Haciendo penitencia sincera: aportar en la colecta lo que nos cuesta y no lo que nos sobra; rezar individualmente el ejercicio del Santo Vía Crucis; acudir en peregrinación a un Santuario (peregrinación) con la intención de encomendar a ese ser querido etc.

*Ojo al dato: las almas que están en el Purgatorio pueden pedir por nosotros pero no pueden pedir por sí mismas; por eso en la tradición de los creyentes siempre se ha cuidado con tanto mimo la oración por los que se hallan en dicho trance.

He conocido el caso de una familia muy religiosa al que les falleció un ser querido sin estar en gracia, y, ¿que hizo la familia?, pues al haber muerto ese familiar soltero y sin descendencia, decidieron destinar una parte de su herencia en aplicar por él todas las misas posibles en reparación de sus culpas. Uno podría pensar, ¡vaya tontería!; o ¡ya está la Iglesia haciendo negocio!... cada cual es libre de opinar lo que quiera, pero, sin duda, toda ayuda a un alma perdida es poca. Como dice el cántico: ¿Qué harías si ahora me vieras,entre tanto fuego arder? ¿Qué diligencias no harías por no verme padecer?”.

¿Quienes van al Cielo?

El catecismo en su número 1023 nos indica que: Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios, porque lo ven "tal cual es" (1 Jn 3, 2), cara a cara.

Por ello es muy importante confesarse con bastante frecuencia, pues siendo pecadores caemos cada dos por tres; necesitamos levantarnos cada vez que reincidimos para poder volver a empezar con "propósito de enmienda". Sobre todo, necesitamos confesarnos para poder acercarnos a la Sagrada Comunión, algo que en los últimos años se ha difuminado bastante y la proporción es abismalmente inversa entre los que comulgan y los que pasan por los confesonarios. Como me decía un día un hombre piadoso pero un tanto rudo: ''hoy en día no se confiesa ni Dios, pero comulga todo Cristo''. Ojala tuvieramos los cristianos los mísmo escrúpulos que los ortodoxos, por ejemplo, que antes prefieren pasar años sin comulgar que hacerlo indebidamente. San Pablo indica: “quien come el Cuerpo de Cristo indignamente, come su propia condenación”(1 Cor 11, 27).

San Juan Pablo II, en una catequesis sobre el cielo recordaba: "Cuando haya pasado la figura de este mundo, los que hayan acogido a Dios en su vida y se hayan abierto sinceramente a su amor, podrán gozar de la plenitud de comunión con Dios, que constituye la meta de la existencia humana".
Está claro que no todos los que van a misa alcanzan el cielo por la vía rápida, más lo que sí es seguro, es que su destino (más pronto o más tarde) será éste, pues les ocurre como a María la de Betania, "han elegido lo mejor y nadie se lo podrá quitar". Han querido vivir cara a Dios, y aunque las modas y la contaminación del mundo nos diga que el Señor no cuenta esas cosas, no olvidemos que "hasta el número de nuestros cabellos está contado".

Hay sacerdotes que en la línea de los párrafos iniciales y con el consabido perfil bajo en formación, afirman que ''lo importante es ser bueno'', que "Dios quiere a todos'' y demás tópicos ya conocidos. Pero, sin ser eso erróneo, no lo convierte en verdad absoluta. Se puede ser bueno, pero si Dios no ha supuesto nada en tu existencia, le has negado, o, simplememte, no le has reconocido y alabado nunca en el recorrido de tu vida, ¿cómo se puede esperar imaginar simplemente una eternidad en su presencia?. Nadie duda que Dios es amor; así es, pero eso no anula la libertad del hombre donde cada cual y desde su ''logos'' elige con Él o sin Él. El Santo Padre, el Papa Francisco, en una catequesis sobre el Concilio recordó: ''en la perspectiva cristiana la distinción ya no es entre quien está muerto y quien no lo está aún, sino entre quien está en Cristo y quien no lo está. Este es el elemento determinante, verdaderamente decisivo, para nuestra salvación y para nuestra felicidad''.

Un apunte: ¿Qué hacer para ir al cielo?. Un catequista respondería que vivir el día a día con los mandamientos de la Ley de Dios y de la Madre Iglesia muy presentes. Yo os dejo como consejo un libro muy recomendado que ha hecho mucho bien a todo el que a buceado en sus páginas: ''Para Salvarse'' del P. Jorge Loring S.J.

Que no te engañen; si Fulanito se muere, que no te digan como consuelo que hay una estrella más en el Cielo; será, o nó...

 Rodrigo Huerta Migoya

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