La familia es sin duda la institución y la realidad social más valorada por todos los españoles, especialmente en momentos en los que la crisis con todos sus mordientes, ha dejado su huella en tantas personas que lo están pasando realmente mal. Aparecen las cifras y los avances que afortunadamente se van dando en el ámbito macroeconómico, y es para alegrarse y nos alegramos de ello, pero es distinto cuando los titulares periodísticos y las proclamas políticas no te solucionan el problema del trabajo que no encuentras, o cuando en el propio hogar hay que sobrevivir con enormes sacrificios.
Es ahí donde aparece la familia con todo su apoyo en momentos de tierras movedizas bajo tus pies. Porque en tu propia casa eres querido como tú eres, incluso cuando tienen que llamarte la atención en algo en lo que tu vida es mejorable: porque te quieren, porque te respetan, porque no les resultas indiferente, por eso te animan, te levantan, te corrigen, te aceptan.
La familia es una hermosa metáfora que se nos presenta también para hablar de esa comunidad que tiende hacia nosotros esa misma mano de ayuda: la comunidad cristiana, la Iglesia. Los defectos no son impedimento para adentrarnos en ella como si fuésemos parias proscritos, las virtudes no nos excluyen como si fuésemos una casta selecta. Sencillamente, con todas nuestras gracias y pecados, con nuestras luces y sombras, estamos en esa gran familia que es la Iglesia Católica, a la que aportamos todo eso que embarga y suelta nuestra personal biografía.
Cada año dedicamos un domingo a la Iglesia local, lo que venimos llamando porque así se llama: diócesis. Y esta realidad comunitaria tiene en su entraña un sinfín de aspectos y factores que son los que nos permiten reconocernos como cristianos. Hay edificios en donde celebramos nuestra fe y donde desarrollamos tantas acciones que se derivan de esa misma fe. Así, la liturgia y los sacramentos que se celebran en los templos, se acompasan y complementan con los locales en donde impartimos la formación cristiana en la catequesis según las diversas edades y circunstancias: porque no sólo es la catequesis infantil con motivo de los sacramentos de iniciación cristiana (bautismo, comunión y confirmación), o con motivo de un matrimonio con boda entre creyentes, sino que también hay catequesis para seguir profundizando en la fe y para encontrar razones de nuestra esperanza en un mundo plural y, a veces, beligerante.
Pero también tenemos lugares en donde vivir la caridad y la justicia con todos sus rostros y sus variantes. Acoger a personas que vienen con problemas de todo tipo: desde dificultades para llevar adelante su matrimonio o para estar a favor de la vida, hasta quienes llaman a nuestras puertas para pedir una ayuda económica que pasa por una factura de farmacia, un embargo en la vivienda, o algo con lo que poder pagar la alimentación que escasea cuando hay muchas bocas a las que dar el pan de cada día.
Todo esto es la familia cristiana, y todo esto es menester decirlo en voz alta para que se sepa, además de compartir solidariamente los gastos que toda esta presencia origina en el mantenimiento, reparación, alquiler, etc. de tantos edificios eclesiales en donde la fe, la caridad y la esperanza se hacen arte, celebración sacramental, formación catequética y asistencia a los más pobres. Por este motivo pedimos ayuda, para poder seguir adelante entre todos esta divina y humana aventura. Contigo somos una gran familia. Contigo, teniendo a Jesús en medio de nosotros, estamos siempre en casa.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
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