El año pastoral nunca acaba, no hay vacaciones para la evangelización ni huecos en blanco en "la epacta". Cada momento del año tiene sus prioridades, más las parroquias y la sociedad llevan a veces ritmos distintos. Mientras en la Navidad la sociedad se relaja, en las parroquias el trabajo se multiplica con pastorales, villancicos, campañas en favor de los necesitados, visita de los reyes, belenes de cumbres, revoltijos en asilos, bendiciones de nacimientos, celebraciones penitenciales, misas de gallo y de fiesta, belenes vivientes, etc…
Lo mismo ocurre en Semana Santa donde los párrocos llegan a la resurección de milagro (valga el simil) tras una intensa semana. Y ya como remate el verano; ese tiempo que suena a tópico caribeño con hamaca y caipiriña incluida, que, por ende, es la estación del año en que las celebraciones litúrgicas se disparan en nuestra tierrina entre sacramentales, patronales, capillas, santuarios, romerías, novenas y otras tantas actividades propias de ese tiempo como colonias, campamentos, convivencias o jornadas que, como diría "la abuela", agotan al más fuerte.
En tanto ir y venir, el calendario litúrgico está igualmente cargado de jornadas eclesiales, momentos especiales y destacados en los que la Iglesia nos propone fijar nuestra atención en realidades concretas, buscando despertar nuestra sensibilidad. Son jornadas de oración ante todo, pero con mucho riesgo de parecer otra cosa, pues en los últimos años el reduccionismo popular, y a veces clerical, lo ha simplificado todo en una tópica frase del cura antes del ofertorio: "recordad que hoy la colecta es para...".
De las casi mil parroquias de la Diócesis de Oviedo son muy pocas las que pueden ayudar realmente a tantas buenas obras, pues las limitaciones propias (humanas y materiales) son múltiples y la realidad rural es mayoritaria. Los sacerdotes que viven estas situaciones a menudo se ponen de mal humor cada vez que abren el buzón y se encuentran un sobre grande: ¡Otra Campaña!... Los hay que ya ni lo abren, ni lo anuncian ni hacen la campaña. Y es en cierto modo comprensible, pues a los esfuerzos de llegar a fin de mes sacando como pueden sus parroquias adelante, hay que añadir el resquemor que supone y que se va acumulando en el tiempo de que nadie pregunte nunca ¿te arreglas; necesitas ayuda?... Que duro es para muchos no ver nunca brotes verdes, cargando al tiempo con la incomprensión de alejados y "cercanos" que en ocasiones exigen hasta imposibles y que sólo se acuerdan de uno como el exprimidor del limón. Y, como en su ingenuidad el limón se atreva a pedir ayuda al satisfecho exprimidor, puede recibir en la deriva una descarga eléctrica, recordandole su lugar y papel de cada cual.
El tema económico no puede ser prioridad en la vida de la fe; así nos lo recuerda el Papa Francisco; sin embargo, la parroquia que se despiste, que no tenga recursos propios o que incluso teniéndolos tenga necesidades prioritarias que atender para su legítima subsitencia -sin gallina no hay huevos- saldrá "en rojo" en los papeles sin más análisis, reflexiones o conocimiento de los hechos o las circunstancias que lo motivaron. Y, lo que es peor, sin que nadie pregunte el por qué (no diré sin que a nadie le importe).
Pero vayamos al ejemplo práctico: De 365 días del año, calculando que éste puede tener unos 55 domingos, ¿Qué se puede sacar un domingo normalillo en una parroquia rural o de barrio?... Ahora, recordemos al tiempo las campañas que entre "imperadas" y "sugeridas" llegan durante esos domingos, las cuales suelen presentarse precisamente en los domingos más importantes del año, puesto que la concurrencia de gente también suele ser mayor y se puede intuir una mayor colaboración: IEME, Infancia Misionera, Manos Unidas, Hispanoamérica, Seminario, Santos Lugares, Iglesia Diocesana (2 al año), Vocaciones Nativas, Corpus (para Cáritas), Óvalo de San Pedro, Misiones Diocesanas, DOMUND, Jornada del Paro... seguro que me dejo alguna...; más las que van surgiendo con motivo de situaciones concretas de especial urgencia o necesidad; pongamos en el recuerdo la del Tsunami del sudeste asiático, la de Ucrania, la del terremoto de Ecuador o la del de Lorca. O de ámbito extrictamente diocesano como la de la misión Bembereké; o de ámbito arciprestal en solidaridad con parroquias que han sufrido una desgracia (pongamos el derrumbe de un cementerio). Sin olvidar que la colecta de cada primer domingo de mes es para "Caritas": ¿al final, qué le queda a la propia parroquia?...
Hay muchos fieles que se hartan de que todos los domingos se les diga que hay que rascarse el bolsillo para esto o para lo otro por muy loable y noble que sea la intención, apelotonando -como en este año que termina- campañas "importantes". Finalmente, pienso que tanto en sacerdotes como en feligreses la situación puede acabar generando el efecto contrario, la apatía o indiferencia. En contraposición o paralelamente, me consta que en muchas parroquias rurales donde las diferentes campañas parecen un sarcasmo, el recibo de la luz y los gastos principales acaban saliendo del bolsillo de sus curas. O donde éstos tienen que ver descontado de su raquítica nómina el seguro de las parroquias: ¡absurdo y kafkiano! Un buen clima de comunión para la comunicación de bienes ha de estar sustentado en la verdad, la objetividad, la igualdad y la justicia. Y, por supuesto, en el respeto entre iguales, pues cargos y nombramientos exigen responsabilidades pero no nos convierten a unos en señores y a otros en vasallos.
Joaquín, Párroco
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