1.- "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Esta afirmación de Jesús puede entenderse de muchas maneras, no siempre concordantes con el sentido que quiere transmitirnos el Evangelio. Hay quien saca la conclusión de que el cristiano no debe meterse en política, otros se atreven a decir que la religión es algo que "pertenece al ámbito de lo privado", hay quien sugiere que hay que aceptar sin rechistar las decisiones de la autoridad civil, mande lo que mande...". ¿Cómo debemos entender esta expresión? En primer lugar, analicemos el contexto: son los herodianos y los fariseos los que quieren meter en apuros a Jesús. Ambos son colaboracionistas del poder romano dominante, al contrario de los zelotes o de los saduceos que no aceptan este dominio. Quieren que tome partido. Jesús no cae en la trampa, porque su mensaje no es partidista, sino universal y, al mismo tiempo, demuestra que, ante todo, sus seguidores tienen que ser buenos ciudadanos. Proclama, en cierto modo, lo que después el Concilio Vaticano II explicó: la autonomía de la fe con respecto al poder político. En épocas pasadas se unieron las dos realidades y la consecuencia fue nefasta para la Iglesia, supeditada y dominada por el Estado. Se dio lugar a una situación de "Cristiandad", en la que difícilmente podía darse una personalización de la vivencia religiosa.
2. – Comprometidos con nuestro mundo. El cristiano, no obstante, no debe desentenderse de lo que ocurre en la sociedad, porque somos ciudadanos del mundo y hemos aceptado el compromiso de transformarlo según los criterios evangélicos. Hoy se habla mucho de “laicidad” y "laicismo". En un sentido positivo, laicidad puede entenderse como la lógica autonomía y respeto entre lo temporal y lo religioso dentro de un estado no-confesional. Pero esta autonomía no la entienden bien quienes niegan cualquier intervención del creyente en lo temporal y reducen su actuación a lo privado. Entonces caemos en el "laicismo", que trata de encorsetar lo religioso como algo perteneciente al individuo aislado, negando a la fe cualquier tipo de expresión o manifestación. Incluso hacen gala de un cierto odio o persecución hacia todo lo religioso, considerando que hace daño a la sociedad. Quien esto hace practica un ateísmo confesional, que impide a los demás manifestar un sentimiento tan humano como es la fe religiosa. La expresión "A Dios lo que es de Dios" conlleva reconocer qué es lo que debemos hacer para honrarle y demostrarle nuestro amor: su voluntad es que colaboremos en la construcción de un mundo más humano y esto implica denunciar lo que es injusto, eliminar las estructuras injustas de pecado y comprometerse -tomar partido en el sentido positivo- en todo aquello que realiza al hombre como persona y le confiere la dignidad de hijo de Dios. El Papa Francisco está consiguiendo con su magisterio limar las asperezas y el odio hacia la Iglesia en ciertos sectores. Su mensaje de “Iglesia en salida” y “hospital de campaña” está calando en la sociedad. Muchos respetan la actuación coherente de nuestro Papa y esto, sin duda, ayuda a toda la Iglesia. No hace mucho un alto dirigente de un partido político radical confesaba en privado que él era “muy bergogliano”.
3. – Trabajar por la humanización de nuestra tierra. Hemos de crear una conciencia de participación y colaboración en las estructuras del mundo: trabajo, comunidad de vecinos... La comunidad cristiana debe ser creadora de comunión humana. Debe participar en lo que hoya se llama “sociedad civil”. Nuestra profesión de fe debe dar un testimonio de caridad interna que sea muestra de credibilidad ante una sociedad rota, sectorizada y dividida. Este testimonio es la base de su acción transformadora. Es una comunidad humanizadora del territorio donde los hombres pierden el anonimato, son conocidos por sus nombres, los marginados se integran, se denuncian los racismos, se trabaja por una sociedad basada en nuevos valores. Dentro de toda su acción, destaca el servicio a los pobres, como sello de auténtica evangelización. La comunidad cristiana está llamada a ser la comunidad pública donde el corazón de Dios sigue latiendo en medio de la sociedad y donde es posible dar crédito al amor. La cercanía y la comunión humanas tienen que ser signos de la comunión en la fe. Humanizar el territorio es hacer presente la salvación, es decir hacer la realidad humana más habitable y más en comunión. La Iglesia no debe cobijarse en sí misma, sino que debe romper sus fronteras para encontrar su campo de acción en el mundo donde está situada. Y en él desarrollar una evangelización tanto por el anuncio explícito de Jesucristo como por el trabajo por un cambio de estructuras sociales. Conocer la persona y el mensaje de Jesús supone la salida al mundo para evangelizar y darle una respuesta cristiana.
4. - Hay que construir una comunidad capaz de evangelizar a los pobres. La renovación que pide nuestro tiempo es una conversión clara a los "nuevos pobres" espirituales y materiales y un compromiso en la transformación de las estructuras de pecado que generan la pobreza. Para ello es necesario: educar en la fraternidad y solidaridad, algo fundamental en un mundo que educa en el individualismo y la competencia, y fomentar las actitudes cristianas de denuncia y compromiso. El cristiano, llegado el caso, puede hacer "objeción de conciencia", cuando una ley dictada por el poder atente contra los principios básicos de la fe o de la dignidad humana. Sería una desobediencia civil. ¿Es esto... meterse en política?
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