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jueves, 19 de octubre de 2017

Carta del Sr. Arzobispo

Valientes callejeros de la fe

Ser “callejeros de la fe” es una expresión capciosa como las que habitualmente dice el Papa Francisco para captar nuestra atención y despertar nuestra conciencia. La ha vuelto a proponer pensando en los jóvenes que se comprometen como misioneros y voluntarios en el anuncio del Evangelio, al hilo del mensaje que él escribió para la Jornada del Domund que celebramos este domingo. Vale la pena entresacar algunos párrafos suyos que tienen frescura y nos emplazan en donde cada uno está y con quienes convive, para ser misioneros aquí y ahora.

Dice Francisco que “la misión de la Iglesia no es la propagación de una ideología religiosa, ni tampoco la propuesta de una ética sublime. Muchos movimientos del mundo saben proponer grandes ideales o expresiones éticas sublimes. A través de la misión de la Iglesia, Jesucristo sigue evangelizando y actuando. Con el anuncio del Evangelio, Jesús se convierte de nuevo en contemporáneo nuestro, de modo que quienes lo acogen con fe y amor experimentan la fuerza transformadora de su Espíritu de Resucitado que fecunda lo humano y la creación, como la lluvia lo hace con la tierra” (Mensaje Domund 2017).

Pero hemos de recordar a Benedicto XVI que ponía en su justo horizonte el punto de partida de toda acción misionera: “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Deus caritas est,1). Todo cuando hacemos y decimos en beneficio de los demás, tiene el comienzo en ese encuentro personal con el Señor. De ahí salimos misioneramente para anunciar lo que hemos visto y oído, lo que hemos encontrado.

Vuelve Francisco a uno de sus temas preferidos: salir de uno mismo. Dice el Papa que “la misión de la Iglesia estimula una actitud decontinua peregrinacióna través de los diversos desiertos de la vida, a través de las diferentes experiencias de hambre y sed, de verdad y de justicia. La misión de la Iglesia propone una experiencia decontinuo exilio,para hacer sentir al hombre, sediento de infinito, su condición de exiliado en camino hacia la patria final. Una Iglesia autorreferencial, que se complace en éxitos terrenos, no es la Iglesia de Cristo, no es su cuerpo crucificado y glorioso. Es por eso que debemos preferir “una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades” (Evangelii gaudium, 49).

Los jóvenes son la esperanza de la misión. La persona de Jesús y la Buena Nueva proclamada por él siguen fascinando a muchos jóvenes. Ellos buscan caminos en los que poner en práctica el valor y los impulsos del corazón al servicio de la humanidad. “Son muchos los jóvenes que se solidarizan ante los males del mundo y se embarcan en diversas formas de militancia y voluntariado […]. ¡Qué bueno es que los jóvenes sean “callejeros de la fe”, felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra!” (Evangelii gaudium, 106).

Llega esta jornada en la que toda la comunidad cristiana alarga el horizonte de su mirada para asomarse a nuestro tiempo con los ojos misioneros de tantos hermanos y hermanas nuestros que han dejado familia, tierra y cultura, para ir hasta los confines del mundo a anunciar la Buena Noticia, Jesucristo que en ellos se hizo encontradizo. Estamos llamados a ser valientes callejeros de la fe en la misión cotidiana de ser cristianos en donde creemos, amamos, esperamos y vivimos.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

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