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martes, 29 de agosto de 2017

La Visitación de María y nuestras visitaciones. Por Rodrigo Huerta Migoya

La visita, una obra de caridad que nos enseñó Nuestra Señora

De mi bisabuela María aprendí una costumbre muy cristiana que la Virgen María nos enseñó: las visitas. Cuando yo era niño, recuerdo que mi bisabuela nos encargaba: si vais hacer la compra tomar este billete y me traéis una caja de pastas o dulces, ¿y eso?, preguntaba yo; es que tenemos que hacer una visita... Había que ir a ver a una cuñada que era viuda hacía un año, o a un vecino que se operó, o a una sobrina que tuvo una niña… Eran pequeñas obras de misericordia que ella llevaba muy al día y que no sólo se limitaban al enfermo, sino al que estaba sólo o a cualquiera que a su modo de ver estaba necesitado "una visita". Con los años, cuando ella ya no salía de casa y nos quedábamos solos, siempre me pedía que le marcara el número de alguien al que no podía visitar pero al que ella quería hacerle llegar su cercanía: gente de la familia o lejanos, daba igual, no era capricho sino casi una obligación que ella no podía omitir y le salía del alma.

Otra escena que llevaré siempre grabada fue un día de navidad; iba mi madre con una cazuela, mi padre, mi hermana y yo camino de casa de mi abuela para comer, cuando vimos a un extraño a la entrada de casa. Mi padre y yo nos poníamos en lo peor, pues no sabíamos de dónde había salido aquel extraño hombrecillo que vestía humildemente. Al instante salió mi abuelo y le mandó subir a casa, y cuando llegamos ya estaba mi bisabuela abrazándole y mandándole pasar a salón. Al parecer era un primo de mi abuelo que había quedado huérfano y que sufría un pequeño retraso mental, aunque apenas se le notaba pues conversaba con perfecta normalidad y tenía una memoria prodigiosa cuando hablaba de detalles de la familia. En la familia le habían perdido la pista y mi abuelo lo encontró un día por Gijón, cerca de la pensión en la que residía desde hacía poco. Mi bisabuela al tener noticia, comentó que había que traerlo un día a casa, pues además de bueno y de una vida desgraciada era de la familia. Así la nuestra, como aquella de ''Plácido'', de Berlanga, cumplimos con el dicho de ‘’siente un pobre en su mesa’’, aunque en el trascurro de la comida nos dimos cuenta de que los pobres éramos nosotros, pues él sin tener apenas nada, era el hombre más feliz del mundo con su mínima pensión y su pequeño cuarto en una fonda. Antes de marchar mi bisabuela volvió a darme otra lección cuando la ví casi a escondidas darle dinero (ella siempre hacía estas cosas lo "callando" de todos).

Esa caridad que sólo puede salir de corazones que laten desde el de Jesús, no era algo aislado; prácticamente todas las personas mayores de mi familia, los vecinos y parientes lo hacían. Es triste observar también como ahora en las familias ya no se da con tanta frecuencia aquellas costumbres que nuestros mayores nos legaron. Ahora cada cuál vive en su casa, en su mundo y con sus problemas, por lo que los problemas ya sobran de antemano.

Igualmente recuerdo a una tía bisabuela a la que siempre quise mucho y que se llamaba Ángeles, aunque todos la llamábamos ''tita geles'' y que vivía en Ceares. Aquella mujer nunca me expliqué cómo lo hacía, pero siempre aparecía en el momento preciso tratando de ayudar a todo el mundo. No había enfermo que ella no visitara con un pequeño regalo bajo el brazo; no había funeral y a veces hasta aniversario en el que no apareciese con un ramo de flores; no existía persona que ella conociese y estuviera pasando por un momento delicado ene el que ella no se hiciera presente... era todo bondad, alegría y positivismo. Se quedó viuda muy joven y tuvo que sacar a la familia adelante, incluso se hizo cargo de su suegra con tal amor y dedicación que la gente comentaba ya entonces ''parece más hija que nuera''. Era de esas personas que uno piensa que no podía tener ni enemigos, pues hasta el más lejano que se cruzara en su camino podía acabar recibiendo un turrón, un brazo de gitana o algún que otro dulce de los que ella tan preparaba magistralmente. No había kilómetros ni distancias para la misa que hubiera por alguien; aunque fuera un día corriente allí aparecía Tita Geles con su sonrisa para rezar por ese de la familia. No sólo ofrecía su hombro, sino que con ella estaba garantizada la oración. Estos gestos tan humildes y sencillos son una imitación de lo que María quiso hacer. La Virgen estaba en cinta y era un camino largo el tenía que recorrer para llegar a Casa de Isabel, sin embargo no le importó y fue presurosa allá dónde sabía que podía hacer el bien.

 Sobre este entrañable relato, el Papa Francisco nos regaló una idea en una audiencia durante su primer año de pontificado, donde dijo: « María es modelo de caridad, como vemos en la Visitación, pues ella no sólo ayuda a su prima, sino que le lleva a Cristo, la perfecta alegría que viene del Espíritu y se manifiesta en un amor oblativo. Es modelo también de unión con Cristo, sea en su tarea cotidiana, sea en el camino de la cruz, hasta unirse a Él en el martirio del corazón»

No perder de vista lo que celebramos

Celebrar la fiesta de Santa Isabel no es realmente festejar ni honrar a Santa Isabel, sino a Santa María por Isabel, la santa entre las santas. La Madre de Dios es la protagonista principal, aunque lógicamente la esposa de Zacarías juega también un papel muy relevante en esta escena. Parece algo lógico, pero hoy en día no podemos dar nada por supuesto, pues aunque las fiestas permanecen hay también mucha ignorancia religiosa que acaba elevando a "verdad" lo que no lo es.

No es lo mismo santa, virgen, que Santa Virgen; como tampoco es lo mismo cura, fraile o monje. Una santa es por ejemplo Santa Mónica, pero no es virgen ya que fue madre. Cuando hablamos de la Virgen nos referimos a María Santísima, la única que fue virgen antes, en y después del parto. Y luego nos encontramos santas a las que calificamos de vírgenes por su castidad ante el martirio o consagración religiosa, dos casos podrían ser por ejemplo Santa Lucía por un lado y Santa Teresa por 
otro. Por eso en nuestro tiempo es muy importante tener algo de cultura religiosa para poder opinar en estos temas.

¿Quién es entonces el personaje protagonista de esta Fiesta? Pues yo decía que María, pero va ser que ni tan siquiera, pues hay "un pequeño sujeto" que aunque no omitido sí aparece escondido en el vientre de su madre, y este es Cristo. Es el Señor que a través de su madre se encuentra con su primo el precursor, que salta de alegría en el seno de Santa Isabel. El Altísimo frente al profeta del Altísimo, como había cantado su Padre en el Benedictus.

La bendición de madres gestantes en la pastoral arciprestal

Durante el pasado curso los sacerdotes de Oviedo pusieron sobre la mesa la situación actual de la pastoral del bautismo de párvulos. Después de haber madurado el tema a fondo hicieron público un documento orientativo con el subtitulo ‘’Hacia un itinerario común en el arciprestazgo de Oviedo’’. En dicho texto nacido a la luz del vigente directorio de Catequesis de la Archidiócesis de Oviedo se habla de los momentos del acompañamiento de la Iglesia en una ocasión tan primordial como es el nacimiento para Cristo por el bautismo.

Curiosamente, en dicha reflexión pastoral se señala un momento previo a tener presente, como sería la bendición de las madres gestantes. Dice el texto lo siguiente: ‘’Si bien es cierto que habitualmente cuando se solicita el bautismo el niño ya ha nacido, esta bendición no deja de ser una oferta altamente significativa para toda la comunidad en cuanto partícipe de la alegría de la vida que es don de Dios’’.

‘’En el bendicional está previsto el rito de bendición de las madres antes del parto donde se encomienda una especial protección a la Virgen María’’.

‘’Ofertarlo en la información parroquial haciendo el llamamiento de forma regular y constante’’.

‘’Procurar que la celebración no sea privada. Es mejor en el marco de las celebraciones habituales de la parroquia que expresen la acogida, alegría y apoyo de toda la comunidad’’.

En nuestra parroquia desde hace ya siete años venimos celebrando precisamente esto: la bendición de las madres gestantes, en el marco de la fiesta grande en la que pedimos a Nuestra Señora de la Visitación y a Santa Isabel que intercedan por las futuras madres, ayudándolas especialmente en el momento de dar a luz y en la educación cristiana de sus hijos.

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