Queridos hermanos y hermanas: paz y bien.
Tengo una remembranza misionera que me presta recordar con todos vosotros, cuando por primera vez me acerqué a uno de los puntos de misión diocesana que tenemos en este momento: Benín. Efectivamente, hace cinco años fui por primera vez a nuestra misión diocesana de Bembereké. Hice un pequeño diario de aquella visita inolvidable. Iba vacunado para casi todo, pero no para Dios, y estaba dispuesto a que me “contagiase” sorprendiéndome en cada momento y en cada rincón. Al final de aquel periplo misionero puedo decir que realmente el Señor supo sorprenderme cuando me permitió asomarme a tantas realidades, rostros, desafíos, que hacían que ya no pudiese ver mi cotidiana aventura del mismo modo. Fue una gracia de Dios.
No es la impresión fugaz de algo impresionante. Es algo que queda grabado a fuego dentro de tu alma, y que no puedes olvidar ni quieres. Dios tiene piel negra. Dios tiene problemas de agua, de alimento y de vivienda. Dios necesita tener iglesias. Dios quiere ser educado en aquellas lenguas, con esa cultura, con esos modos y maneras. Dios tiene una gracia que repartir a aquellos sus hijos, y una Buena Nueva que contarles. Dios está allí… y en aquellos hermanos nuestros nos espera.
Doy gracias al Señor y me pongo bajo la mirada de nuestra Santina de Covadonga, para que esta dimensión misionera de nuestra Iglesia Diocesana de Oviedo, despierte el compromiso evangélico más puro y más generoso y sincero. No se nos pide dar lo que nos sobra, sino incluso aquello que estamos necesitando para nosotros mismos. Como la pobre viuda del Evangelio, cuyo gesto no pasó desapercibido a los ojos de Jesucristo.
Por eso, en los diversos lugares donde la diócesis de Oviedo alarga su presencia misionera a través de vosotros nuestros hermanos y hermanas que habiendo nacido en Asturias, habiendo recibido la fe en nuestra tierra y crecido en ella, llegó un momento en el que os sentisteis llamados y enviados para llevar el Evangelio de Jesucristo allá a donde la Providencia divina os fuera enviando.
Bembereké es una realidad, muy querida, pero no es la única en la que tenemos misioneros y misioneras asturianos llevando la Buena Noticia. La gratitud se dilata hacia cada uno de estos hermanos nuestros y damos gracias rendidas al buen Dios por su entrega mantenida en el tiempo en tantos lugares de nuestro universo mundo: América, Asia y África son los espacios en los que ellos viven misioneramente la fe, la caridad y la esperanza de la entrega cristiana.
Quiera el Señor mantener en todos vosotros la ilusión del primer momento y la lozana disponibilidad de quien como Abraham dejó su tierra para aventurarse como peregrinos a ir hacia la tierra que el Señor siempre muestra como camino. En este día de recuerdo de nuestra Misión Diocesana, pedimos a San Melchor de Quirós que os de fortaleza espiritual para seguir escribiendo con la tinta de Dios esa página misionera de nuestra Diócesis.
El Señor ha estado grande. Nosotros estamos contentos. Él os bendiga y os guarde.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
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