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lunes, 10 de julio de 2017

Los obispos buscan soluciones a la escasez de sacerdote

(Alfa y Omega) Hace unas semanas el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) apuntaba un dato preocupante. En nuestro país mueren más personas de las que nacen. Algo parecido ocurre con el clero. Desde hace ya varios años, fallecen más sacerdotes de los que se ordenan. Y los que ejercen actualmente el ministerio tienen una edad media de 65 años. En algunas diócesis como San Sebastián o Solsona superan incluso los 70. Los pronósticos más pesimistas auguran que en cinco años habrá diócesis que no podrán atender a los fieles por el envejecimiento de los sacerdotes. El relevo generacional tampoco está del todo garantizado. En las últimas dos décadas, la cifra de seminaristas mayores se ha mantenido con algunos altibajos. De los 1.997 aspirantes que había en el curso 1990-91 se ha pasado a 1.242 en 2016. Cada año se ordenan entre 120 y 150 nuevos sacerdotes.

Lejos del pesimismo, los obispos llevan tiempo buscando una respuesta coordinada a esta necesidad. Con ese objetivo, han dedicado sus últimas Asambleas Plenarias a estudiar un informe sobre la redistribución del clero. «Existe un deseo de colaboración entre las diócesis, y por lo tanto, entre los obispos», asegura a ABC el director de la Comisión Episcopal del Clero, Juan Carlos Mateos González.

Acuciante en diócesis rurales

Para este sacerdote toledano, la escasez de presbíteros «no se puede generalizar». «Hay diócesis, quizás las más rurales, en las que este problema es más acuciante, pero también hay que recordar que son zonas más despobladas. En los núcleos urbanos, en cambio, no suele haber falta de atención pastoral», apunta. Entre las diócesis más afectadas por la falta de clero figuran algunas de Cataluña —como Solsona, Urgell o Vic— el País Vasco y Castilla y León.

Según los datos de la Conferencia Episcopal, en algunas diócesis como Lugo, Burgos o Barbastro el número de parroquias es sensiblemente superior al de sacerdotes. En otras, en cambio —como Madrid, Jaén o Valencia—hay más presbíteros que parroquias.

Para buscar una solución a estos desequilibrios, los obispos han puesto sobre la mesa una singular propuesta: que las diócesis que cuentan con más presbíteros cedan sus ministros a las que más los necesitan. «Si les preguntamos a los obispos, a todos les faltan sacerdotes, pero el tono del documento refleja una sana colaboración. Otra cosa es la práctica, porque hay que tener mucho tiento para buscar a aquellos sacerdotes que tengan el deseo de insertarse en una diócesis nueva, asumiendo el proyecto pastoral de esa zona», apunta el padre Mateos.

Algunas han sido pioneras en este sentido, como Sigüenza-Guadalajara que antaño cedió sacerdotes a Madrid o Sevilla. Ese camino ahora es seguido por Valencia y Toledo. En los últimos años solo la diócesis toledana «ha exportado» más de 170 sacerdotes, tanto a otras diócesis de España como al extranjero. «Hay que ir dando pasos porque funcionamos todavía con el concepto de las diócesis cuando a lo mejor tendríamos que trabajar en una clave más eclesial o más supradiocesana», afirma el director de la comisión.

La llegada de sacerdotes extranjeros es otra de las nuevas medidas puestas en marcha. En los últimos años, cerca de 1.500 presbíteros procedentes de otras latitudes se han incorporado a las parroquias españolas. Algunos llegan a nuestro país enviados por sus respectivas diócesis para estudiar en nuestras universidades o por petición de un obispo español. «Los prelados de ambas diócesis firman un convenio en el que se especifica la tarea que realizará el sacerdote y el plazo de tiempo que permanecerá en España. Es una realidad que va creciendo año tras año», apunta el padre Mateos.

500 diáconos permanentes

Sin embargo, la medida más novedosa son los diáconos permanentes. Laicos casados y con una profesión que se forman para poder realizar tareas tan importantes como administrar el bautismo, celebrar la Liturgia de la Palabra, las exequias o los matrimonios. En España ya hay más de 500, además de otros 80 que se encuentran en la etapa de formación.

Pese a que el sacerdocio se ha convertido en un vocación con plazas disponibles, el padre Mateos está convencido de que «la mirada más objetiva» tiene que ser la de la «esperanza». «Hay muchos jóvenes que todavía se entusiasman por el seguimiento del Señor».

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