(Álvaro Real / Aleteia) El Papa Francisco, durante su tradicional rezo del Ángelus reflexionó sobre dos parábolas: la del tesoro escondido y la de la perla preciosa. “En el primer caso se trata de un campesino que casualmente se tropieza con un tesoro escondido en el campo donde está trabajando. No siendo el campo de su propiedad tiene que comprarlo si quiere adueñarse del tesoro. Por tanto decide arriesgar todo lo que tiene para no perder una ocasión tan excepcional. En el segundo caso encontramos a un comerciante de perlas preciosas. Él, como experto conocedor, ha localizado una perla de gran valor. También decide apostarlo todo por aquella perla hasta vender todas las demás”.
En su intervención destacó dos características que se refieren a poseer el Reino de Dios: “La búsqueda y el sacrificio”.
Actitud de búsqueda para encontrar a Dios
“El Reino de Dios se ha ofrecido a todos pero no se ha puesto a disposición en bandeja de plata, requiere un dinamismo. Se trata de buscar, de caminar, de hacer. La actitud de búsqueda es la condición esencial para encontrar”, añadió el Papa.
No obstante para que estor se produzca “hace falta que el corazón arda en deseo de alcanzar el bien preciado, es decir, el Reino de Dios que se hace presente en la persona de Jesús. Él es el tesoro escondido, él es la perla de gran valor. Él es el descubrimiento fundamental que puede dar un cambio decisivo a nuestra vida llenándola de significado”.
Sacrificios que pide el tesoro encontrado
Cuando los dos protagonistas descubren lo inesperado, “les conduce a una decisión que implica sacrificio, separación y renuncia”, afirmó el Papa: “Cuando el tesoro y la perla son descubiertos, es decir cuando hemos encontrado al Señor, es necesario no dejar estéril este descubrimiento sino sacrificar por él cualquier otra cosa. No se trata de despreciar el resto sino de subordinarlo a Jesús poniéndolo a Él en primer lugar”.
“El discípulo de Cristo no es uno que se priva de lo esencial. Es uno que ha encontrado mucho más”, añadió Papa Francisco: “Ha encontrado la alegría plena que solo el Señor puede dar. Es la alegría evangélica de los enfermos curados, de los pecadores perdonados, del ladrón al que se le abre la puerta del paraíso”.
Finalizó su intervención mostrando que “la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de quienes se encuentran con Jesús. Aquellos que se dejan salvar por Él son libres del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesúcristo siempre nace y renace la alegría”.
Acabar con la trata de personas
Tras el rezo del Ángelus, Papa recordó que hoy es la Jornada Mundial contra la trata de personas, promovida por las Naciones Unidas. “Cada año miles de hombres, mujeres y niños son víctimas inocentes de la explotación laboral y sexual y del tráfico de órganos. Deseo llamar al compromiso de todos para que esta lacra aberrante, esta esclavitud moderna, sea adecuadamente combatida. Recemos juntos a la Virgen María para que sostenga a las víctimas de la trata y convierta el corazón de los traficantes”.
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