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miércoles, 19 de julio de 2017

De campamentos, campos de trabajo y otros asuntos

Con las olas de calor ha llegado el verano de modo anticipado y con él los encuentros de campamentos, campos de trabajo, presencia misionera en mundo rural y en el tercer mundo… Este tiempo de verano ofrece muchas posibilidades para aprender, compartir, y ver la vida con otros ojos. Los jóvenes aprenderán a ser más tolerantes, mas fraternos, a convivir con personas que no son de su entorno, harán nuevos amigos, nuevas sensibilidades, compartirán juegos y actividades y se tomaran sus vidas en las manos desde el silencio, vivirán nuevas y enriquecedoras experiencias de vida y misión. Otro de los objetivos de estas experiencias es el contacto con la naturaleza, con la gente sencilla, la práctica del deporte y del juego, sin olvidar el trabajo manual que tanto educa.

Aprenderán a colaborar con los demás y se respetaran mejor, conociéndose mutuamente, trataran de controlar comportamientos inadecuados y potenciaran aspectos que les ayudaran a la convivencia con los otros. Este tipo de encuentros exige la aceptación y el cumplimiento de ciertas normas de convivencia, de hábitos saludables, de higiene y alimentación, de orden y limpieza de lo que se habita y del entorno de la naturaleza con la que convivimos. Experiencias que serán muy útiles cuando vuelvan a la vida cotidiana.

Las experiencias con jóvenes en verano sea en campamentos, campos de trabajo… son un ámbito de la educación no formal o reglada, en la que se desarrollan las habilidades sociales y espirituales, la autonomía de los jóvenes y su capacidad de relacionarse y de abrirse a los demás. Ahora bien para que todo estos sea así es preciso desprenderse de “las nuevas adicciones” como el móvil, internet, música al oído, audio… lo que llamamos “las nuevas tecnologías”, que solo se utilizaran como recurso avalado por los monitores, animadores y agentes de pastoral. Se trata de vivir desde una experiencia personal y comunitaria alejada de la práctica común de nuestros jóvenes y que los padres deben facilitar para que disfruten de lo que viven y no estén siempre enganchados con el exterior y puedan vivir por dentro lo que acontece en vida de estos grupos, comunidades, lugares de encuentro. No es preciso informar a los padres de cada paso que den, y seguro que así estarán esperando la vuelta, con ganas de escuchar las historias vividas. En algún encuentro de esta índole se ha optado por requisar los móviles o al menos limitar las llamadas en algún momento del día no pasando de cinco minutos por jornada. Ya sé que para algunos esta alternativa les parezca un tanto exagerada, pero es que si no “paramos”, para qué nos apuntamos a estas dinámicas de verano si no es para vivir experiencias nuevas que normalmente no utilizamos durante el curso. Creo que es muy educativo y curativo utilizar todo y solo lo que se necesario para vivir de lo imprescindible y animar a realizar proyectos alternativos para la vida. A eso llamo yo salir de la rutina y vivir de lo preciso sin que nos falte lo necesario, dejando a un lado lo prescindible.

Los animadores deben de tener claro algunos elementos fundamentales en los que incidir: la vida comunitaria, el cuidado de la naturaleza por franciscanos y habitantes del planeta tierra, el deporte y la actividad física, sin olvidar el realizar las pequeñas tareas domesticas que tanto ayudan a crecer: limpiar, pintar, cocinar, cultivar, adecentar… Todo esto se debe hacer como oportunidad de desarrollo personal y comunitario, y de donación y entrega en el servicio que tenemos encomendado. Es imprescindible ejercitar la paciencia y la capacidad de escucha, al tiempo que ayuda a apreciar la belleza de las pequeñas cosas. Todo esto sostenido por una experiencia mística de encuentro con Dios y con los hermanos, sabiéndonos transmisores de la Alegría del Evangelio.

Severino Calderón Martínez, ofm

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