Basílica de San Juan el
Real
‘’Del derroche y
el consumismo
a la austeridad’’
a la austeridad’’
En esta recta final para celebrar la Natividad de San Juan el próximo día 24, nos reunimos en torno a la mesa del altar para celebrar el misterio de nuestra fe. Quiere ayudarnos este novenario y predisponernos para vivir con mayor intensidad la fiesta patronal de la Parroquia, a la vez que nos adentramos con mayor entusiasmo en ciertos aspectos de la vida de Juan dignos de ser contemplados.
Antes de centrar la atenión en el tema que nos ocupa, no quisiera omitir a otro Santo, hoy por derecho propio: San Luis Gonzaga, al que la Iglesia celebra en la liturgia propia del día. San Luis, por sus virtudes, recibió una gracia muy especial: conocer el día de su muerte, la cual tuvo lugar la semana después del Corpus, en vísperas del Corazón de Jesús. Por lo que “el pleno” del aniversario de esta santidad nos puede ayudar también a reflexionar y reconocer en el espejo y reflejo de los santos las gracias que Dios tiene con nosotros y que nos han de ayudar a seguir fieles en su camino, ahora y en la hora de nuestra muerte.
En cuanto a la propuesta de reflexión para este día de la Novena, sin ser especialmente perspicaces observaremos que en los medios, tertulias y sobremesas, hay últimamente un tema recurrente: “la crisis”. Pero a mí hay algo que no me acaba de cuadrar en esta ecuación. Es cierto que los últimos años en general han sido muy duros en la economía de muchas familias: el Paro, la inestabilidad y la precariedad laboral, han empobrecido a una sociedad que, resignada y enfadada viendo al tiempo las corruptelas de políticos y gobernantes de toda pátina, pelaje y color, trata de sobrellevar el momento agarrándose a lo que puede.
Retrotrayéndome a mi infancia y adolescencia, no puedo olvidar los malabarismos de mi madre para llegar a fin de mes, la cual pasó toda la vida desde niña trabajando y, pese a ello, la vida entera “en crisis”. Si hoy en día no todos los sueldos son buenos (según los casos y empleos) antes eran más bien ridículos, y, además, se estaba también a las arbitrariedades del jefecillo de turno y a las “cacicadas” de los de arriba, de los de en medio y de los de al lado. A día de hoy, yo no sé si esto lo han resuelto ya los omnipresentes sindicatos, o creo que incluso a pesar de ellos, se repite la historia como en un maléfico círculo vicioso de recorrido cíclico.
En aquellos tiempos hasta los calcetines y la mismísima ropa interior pasaban de generación en generación, y mucha gente no sabía lo que era un coche en la familia. Hoy los niños eligen sus marcas de ropa y deportivos consultándolo por internet desde su “Smartphone” -¡y diles tú que no!-. No existían las prestaciones por desempleo ni las pensiones no contributivas; no había ayudas familiares ni asistencias sociales o prestaciones por minusvalías. Tampoco subvenciones o incentivos por determinadas precariedades familiares, personales o sociales…. de esta historia y su implicación en ella bien podrían hablar algunos curas y monjas de esa época y la misma Iglesia en general.
A la fecha (todavía de forma insuficiente) hay de todo, y, sin embargo, todo el mundo se queja de “la crisis”. Una crisis que yo no acabo de entender muy bien, y en la que como decíamos anteriormente, falla algo. Todos vemos cómo en todas las grandes superficies comerciales como es casi imposible aparcar o caminar, no ya en Navidad o fechas señaladas, sino cualquier fin de semana o “puente”. Todas las tiendas y restaurantes están llenos e incluso haciendo colas; las agencias de viaje no dan abasto y a la menor oportunidad los hoteles, casas rurales y restaurantes, rondan la ocupación total: ¿Dónde está pues, la crisis?; ¿seguirá siendo sólo mi madre?...
Los bancos ya no dan créditos como antes, y hasta se desmoronan por muy “populares” que sean; las hipotecas siguen estando ahí, y, pese a todo, nadie se queda en casa sin su fiesta. Y, particularmente en los meses de Mayo y Junio no habrá mucho que añadir -porque todo está dicho ya- sobre el montaje que apareja las “Primeras Comuniones”… Algo falla pues o alguien miente, o tal vez falla todo y muchos mienten… Quizá en una búsqueda honesta de respuestas al respecto, podríamos encontrarlas en otra crisis mucho más profunda, origen y “madre” de todas las crisis familiares, sociales y económicas: La Crisis de valores humanos, morales y cristianos. Cuando los cimientos y principios básicos de nuestra cultura cristiana occidental se contaminan de un mundo materialista y “sin corazón”, los valores humanos y morales también se tambalean al parapetarnos tras un relativismo que hace que vivamos en un constante “sálvese quien pueda” y en una huída hacia delante instalada en un hedonismo ramplón y de vuelo gallináceo.
En contraposición a este triste panorama, la enseñanza que vuestro Santo Patrón nos presenta hoy es la de austeridad cómo modelo de vida cristiana ante las tentaciones que la sociedad actual nos presenta.
El Papa Francisco define el consumismo como una intoxicación y una esclavitud, cuyo impulso al derroche nos lleva a vivir de forma incoherente nuestro compromiso con el Evangelio. En su encíclica “Laudato Si” -por algunos considerada como la última gran aportación y actualización a la doctrina social de la Iglesia- el Santo Padre nos ha regalado valiosas enseñanzas sobre la actualidad del consumismo y cómo ha de ser la postura cristiana frente a ella.
San Juan salió de sí mismo y se retiró al desierto, convirtiéndose ya entonces para los primeros eremitas y anacoretas en el modelo del perfecto ascetismo. Algunos aspectos clave de su vida nos han de interpelar al respecto:
Vestía con Piel de camello, y por lo visto era suficiente. Se alimentaba de miel silvestre y saltamontes, y, sobre todo, el concepto que tenía de sí mismo, a pesar de haberse dicho de él que era el mayor hombre nacido de mujer y ser confundido incluso con el Mesías. Su respuesta es clara: Yo no soy quien pensáis; yo no soy digno de desatarle la correa de la sandalia…
Hoy nadie nos pide vestir con piel de camello, comer saltamontes ni vociferar por las plazas; nuestro modelo de fe ha de estar sustentado en el equilibrio entre nuestro vivir y nuestro creer.
San Juan Pablo II, en una catequesis del jubileo del año 2000 aludía a esta realidad proponiendo la imitación de nuestro Santo al que definió así: ‘’¿Quién es Juan Bautista?: Es, ante todo, un creyente comprometido personalmente en un exigente camino espiritual, fundado en la escucha atenta y constante de la palabra de salvación. Además, testimonia un estilo de vida desprendido y pobre; demuestra gran valentía al proclamar a todos la voluntad de Dios hasta sus últimas consecuencias. No cede a la tentación fácil de desempeñar un papel destacado, sino que, con humildad, se abaja a sí mismo’’.
Agradezco a D. Javier que me haya invitado hoy a celebrar aquí, donde vengo con mucho gusto, pues ya en mis años de seminarista vine a dar testimonio con motivo de la campaña del Seminario, pero sobre todo recuerdo una anécdota de esas que circulan poniendo etiquetas, la cual, al poco de llegar a mi Parroquia de Lugones, vine aquí a concelebrar el funeral del hermano de una de las religiosas que colaboraba entonces en mi parroquia. Conmigo en el coche vinieron varios feligreses. Aparcamos y cuando estábamos llegando a la entrada del templo uno de ellos le dijo socarrón al otro: ¿traes la visa? A lo que el otro respondió: ¿la visa, no, por qué? contestándole éste: es que aquí no se pasa la cesta sino datáfono…
Lo que quiero traer a colación es que a veces todos tenemos que cargar con nuestros ‘’Sambenitos’’ que finalmente tampoco se corresponden mucho con la realidad, pero particularmente para los feligreses de esta Parroquia San Juan es el modelo y referente que invita a la coherencia de vida cristiana desde la austeridad.
Termino felicitando a toda esta Comunidad Parroquial que en pocos días celebraréis la Fiesta grande de esta querida Basílica, la cual luce más que nunca por las múltiples y evidentes obras de mejora llevadas a cabo desde que D. Javier como Pastor eficaz se hizo cargo de la misma como evidencian las hermosas y recientes pinturas de la Capilla de San José. De todo corazón mi enhorabuena y felicitación.
Que el Santo del Jordán siga intercediendo por esta su familia desde el Cielo, en especial por los enfermos que se hacen presentes en esta fiesta y Novena y por vuestros difuntos a través de la comunión de los Santos.
Que por intercesión de San Juan Bautista el Señor os bendiga, os guarde de todo mal y os lleve a la vida eterna.
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