(Carii Filii) Este jueves se entregaron en Madrid los Premios Cari Filii 2017, ya en su sexta edición, en un acto que contó con la presencia del arzobispo de Oviedo.
"María no es un apéndice tierno y generoso, sino que representa lo que algún teólogo italiano ha denominado el método de Dios, su manera de venir a nosotros y de salvarnos", señaló monseñor Jesús Sanz Montes al inicio de su intervención.
La mediación de una madre
Tomó la palabra a continuación monseñor Sanz Montes en torno a María y su mediación en las bodas de la vida, título escogido para su charla.
Cuando oramos a María en la Salve Regina como "abogada nuestra mientras vivimos en un valle de lágrimas", afirmó monseñor Sanz al empezar su exhortación sobre la mediación de Nuestra Señora, "no se trata de una plegaria derrotista y desesperanzada, sino de la oración humilde que se eleva a quien puede acompañarnos como verdadera Madre, pues como hijos suyos fuimos engendrados en la persona del apóstol Juan al pie del Calvario".
Esa "función mediadora" es nuestra "ayuda, luz y consuelo" en virtud de "la gracia que el Señor nos regala a través de ella".
El arzobispo de Oviedo quiso dibujar "tres trazos" sobre el "lienzo" que constituía su conferencia, sendas evocaciones de la Anunciación, de la Visitación y de las bodas de Caná. Nuestra Madre, "cobijo en medio de todas nuestras intemperies" es, sintetizaría después, "la que hizo imposible lo que parecía imposible, la que salió al encuentro llevando el tesoro de Jesús, la que está atenta sin ninguna distracción ante los vinos que nos faltan".
"María representa todo esto, el horizonte y la acogida. ¿Quién no necesita de esto en su vida?", reflexionó el prelado, madrileño de origen, aprovechando para explicar que es eso también lo que van a buscar a Covadonga los devotos de la Santina, en un entorno natural cuyo impacto en el alma describió con bello estilo poético.
"Verdad que no traiciona, bondad que jamás se envilece, belleza para siempre lozana": eso es lo que trae la Virgen a nuestra vida, como María llevó, al encuentro con su prima Isabel, su mejor tesoro, el Niño que llevaba dentro. Es lo que debemos llevar nosotros también al encuentro con los demás, y no "lo peor de nosotros mismos", como hacemos en ocasiones. Pero con ello "no podremos construir algo que valga la pena para el bien común y para el bien personal y que dé gloria al Señor nuestro Dios", advirtió el obispo.
Al contrario, nosotros hemos de llevar el "consuelo de paz que levanta nuestra esperanza", como en las bodas de Caná, "donde María estuvo presente con una mediación que la consagró para siempre como mediadora de la gracia y consuelo de los afligidos". Al ordenar a los sirvientes aquel "Haced lo que Él os diga" que transformó el agua en vino, María "les propone lo que, en el fondo, ha sido su vida entera, algo que no le es extraño, ni prestado ni aprendido, la entraña de su actitud ante Dios, lo que ella desde siempre ha vivido".
¿Y qué vino es ese que se transforma por su petición, "el vino que falta en nuestro mundo, en estas bodas que es nuestra vida misa"? Es "el vino de la paz, el de la ternura, el vino del cariño y la comprensión, el vino de la esperanza y del amor... el vino de la fe".
"Cuando faltan estos vinos", prolongó el símil monseñor Sanz Montes, "la vida se avinagra, porque no es igual brindar con vino generoso que tiene denominación de origen de las viñas de Dios que hacerlo con el licor tramposo de nuestros egoísmos, nuestras pretensiones e intereses, de las cosas que tienen nuestro pobre horizonte y nuestra mezquina medida". Frente a esas "aguas insalubres e insípidas del endurecimiento, las desconfianzas y las rencillas", necesitamos "un vino generoso, el vino del amor y la esperanza, que germina en la fe".
"Solo en este caso, y sin que sirva de preferencia, preferimos el vino a la sidrina asturiana", bromeó el arzobispo de Oviedo.
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