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viernes, 16 de junio de 2017

Intenciones de Misa, entre cielo y tierra. Por Rodrigo Huerta Migoya

Una evidencia del negativo influjo de algunas “modernas” corrientes de pensamiento en el ámbito religioso y celebrativo, se hacen presente en los detalles más sencillos del día a día. Es el caso de las intenciones de Misa, que han perdido su motivo de ser para convertirse hoy en una especie de consumo pagano con el que adormecer la conciencia y otras cuotas de egolatría que ponen de manifiesto que muchos no saben de qué va esto.
La Iglesia en España a día de hoy no se ha pronunciado, por lo cual, a lo largo y ancho de nuestra geografía religiosa, podemos encontrar todo tipo de criterios a la hora de abordar el tema  de las intenciones de misa. Cada maestrillo tiene su librillo como cada parroquia sus normas, pero, ¿Qué mínimo y qué máximo es el que se debería tener en cuenta en las fundaciones e intenciones de Misas?...

Pongamos algunos casos a comparar:
1º Parroquias donde se anuncia la intención pero no se nombran a los difuntos
2º Parroquias donde sólo se cita el nombre
3º Parroquias donde se cita nombre y apellidos (en otras hasta “el mote”)
4º Parroquias donde se cita, además, la persona que ofrece esa Misa

Todo esto no es nuevo y cada sacerdote tendrá sus razones para hacerlo de una forma u otra, pero nadie puede negar el evidente pulso entre lo que los fieles deberían tener claro y la buena intención del sacerdote por agradar a los fieles.
El planteamiento de anunciar las intenciones de la misa en la cartelera de la Iglesia es lo correcto, sin necesidad de anunciar (y repetir) el nombre. Ahora bien, quizás es pedir demasiado y algunos/as les sepa “a poco”. Un párroco respondía así a una feligresa que al respecto se quejaba, diciéndole: ¿es que su fe esta pequeña para creer que Dios no se entera de que pedimos por su familiar si no repitamos su nombre por el micro bien alto unas cuantas veces?: ¿Está acaso sordo Dios?...

Algo así ocurre en las Parroquias donde si sólo se dice el nombre “no vale”. En las algunas ciudades, por ejemplo, se comprueba cómo los fieles hacen sus particulares ‘’peregrinatio’’ porque los frailes de su parroquia no dicen los apellidos o porque mi párroco sólo los nombra una vez… entonces, cuando quieren ofrecer una misa van a Don Citano que dice el nombre, el apellido, la causa de la muerte si hace falta y añade “que en gloria estea”.

Pero si además de todo esto se permite el disco particularmente dedicado como dice un cura amigo; es decir, por Pepita Gil Gil a intención de Maruja Pérez, ya la parroquia no es buena, sino la mejor. Y si encima, donde todos se conocen y se pueden enterar bien, además, de que pagó la misa Menganita, ¡mucho mejor!... Luego, a la salida, algo habrá que decir de lo desinteresada y caritativa que fue esta vecina y lo mala que es la familia, que desde que murió no le celebró ni el “cabodeaño”.

Y no falta  en el Sainete el personaje que comenta lo malo es este cura, que el día de la fiesta, (Corpus, Ramos, Navidad, Reyes, Pascua… es decir, los días con “chicha” y mayor relevancia litúrgica -y social-  no nos deja apuntar misas pro-lucimiento y distinción…

En fin, estas ínfimas y un tanto caricaturizadas realidades, parece que no tienen mucha importancia pero, por desgracia, en el quehacer pastoral cotidiano son una triste realidad que hay que sortear como un campo de minas sin pasarse ni quedarse corto en ciertos criterios desmedidos, de lo cual se desprende la necesidad de mucha catequesis para que los fieles entiendan lo que realmente significa el ofrecimiento, la intención y la vivencia de la Santa Misa. 

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