Una evidencia del negativo influjo de algunas “modernas” corrientes de
pensamiento en el ámbito religioso y celebrativo, se hacen presente en los
detalles más sencillos del día a día. Es el caso de las intenciones de Misa,
que han perdido su motivo de ser para convertirse hoy en una especie de consumo
pagano con el que adormecer la conciencia y otras cuotas de egolatría que ponen
de manifiesto que muchos no saben de qué va esto.
La Iglesia en España a día de hoy no se ha pronunciado, por lo cual, a lo
largo y ancho de nuestra geografía religiosa, podemos encontrar todo tipo de
criterios a la hora de abordar el tema
de las intenciones de misa. Cada maestrillo tiene su librillo como cada
parroquia sus normas, pero, ¿Qué mínimo y qué máximo es el que se debería tener
en cuenta en las fundaciones e intenciones de Misas?...
Pongamos algunos casos a comparar:
1º Parroquias donde se anuncia la intención pero no se nombran a los difuntos
2º Parroquias donde sólo se cita el nombre
3º Parroquias donde se cita nombre y apellidos (en otras hasta “el mote”)
4º Parroquias donde se cita, además, la persona que ofrece esa Misa
Todo esto no es nuevo y cada sacerdote tendrá sus razones para hacerlo de
una forma u otra, pero nadie puede negar el evidente pulso entre lo que los
fieles deberían tener claro y la buena intención del sacerdote por agradar a los fieles.
El planteamiento de anunciar las intenciones de la misa en la cartelera de
la Iglesia es lo correcto, sin necesidad de anunciar (y repetir) el nombre. Ahora
bien, quizás es pedir demasiado y algunos/as les sepa “a poco”. Un párroco respondía
así a una feligresa que al respecto se quejaba, diciéndole: ¿es que su fe esta pequeña para creer que
Dios no se entera de que pedimos por su familiar si no repitamos su nombre por
el micro bien alto unas cuantas veces?: ¿Está acaso sordo Dios?...
Algo así ocurre en las Parroquias donde si sólo se dice el nombre “no vale”.
En las algunas ciudades, por ejemplo, se comprueba cómo los fieles hacen sus
particulares ‘’peregrinatio’’ porque los frailes de su parroquia no dicen los
apellidos o porque mi párroco sólo los nombra una vez… entonces, cuando quieren
ofrecer una misa van a Don Citano que dice el nombre, el apellido, la causa de
la muerte si hace falta y añade “que en gloria estea”.
Pero si además de todo esto se permite el disco particularmente dedicado
como dice un cura amigo; es decir, por
Pepita Gil Gil a intención de Maruja Pérez, ya la parroquia no es buena,
sino la mejor. Y si encima, donde todos se conocen y se pueden enterar bien,
además, de que pagó la misa Menganita, ¡mucho mejor!... Luego, a la salida,
algo habrá que decir de lo desinteresada y caritativa que fue esta vecina y lo mala que es
la familia, que desde que murió no le celebró ni el “cabodeaño”.
Y no falta en el Sainete el
personaje que comenta lo malo es este cura, que el día de la fiesta, (Corpus, Ramos,
Navidad, Reyes, Pascua… es decir, los días con “chicha” y mayor relevancia
litúrgica -y social- no nos deja apuntar misas
pro-lucimiento y distinción…
En fin, estas ínfimas y un tanto caricaturizadas realidades, parece que no tienen
mucha importancia pero, por desgracia, en el quehacer pastoral cotidiano son
una triste realidad que hay que sortear como un campo de minas sin pasarse ni
quedarse corto en ciertos criterios desmedidos, de lo cual se desprende la necesidad de
mucha catequesis para que los fieles entiendan lo que realmente significa el
ofrecimiento, la intención y la vivencia de la Santa Misa.
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