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viernes, 31 de marzo de 2017

Un nuevo intercesor en puertas. Por Rodrigo Huerta Migoya


El pasado día 23 de Marzo, el Santo Padre el Papa Francisco reconocía las virtudes heroicas del mártir P. José María Fernández Sánchez, cuyo nombre encabeza la causa compuesta por él como titular, junto a treinta y ocho compañeros mártires.

El Padre José María nació en Oviedo un diecinueve de enero de mil ochocientos setenta y cinco.
Recibió las aguas del bautismo en la Parroquia de San Isidoro el Real y pasa su infancia y juventud en su ciudad natal, donde cursa los estudios básicos. Con apenas 20 años, en 1895, ingresa en la Congregación de la Misión (PP. Paules) de Madrid, en el Noviciado que entonces se encontraba en el barrio de Chamberí; a partir del año siguiente, con la fundación de la Casa de Hortaleza, los filósofos pasarían a dicha comunidad que pronto se convertiría en el nuevo noviciado. Concluye sus estudios haciendo su profesión solemne el 25 de abril de 1897 siendo ordenado sacerdote al año siguiente, un 18 de Octubre de 1898.

 No nos puede parecer raro que un religioso paúl sea formador de otro novicio paúl; sin embargo, lo que sí nos resulta extraño es que a un religioso se le encomiende la preparación de los futuros sacerdotes seculares. Ciertamente, fue un momento concreto en la vida de la Iglesia entre finales del siglo XIX y principios del XX cuando los obispos de España (como también ocurrirá en otras latitudes) prescindan del clero diocesano en la formación de los seminaristas para confiar la dirección de los seminarios a congregaciones y fraternidades como los paules, los operarios etc... En Oviedo, por ejemplo, parece que fue en torno a 1900 cuando Monseñor Fray Ramón Martinez Vigil O.P., acuerda con los hijos de San Vicente de Paúl no sólo el gobierno del seminario ovetense sino también las tandas de ejercicios y formación del clero. Así, durante veintitrés años este buen religioso "carbayón" se dedicaría a la formación de los futuros sacerdotes, impartiendo las materias de Filosofía, Teología y Derecho, en Madrid. En 1821 será destinado a la India como Vicevisitador, donde permanecerá siete años.

A su regreso a España en 1928, es destinado a su querida ciudad natal donde durante tres años será el director espiritual, trabajando en equipo con otros compañeros de congregación que en fechas cercanas a su muerte también darían testimonio de su fe en nuestro suelo.

En 1931 es trasladado a Madrid, donde su labor más reconocida sería la desempeñada en la Comunidad que los Padres Paules tenían en la Calle Lope de Vega, antaño llamada calle "Cantaranas", por ser parte de la zona encharcada de las tierras de los monjes Jerónimos (zona que hoy identificamos como "barrio de las letras"). Se constituyó en ese lugar una comunidad de religiosos para poder estar próximos al noviciado de las Hijas de la Caridad (apodado como "El Real Noviciado") que se encontraba en la calle San Agustín. En esta casa, el P. José María se dedicará principalmente a la formación académica y espiritual de las novicias, así como a la atención religiosa de toda la Comunidad, formada, además de por las jóvenes estudiantes, por las superioras y las propias formadoras de la propia Casa.

Era un completo enamorado de Dios que sabía como nadie encontrar la humanidad y divinidad entre los marginados y despreciados del mundo, aquellos que se topaba por las calles de la capital de España. Era hombre un bueno, pero no se quedaba ahí sino que cumplía, encarnado en el mundo y en el dicho de "a Dios rogando y con el mazo dando". Comprometido social sí, pero acompañado esto de rodillas y codos gastados en la capilla. Por su fama de místico y piadoso fue designado por sus superiores para la atención de las religiosas en materia de confesión y dirección espiritual, así como en la transmisión de la propia espiritualidad que brota de las vidas de San Vicente y Santa Luisa, materializada en la Regla de la que a día de hoy aún beben estas Congregaciones.

Además de las tareas puramente sacerdotales se le fueron añadiendo pequeños cargos de responsabilidad en el noviciado de las hermanas, donde fue formador primero y subdirector de la casa después. Hombre perspicaz y precavido, durante la  persecución religiosa al inicio de la guerra civil, hizo verdaderos esfuerzos por tratar de salvar a todas las religiosas y novicias que le fue posible, sacándolas poco a poco y de forma sigilosa y discreta hacia lugares más seguros de la ciudad. Cuando los republicanos tomaron la casa del noviciado y se la encontraron prácticamente vacía, enseguida supieron quiénes habían organizado la evasión: el Padre José María y Sor Justa, la hermana visitadora. Ambos pagaron aquella "osadía" con sus propias vidas.

El 23 de octubre de 1936 fue llevado a Vallecas, donde murió martirizado cuando contaba con sesenta y un años de edad. No será hasta el año 1960 cuando se ponga de manera firme sobre la mesa la idea de abrir las causas de los mártires de la "familia vicenciana", dándose este paso con ocasión de la celebración del tercer centenario de la muerte de los fundadores. La fase diocesana del proceso fue remitida a la Santa Sede en el año 2006 y tres años después tuvo lugar la presentación de "la Positio" que pasó con visto bueno todos los filtros, incluido el de los consultores teológicos. Con la firma del Papa Francisco este pasado día 23, podemos decir que ha terminado un buen tramo del camino de reconocimiento público y solemne de la Iglesia, que reconoce que con sus vidas testigos de Jesucristo Resucitado.

San Vicente de Paúl advertía a los postulantes que para entrar en la Congregación había que hacerlo ya con el deseo de sufrir siendo mártires; sin duda, el Padre Jose María encarnó a la perfección el carisma vicenciano, que no es otro que el del cristiano de vedad.

Tendremos pues, ya, un nuevo intercesor que desde el cielo abogue por Asturias; un motivo más para dar gracias a Dios porque "ha estado grande con nosotros, y estamos alegres".

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