(Iglesia de Asturias) Entrevista a las hermanas Carmen Trejo, Postuladora de la Causa de beatificación de Luis Ormières, y Petra Donoso, Coordinadora de la beatificación.
¿Cuándo comenzó la causa de beatificación del Padre Ormières, fundador de las religiosas del Santo Ángel?
Carmen: En 1954. El proceso diocesano se hizo en Oviedo, y lo llevó a cabo una hermana que ya ha fallecido. Al finalizar, el Papa le promulgó Venerable. Después de aquello, pasaron varios años y no tuvimos un milagro para avanzar.
Entonces tuvo lugar la enfermedad de la hermana Celina Sánchez del Río.
Carmen: Sí, pero tuvimos que esperar cinco años para tener la certeza de que su cáncer se había curado. A partir de ese momento, los médicos que la habían tratado nos dieron un informe sobre la enfermedad y la curación inexplicable, y yo lo llevé a Roma.
¿Qué sucede a partir de ese momento?
Carmen: Entregué el informe en la Congregación para las Causas de los Santos, y comenzó un estudio. Suele lleva mucho tiempo porque es muy minucioso. Primero lo estudian dos médicos, que dan un informe. Después, una Junta médica, compuesta por siete médicos especialistas vuelve a estudiarlo y en nuestro caso, por unanimidad, aprobaron que el hecho de la curación del cáncer de la hermana Celina Sánchez del Río no se podía explicar ni científica ni clínicamente.
El padre Ormiéres falleció en Gijón con fama de santidad entre la gente. ¿Cómo era?
Carmen: Un hombre muy sencillo: esa era una de sus principales características. Un hombre que entregó su vida para hacer verdaderos discípulos de Cristo, y eso fue lo que quiso que nos moviera como religiosas del Ángel de la Guarda. Que fuéramos ángeles visibles en la realidad en la que nos movíamos.
Petra: Era un hombre entrañable, que no dejaba pasar ninguna necesidad sin que él no intentara acercarse y poner solución. No pasaba de largo ante las personas, se detenía ante ellas, porque no hacía distinciones. De hecho, en Gijón muchos obreros hablaban con cariño de él, y es que, en el siglo XIX las clases sociales estaban muy arraigadas, había muchas diferencias, y no era común que se tratara con el mismo cariño y respeto a la gente más humilde.
¿Cómo surgió su vocación de educador?
Carmen: El padre Ormières se comportaba así porque le brotaba de su experiencia de Dios. Era un hombre contemplativo, que sabía mirar la realidad desde Dios y, desde esa mirada, sabía descubrir las grandes necesidades. En la realidad de su tiempo, después de la revolución francesa, había una gran necesidad entre los niños del campo y el estado no tenía suficientes escuelas para todos, así que decidió dar respuesta a esa realidad.
¿Qué documentos especiales se conservan del padre Ormières?
Carmen: Era un apasionado de la palabra y conservamos una gran biblioteca, especialmente abundante para aquellos años, que se encuentra en la casa madre, en Francia. Elaboró un documento que nosotras llamamos “La cuna” o “El espíritu de la Casa”, donde vamos descubriendo en él cómo va reflexionando sobre la vida y sobre citas concretas de la Biblia. Hoy, ese documento es fundamental en nuestra espiritualidad y nuestro carisma.
¿Se reciben muchos favores relacionados con el padre Ormiéres en la Postulación?
Carmen: Sí, recibimos, pero no llegan a la categoría de milagro. Sin embargo, yo tengo mucha fe y esperanza de que el Señor realice algún milagro por intercesión del padre Ormières para llegar a su canonización. Vale la pena conocerle, es un gran ejemplo para la Iglesia y para los sacerdotes.
¿Cuál es el mensaje que nos deja el padre Ormières?
Petra: Que desde lo pequeño, lo ordinario, se puede vivir el Evangelio. Su ejemplo es el de un sacerdote sencillo que no se creaba necesidades y vivía austeramente. Era feliz con la Palabra de Dios y el encuentro con los necesitados.
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