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lunes, 13 de marzo de 2017

El sacramento de la alegría


Escribe Benito Gallego Casado, Deán y Penitenciario de la Catedral de Oviedo

La Cuaresma es un tiempo especialmente oportuno para acercarnos a recibir el sacramento de la reconciliación. Es un medio formidable para descubrir a Cristo como mysterium pietatis, en el que Dios nos muestra su corazón misericordioso y nos reconcilia plenamente consigo. En este tiempo de preparación para la Pascua, la Iglesia, Madre y Maestra, nos recuerda la necesidad de la Confesión sacramental, para que todos podamos vivir la Resurrección de Cristo no sólo en la liturgia, sino también en nuestra propia vida.

El perdón de los pecados pertenece a los artículos de fe que profesamos en el Credo. Sólo Dios, justo y misericordioso, tiene poder para perdonar los pecados. Jesús nos lo hace notar…, durante su vida terrena llama a la conversión y perdona a los pecadores arrepentidos. Y el primer regalo que hace a su Iglesia el día de su resurrección es el poder perdonar en su nombre; “Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonéis lo pecados, les serán perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. Recordamos que el modo ordinario de obtener el perdón de los pecados graves es la Confesión sacramental. La Iglesia nos recomienda que nos confesemos con frecuencia, también de los pecados veniales; pero debemos hacerlo, al menos una vez al año, en peligro de muerte y si queremos comulgar.
Nos viene bien a todos recordar lo que nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica, pero especialmente a los sacerdotes: “Cuando celebra el Sacramento de la Penitencia, el sacerdote ejerce el ministerio del Buen Pastor que busca la oveja perdida, el del Buen Samaritano que cura las heridas; del Padre que espera al hijo pródigo y lo acoge a su vuelta; del Justo Juez que no hace acepción de personas y cuyo juicio es a la vez justo y misericordioso. En una palabra, el sacerdote es el signo y el instrumento del amor misericordioso con el pecador” (CIC., 1465). No debemos olvidar, como nos recuerda el Papa Francisco, que “la misericordia es el corazón del Evangelio”. Y con estas disposiciones, el confesor perdona en nombre de Cristo.
También recordamos los actos del penitente: Examen de conciencia; arrepentimiento (propósito de la enmienda); confesión (concisa, concreta, clara y completa); satisfaccióno cumplimiento de la penitencia.
Así, el sacramento de la reconciliación, efectivamente, se convierte en el Sacramento de la alegría, porque alguien alejado de la Casa Paterna por el pecado, vuelve a la amistad con Dios y con los hermanos por la absolución sacramental.

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