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martes, 7 de febrero de 2017

La vida consagrada, ante la incertidumbre: ¡confianza!. Por Rodrigo Huerta Migoya


1. Crisis vocacional . Dios llama pero...

La situación de la vida consagrada en España pasa en estos momentos por una situación ciertamente difícil, a la edad avanzada de sus miembros (no muy diferente de la del clero secular) hay que añadir una crisis vocacional aún mayor que la de los sacerdotes. La realidad se ha ido echando encima, pues aunque era notorio que la vida religiosa estaba mal, nunca pudimos imaginar que con tanta prontitud veríamos los estragos de tan advertido como temido “tsunami”. Los últimos números hablan del cierre de un monasterio al mes en lo referente a la vida no activa, aunque en la vida activa están igual o peor. El Papa Francisco en lo referente a esta cuestión, comentaba hace unos días que “Estamos ante una hemorragia que debilita la vida consagrada y la vida de la misma Iglesia”. A los fallecimientos y la edad hay que sumar los abandonos, que sólo en la vida religiosa rondan los 2.300 miembros al año.

2. re-estructuración, fusiones y los laicos

Los religiosos que no son de clausura (vida activa) están actualizando, también como pueden, las presencias de su familia religiosa en función del personal que tienen, de las vocaciones con las que cuentan y de cara al futuro que les espera.

Ya se están viviendo la fusión de congregaciones o ramas de una orden con un carisma y espiritualidad común como solución “in extremis”. Otra meta que se busca, es la formación de una rama laical que pueda seguir manteniendo vivo el carisma propio de esas familias religiosas en aquellos lugares donde no se pueda mantener su presencia.

3. “Vultvm Dei Querere”

¿Qué comporta este documento recientemente publicado?. Esta Constitución del Papa Francisco para los monasterio femeninos de Clausura, supone una actualización de la vida consagrada, en especial desde una muy detallada actualización conciliar.

La última constitución (vigente hasta ésta) era de Pío XII, la llamada “Sponsa Christi” (1950); un documento ciertamente brillante por el cual tantas consagradas se han venido guiando a lo largo de los años; más dada la marcada transformación de la vida consagrada, enriquecida en el tiempo con documentos conciliares como “Lumen Gentium” y el decreto “Perfectae Caritatis” (1965), y, como no, por las propias conclusiones del Sínodo Extraordinario, resumidas por el Santo Padre San Juan Pablo II en la Exhortación postsinodal “Vita Consacrata” (1996). Estos dos hitos citados, más la evidencia de unos retos actuales muy diferentes a los que las contemplativas de los años cincuenta tenían ante sus ojos, requería de una nueva hoja de ruta del camino para una clausura del siglo XXI. Clausura qué, aunque presente en este siglo, no puede dejarse arrastrar por él, pues el siglo o el mundo, como siempre han llamado a las monjas al exterior, lo cual no dejará nunca de ser un contratiempo para el que se afana en buscar el rostro de Dios. Dicho de forma más clara, se perfilan y actualizan detalles, pero lo principal de esta vocación siempre será invariable.

Podría citar muchos detalles: discernimiento vocacional, formación, elección del modelo de clausura, obligatoriedad de que los monasterios estén federados, uso de los medios de comunicación ... aunque, sin duda, el punto que más ha dado que hablar es el hecho de que se importen vocaciones extranjeras con el único fin de mantener los conventos.

4. Apuesta por nuevas congregaciones o ¿Como salvar los monasterio?

En muchas diócesis españolas tratan de reponer los huecos que las congregaciones y órdenes van dejando libres, con nuevas familias religiosas de poca presencia aún en nuestro país. No es lo mismo repoblar un convento de tres “jerónimas” nonagenarias con tres chicas venteañeras de la India; eso tiene mal futuro. Ahora bien, traer una nueva congregación donde no se busque sólo mantener, sino abrir nuevos caminos, es algo muy diferente.

Son muchas las nuevas congregaciones aún desconocidas para nosotros, pero las cuales se van abriendo camino ya en nuestro país cubriendo vacios dolorosos. Es muy triste cerrar una casa religiosa, pero más aún que esta acabe siendo un hotel, un museo o una casa de cultura.

5. Solución: volver al amor primero, Dar Testimonio de Jesucristo y Vivir confiados

¿Hay solución para esta crisis? Creo que sí, aunque lo de la vida religiosa es sólo un reflejo de nuestra realidad. Mientras sigamos las pautas de una “sociedad líquida” (como diría Bauman) atada a lo fugaz y lo temporal, no valoraremos lo eterno a lo que todos estamos llamados. Toca que cada familia religiosa revise cuál fue el carisma que el Espíritu Santo regaló a sus fundadores. Toca dar testimonio del Señor, que se note la alegría de los consagrados para que los demás se interroguen sobre el secreto de sus sonrisas. Y toca, por supuesto, vivir confiados; dejar en manos del Señor todas nuestras empresas (Prov 16,3). Que no falte la oración, y si hay que cerrar, ahí está la frase de Arrupe: “el último que cierre la puerta”.

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