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jueves, 9 de febrero de 2017

Carta semanal del Sr. Arzobispo


Labios de Dios en la boca de los pobres

Siempre nos dejará una sana mala conciencia ese gesto solidario de Jesús, cuando proclamó su cercanía con aquellos que por tantos motivos quedaban y quedarán excluidos de nuestros foros y de nuestros forros: tuve hambre, estuve desnudo, en la cárcel, enfermo… y vinisteis a mi encuentro con un abrazo samaritano y fraterno. Es el célebre discurso que nos recoge el evangelio de San Mateo (25, 35-45), y que provocó la extrañeza de aquellos discípulos del círculo más íntimo de Jesús, como quien se encuentra incómodo por una velada acusación del Maestro. A lo cual añadirá el Señor: cada vez que lo hicisteis o dejasteis de hacer con uno de estos mis pequeños hermanos, así me sentí tratado por vosotros.

El hambre de los hombres es el hambre del mismo Dios. Y como celebramos cada año, el segundo domingo de febrero está dedicado a esa campaña que desde hace más de sesenta años se plantea como compromiso de la comunidad cristiana. Es la que organiza Manos Unidas con su conocida Campaña contra el Hambre como respuesta a una llamada de la Comunidad Internacional a unir esfuerzos y acabar con esa lacra en el mundo. Así comenzó en el año 1955 por parte de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas cuando declararon la guerra al hambre, según la expresión que entonces acuñaron aquellas intrépidas y valientes mujeres cristianas que desde ese momento plantaron cara a ese resumen de injusticias que representa siempre el hambre.

Han pasado estos más de sesenta años y estamos asistiendo a lo que San Juan Pablo II denominó «la paradoja de la abundancia»: es el hecho de que a pesar de producir lo suficiente para alimentar a casi el doble de la población mundial actual, sigue habiendo 800 millones de personas a las que se niega el derecho fundamental a alimentarse, hasta morir de inanición particularmente las personas más vulnerables como son los pobres en general y los niños en particular.

La organización de Manos Unidas es una ONG de la Iglesia Católica en España tiene como objetivo principal disminuir el hambre en el mundo y reforzar el derecho a la alimentación de las personas más pobres y vulnerables del planeta, fijándose en las personas que sufren la falta de seguridad alimentaria y en las causas que la provocan. Trabaja en estas tres direcciones en las que se compromete en nombre de Jesús y su evangelio: en primer lugar acompañar a las personas más empobrecidas del planeta reforzando el derecho a la alimentación de los pequeños productores; luego, contribuir al cambio denunciando las situaciones injustas y proponiendo sistemas alimentarios más justos; y por último, educar y sensibilizar para lograr una vida solidaria basada en la defensa de la dignidad de las personas.

Nuestro mundo insolidario hace que los poderosos tengan miedo de los pobres viendo en ellos una amenaza para su opulencia y para su blindada seguridad. Sin embargo, como dice el lema de este año en Manos Unidas, “el mundo no necesita más comida, sino gente más comprometida”, porque efectivamente un tercio de nuestros alimentos acaba en la basura mientras más de ochocientos millones de personas siguen pasando hambre en el mundo. Todo un reclamo para decir en voz alta y para comprometernos de veras lo que Jesús nos dejó como gesto de credibilidad cristiana: tuve hambre y me disteis de comer. Porque el reproche o la gratitud de los labios de Dios se nos acerca a través de las bocas de los pobres con los que Él se hermanó, haciendo suyo el clamor de los últimos que encontró lugar en su propio Corazón.



+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

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