Con estas palabras terminaba su columna un conocido periodista que nos invitaba a responder esta pregunta que yo como osado o imprudente intentaré , y entre otros motivos porque yo también estas Navidades aireé a través de mi “blog” la necesidad de comunicar la Buena Noticia que no es otra que la del Amor, la del Amor de un Dios que se hace hombre para ayudarnos, para salvarnos, y que aunque el contenido, lo esencial y básico siempre es lo mismo, tiene la particularidad que cada año se carga de mensaje, matices o circunstancias - y esto desde hace dos mil dieciséis años- que la hacen casi nueva, diferente. Este año empezó con un preámbulo trágico, atentado de Berlín ; continuó con la masacre de Estambul, finalizó con cabalgatas de Reyes vigiladas en todo el mundo, en España , pero con el amor reforzado y la esperanza viva que proclama :”Gloria a Dios en los cielos y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”.
Dentro de la novedad que trae siempre la Navidad y de las múltiples vivencias que uno experimenta, hoy quiero compartir con vosotros dos que demuestran que esta época del año a nadie deja indiferente, sea cual sea su credo, su estilo de vida y es que ya decía Clarín, allá por 1878 : “¿Qué persona medianamente instruida no sabe que es absurdo pretender dar un golpe de mano sobre la conciencia de los pueblos? Y es que algo o mucho de reflexión se impone, se necesita, cuando hay quien cambia o quiere cambiar los “farolillos de las Cabalgatas”, por “farolillos de la reivindicación, del todo vale…” .
La primera de esas vivencias tiene toque docente, escolar, y es que los alumnos de 1º de Bachiller , el pasado día 22 , me invitaron a ver el Belén que habían hecho , sin mucha decoración, austero, pero cargado de creatividad. En la mesa del profesor habían puesto un muñeco de Coca Cola, de movimientos rítmicos, robotizados y detrás unos botes de Coca-Cola, personalizados con los nombres de José y María, y en un pupitre del fondo del aula, el tradicional Belén con su misterio, sus reyes magos, pastores, pero que tenía la particularidad de haberlo construido con cáscaras de huevo. Durante la visita un alumno iba explicando las intenciones del Belén, y al indicarle la originalidad de los botes personalizados – ignoraba que últimamente el marketing de Coca Cola rotulaba los botes con nombre de persona- me respondió que tuvo que recorrer varias medianas superficies para hacerse con los nombres de María y José. ¿Sera casualidad o indicará algo? ¿Habrá más compras de botes de José y María que la fábrica a producir? Sea la razón que sea, algo indica. Que cada uno interprete.
Esta Navidad aún me deparaba otra sorpresa, otra vivencia que quiero compartir con vosotros y que demuestra que afortunadamente el termómetro del amor, del agradecimiento aún cotiza en la cesta de la compra y ocurrió de la siguiente manera. El día de Nochebuena, por la mañana, mientras esperaba mi turno en un pequeño local, entró un señor, de mi edad, de esos que ahora llaman jóvenes mayores, se hizo a un lado con una pequeña bolsa de plástico, mientras esperaba que los demás fuéramos atendidos , cuando llegó mi turno– yo era el último de la cola- y al sospechar que su intención era entregar el paquete , le cedí el turno. Esperé que intercambiara palabras con el operario, y al concluir se despidió con un rotundo “Feliz Navidad”. El empleado asombrado no podía dar crédito a lo que pasaba y me decía que esa persona , pensionista de menos de 400 euros, le había regalado esa botella de “Freixenet”, para agradecerle las molestias que se tomaba al tramitarle algún que otro papel. Me comento que su gasto fijo era el alquiler de su cama y que se alimentaba en los comedores de beneficencia, y que su conducta no le permitía pedir.
Mis ojos se salían de las órbitas al comprobar que hay personas que desde la extrema pobreza, desde la casi indigencia tienen la dignidad y humildad de ser agradecido y demostrarlo una fría mañana de Nochebuena. Este episodio ha estado y está presente en mi cabeza y me plantea si son más agradecidos los humildes, los sin nada, que los poderosos, los que creen que todo se lo deben únicamente a sí mismos, y es que en este mundo que vivimos la soberbia domina y en todos ámbitos sociales.
Una vez más la Navidad me ha hecho evidente aquellas palabras del agnóstico Ortega cuando decía que “si Dios se hizo hombre es que es lo más importante que se puede ser”, pero siempre que actuemos como tal y es aquí donde creo que todos podemos hacer más, pues la epidemia de indiferencia que nos azota nos impide alzar la mirada, levantar el vuelo y peligra la supervivencia del ser humano. Hace ya más de cuatrocientos años la pastora Marcela nos dijo que : “ La honra y las virtudes son los adornos del alma, sin los cuales el cuerpo, aunque lo sea, no debe parecernos hermoso…”
He intentado dar respuesta a la pregunta formulada y nuevamente tuve que acudir a Cervantes. Dentro de los propósitos para este año propongo a los lectores leer o releer El Quijote. Será de inestimable ayuda. En ciento cuarenta y cuatro días, a capítulo diario, se acaba. Un saludo
Dentro de la novedad que trae siempre la Navidad y de las múltiples vivencias que uno experimenta, hoy quiero compartir con vosotros dos que demuestran que esta época del año a nadie deja indiferente, sea cual sea su credo, su estilo de vida y es que ya decía Clarín, allá por 1878 : “¿Qué persona medianamente instruida no sabe que es absurdo pretender dar un golpe de mano sobre la conciencia de los pueblos? Y es que algo o mucho de reflexión se impone, se necesita, cuando hay quien cambia o quiere cambiar los “farolillos de las Cabalgatas”, por “farolillos de la reivindicación, del todo vale…” .
La primera de esas vivencias tiene toque docente, escolar, y es que los alumnos de 1º de Bachiller , el pasado día 22 , me invitaron a ver el Belén que habían hecho , sin mucha decoración, austero, pero cargado de creatividad. En la mesa del profesor habían puesto un muñeco de Coca Cola, de movimientos rítmicos, robotizados y detrás unos botes de Coca-Cola, personalizados con los nombres de José y María, y en un pupitre del fondo del aula, el tradicional Belén con su misterio, sus reyes magos, pastores, pero que tenía la particularidad de haberlo construido con cáscaras de huevo. Durante la visita un alumno iba explicando las intenciones del Belén, y al indicarle la originalidad de los botes personalizados – ignoraba que últimamente el marketing de Coca Cola rotulaba los botes con nombre de persona- me respondió que tuvo que recorrer varias medianas superficies para hacerse con los nombres de María y José. ¿Sera casualidad o indicará algo? ¿Habrá más compras de botes de José y María que la fábrica a producir? Sea la razón que sea, algo indica. Que cada uno interprete.
Esta Navidad aún me deparaba otra sorpresa, otra vivencia que quiero compartir con vosotros y que demuestra que afortunadamente el termómetro del amor, del agradecimiento aún cotiza en la cesta de la compra y ocurrió de la siguiente manera. El día de Nochebuena, por la mañana, mientras esperaba mi turno en un pequeño local, entró un señor, de mi edad, de esos que ahora llaman jóvenes mayores, se hizo a un lado con una pequeña bolsa de plástico, mientras esperaba que los demás fuéramos atendidos , cuando llegó mi turno– yo era el último de la cola- y al sospechar que su intención era entregar el paquete , le cedí el turno. Esperé que intercambiara palabras con el operario, y al concluir se despidió con un rotundo “Feliz Navidad”. El empleado asombrado no podía dar crédito a lo que pasaba y me decía que esa persona , pensionista de menos de 400 euros, le había regalado esa botella de “Freixenet”, para agradecerle las molestias que se tomaba al tramitarle algún que otro papel. Me comento que su gasto fijo era el alquiler de su cama y que se alimentaba en los comedores de beneficencia, y que su conducta no le permitía pedir.
Mis ojos se salían de las órbitas al comprobar que hay personas que desde la extrema pobreza, desde la casi indigencia tienen la dignidad y humildad de ser agradecido y demostrarlo una fría mañana de Nochebuena. Este episodio ha estado y está presente en mi cabeza y me plantea si son más agradecidos los humildes, los sin nada, que los poderosos, los que creen que todo se lo deben únicamente a sí mismos, y es que en este mundo que vivimos la soberbia domina y en todos ámbitos sociales.
Una vez más la Navidad me ha hecho evidente aquellas palabras del agnóstico Ortega cuando decía que “si Dios se hizo hombre es que es lo más importante que se puede ser”, pero siempre que actuemos como tal y es aquí donde creo que todos podemos hacer más, pues la epidemia de indiferencia que nos azota nos impide alzar la mirada, levantar el vuelo y peligra la supervivencia del ser humano. Hace ya más de cuatrocientos años la pastora Marcela nos dijo que : “ La honra y las virtudes son los adornos del alma, sin los cuales el cuerpo, aunque lo sea, no debe parecernos hermoso…”
He intentado dar respuesta a la pregunta formulada y nuevamente tuve que acudir a Cervantes. Dentro de los propósitos para este año propongo a los lectores leer o releer El Quijote. Será de inestimable ayuda. En ciento cuarenta y cuatro días, a capítulo diario, se acaba. Un saludo
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