Jorge González Guadalix
¡Vaya mezcolanza, padre! Pos sí, que me ha dado por ahí, ya saben. Cosas mías.
Hace un rato he bañado al buenazo de Socio. La verdad es que no le gusta, hasta el punto que se lo huele y sabe esconderse haciendo uso de sus conocimientos geométricos innatos: es decir, que se mete bajo la cama en el punto geométrico exacto donde no lo puedo atrapar por parte alguna.
Es de buen conformar. Así que sale despacito de la cama y se deja. No le gusta, pero acepta lo inevitable y además hasta con una dosis de perruna resignación. Tras el baño hacemos un ritual que hoy me hacía pensar mucho en esta víspera de la Navidad, cuando estamos casi a punto de cenar en familia.
Lo saco del baño, lo envuelvo en una gruesa toalla y nos vamos a una butaca. Es curioso, envuelto en esa toalla, echado sobre mis rodillas, Socio, tras el baño, se puede pasar tiempo y tiempo. Está relajado, feliz, en paz, confiado.
En esta noche santa veía a Socio tan relajado y confiado sobre mis rodillas que, una vez más, me ha venido a la cabeza y al corazón el salmo 130 (131): “
Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad;
sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre.
Pues ya ven, me he permitido rezar varias veces el salmo cambiando un poco las palabras: acallo y modero mis deseos como el Socio en mis rodillas.
En esta noche santa siento que necesito acudir al portal, abandonar toda altanería, mirarme en los ojos de Jesús y aprender de Socio esa confianza en aquel que te cuida, te quiere y ha dado la vida por ti.
Yo, Señor, esta noche, y siempre, como Socio: fiarme del todo de ti, acurrucarme a tus pies, dejarme llenar de tu vida y tu misterio. Confiar. Tú sabrás, Señor. Tú sabrás.
Feliz Navidad. Me largo a casa a preparar la cena. He quedado en un rato con mi compañero para rezar juntos las vísperas de la Navidad y compartir mesa y mantel. Los dos. Dos sacerdotes, dos hermanos, dos amigos. Con Socio. Qué caramba, que es Navidad y algo bueno le caerá, que es perro, pero no tonto y sabe apreciar perfectamente un buen trozo de jamón.
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