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lunes, 14 de noviembre de 2016
Los que nos une es más importante que lo que nos separa. Por Silverio Rodriguez Zapico
Estos días pasados ha dado comienzo en Lund y Malmö la conmemoración conjunta luterana-católica de los quinientos años de la Reforma Luterana que se prologará a lo largo de todo 2017. El papa Francisco, con uno de sus gestos, esta vez de gran calado ecuménico, ha viajado a Suecia para tomar parte en los actos.
Una conmemoración conjunta. No es la primera vez en la historia que se conmemora este hecho. Hubo otros en 1971 (Relación de Malta),1985 (Justificación por la fe), 2009 (Curitiba), pero en esta ocasión superó a todos los anteriores en cuanto al clima y la dimensión conciliadora. Es de destacar el respeto, el entendimiento y la coordinación (colaboración) entre luteranos y católicos. El término “conmemoración”, según el Diccionario de la RAE, es un recuerdo solemne que se actualiza cuando se celebra. Para algunos rigoristas católicos “actualizar” aquello que sucedió hace quinientos años sería grave, por tanto no hay nada que celebrar y la presencia del Papa en Suecia durante estos días estaría de más. Pero el papa Francisco que no se arredra ante nada, pone de relieve con su palabra, su sonrisa y sobre todo sus gestos que lo que realmente se celebra y conmemora es el “evangelio de Jesucristo”. Suecia ha sido una fiesta –una fiesta cristológica– porque no se trata de centrarse en las cenizas, sino en propagar la llama.
Carácter ecuménico del V centenario de la Reforma. Movimientos de reforma de la Iglesia ya había habido en siglos anteriores a Lutero en el ámbito de la Iglesia que clamaba por una conversión y reorientación de una herencia medieval muy desviada. Personas y movimientos trataron de reformar la Iglesia: Francisco de Asís, Pedro Valdo, Jan Hus, John Wyclif, Erasmo. En España, Cisneros y Alcalá de Henares, Carranza…Ninguno de estos reformadores, incluido Lutero, trataban de destruir la Iglesia ni tampoco de reinventarla sino que lo suyo era lo que hoy llamaríamos un reset: volver a configurar, ir al inicio, a la esencia primitiva…
Lo original de esta Conmemoración. Lo más original de la conmemoración de este V Centenario será “reformarse y no re-inventarse” (“la Iglesia siempre en reforma”, dice el adagio). Desde el concilio Vaticano II “reformarse” es clave para la vida. San Juan XXIII aportó términos que pasaron ya a ser de uso continuo y normal: aggiornamento, renovación, ecumenismo… La continuación y progreso de la línea conciliar por parte de Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI debe tenerse muy en cuenta. Se hace ahora necesario poner el foco en la conversión de las Iglesias con una llamada muy fuerte a ella. No sólo personal, sino eclesial. No deja de ser original el lema: “Del conflicto a la comunión”que aleja la acritud, el pasado de injurias de parte y parte, y sitúa en un horizonte de esperanza. Ya llevamos no pocos años de diálogo ecuménico entre católicos y protestantes y eso se va notando en la superación de diferencias, creciente clima de confianza y logro de acuerdos en puntos importantes. Y finalmente originalidad remarcable es que queremos conmemorarlo juntos y no cada Iglesia por su parte. El cardenal W. Kasper dice que “no es una fiesta para estar confortablemente juntos, sino para hacer avanzar nuestra unión como cristianos. No se trata de coexistir, sino convivir y salir al encuentro”. El papa Francisco tiene voluntad de reforma.
¿Cómo podemos compartir la conmemoración de este año? Los retos. Una feliz coincidencia y continuidad con el año jubilar de la Misericordia –a punto de concluir– y con su lema “Misericordiosos como el Padre”bien pudiera ser el gran telón de fondo, siempre que la misericordia no conllevara la falsa superioridad de “mirar desde arriba a personas y situaciones”. Que los que decimos “vivir siguiendo a Cristo” traduzcamos ese seguimiento en actitudes de respeto a la persona y su dignidad en este duro escenario de desigualdad, violencia y guerras. Acostumbra a decirse refiriéndose a cualquier empresa humana que “mejor hacer todos un poco a que uno solo tenga que hacerlo todo”. Eso nos suele ocurrir cuando pensamos que en temas ecuménicos “solo cabe esperar que Roma lo haga todo. Urge hacer lo que se debe a nivel local antes que la Iglesia universal lo asuma”. Reto también para los teólogos serán las cuestiones aún pendientes como son la doctrina sobre la eucaristía, los ministerios o la comprensión de la Iglesia.
Los quinientos años de Reforma luterana les parecen a muchos agotadoras brazadas de náufrago que nunca alcanza la orilla. Pero los cincuenta años del Vaticano II, pasito a pasito, han puesto de relieve que la diaconía nos une mucho y que “el movimiento ecuménicono tiene marcha atrás” (papa Francisco).
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