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martes, 11 de octubre de 2016

Lecturas: BENEDICTO XVI, "Últimas conversaciones con Peter Seewald"



(La Puerta de Damasco)

No es el primer libro de entrevistas realizadas por el periodista Peter Seewald al papa Benedicto XVI. Ya antes habían salido “La sal de la tierra”, “Dios y el mundo” y “Luz del mundo”. El título habla de “últimas conversaciones”. Lo de “últimas” no deja de llamarme la atención. En cierto modo, son las “últimas” conversaciones, porque son las más recientes, pero no necesariamente son las finales y definitivas. Nada impide al papa conceder alguna otra entrevista. Todavía no está muerto, sino vivo y muy lúcido.

El libro, editado por Mensajero, tiene 309 páginas. Y todas ellas merecen la pena ser leídas. La obra está estructurada en tres partes: “Las campanas de Roma”, “Historia de un servicio” y “El Papa que escribió sobre Jesús”.

La primera parte aborda lo que, sin duda, pasará a la historia de la Iglesia: La renuncia de un papa en la época reciente. Creo que es una sección del libro que clarifica muchas cosas pero que, a la vez, plantea ciertos interrogantes. Clarifica que lo que ha sido se corresponde con lo que, en su día, Benedicto XVI dijo que era. Una renuncia voluntaria, sin presiones de ningún tipo, sino una decisión tomada con la plena conciencia de que un papa no solo ha de “ser” o “estar”, sino que también ha de “actuar”. Y para actuar se necesita tener energía física y moral.

Pero este acontecimiento – la renuncia - , muy poco frecuente, genera preguntas: ¿Qué relación se establece entre identidad – lo que uno es – y función – lo que uno hace –? No está muy lejos lo que somos de lo que hacemos. Nuestras acciones nos definen. Es verdad que el papado es un oficio que se desempeña, pero el oficio marca el ser; en cierto modo, para siempre.

El “pontificado” no es un sacramento. El papa es el obispo de Roma. Pero resulta evidente que ser obispo de Roma es algo singular, que no es comparable del todo con ser el obispo de otra sede. La razón es bastante clara: El obispo de Roma es el sucesor de Pedro y el pastor de la Iglesia universal. Eso no se puede decir de ningún otro obispo.

Creo que se abre un campo interesantísimo de investigación para los eclesiólogos y los canonistas: ¿Qué significa ser obispo “emérito” y, sobre todo, qué significa ser “papa emérito”? ¿Hasta qué punto la función desempeñada no marca para siempre la identidad de quien la ha desempeñado?

La segunda parte, “Historia de un siervo”, es un recorrido por la vida de J. Ratzinger-Benedicto XVI. Y este itinerario pone de relieve la continuidad y la coherencia de la biografía de Benedicto XVI. Se ha mantenido fiel a sí mismo: A su modo de ser, a su pasión por la teología, a su conciencia y a su sentido de la responsabilidad. Él dice que, en su obra teológica, no ha habido “saltos”, sí desarrollos. Lo mismo se puede decir de su vida.

La tercera parte, “El papa que escribió sobre Jesús”, explica por qué un papa en ejercicio consideró importante escribir tres volúmenes sobre Jesús: “si no conocemos a Jesús, la Iglesia está acabada”. Y añade: “el método histórico no nos prohíbe la fe” (p. 253).

De la lectura del libro surge – o se refuerza – una imagen del papa Benedicto muy convincente: Sin duda es el papa más moderno que hemos tenido en los tiempos recientes. Pero en él la modernidad no se opone a la fe, sino que empuja a la fe a ahondar en sus razones y en sus propuestas. Un papa de lo esencial, que quiere mantener abierto el acceso a Jesucristo para que la Iglesia sea lo que ha de ser, el “pequeño rebaño” del Señor.

En algún punto del libro se desliza algún error. Por ejemplo, en la página 210, donde creo que se confunde la Congregación para la Doctrina de la Fe con la Congregación para la Educación Católica. Pero la memoria, salvo la de Dios, es frágil. Y este error puede corregirse en futuras ediciones.

Los católicos – y la humanidad en general – hemos tenido y, de momento, seguimos teniendo, el privilegio de contar con el papa Benedicto XVI. Un hombre excepcional, fuera de lo común, pero a la vez una persona humilde de la que siempre se aprende.

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