La Santa Iglesia Catedral de Oviedo destaca entre los más célebres templos del mundo. La historia de su construcción nos ofrece un espléndido testimonio de piedad de los reyes astures. De todos es sabido, según se lee en los venerables Oficios de su Dedicación, que fue levantada por el Rey Fruela, después de derrotar a los sarraceno s, siendo su hijo Alfonso quien llevó a cabo la ampliación de sus edificaciones, la enriqueció con rentas y donaciones y la honró con grandes privilegios, hasta el punto de que el nombre de su fundador ha quedado indeleblemente vinculado al de esta Santa Iglesia. Este católico Rey hizo levantar doce altares a honra de los Santos Apóstoles, y, en la medida de sus posibilidades, restauró el orden gótico, según había estado vigente en épocas pasadas en la ciudad de Toledo; por todo ello, esta Iglesia Catedral merece el título de Real y se ve adornada con el de Basílica.
El mismo Rey, lleno de piedad, después de construir esta Iglesia, hizo traer a ella, según venerable tradición, desde el Monsacro, en el siglo IX, un arca repleta de reliquias de muchos Santos, acompañado de numerosa comitiva de obispos, clérigos y pueblo fiel, entre las mayores muestras de veneración, para colocarlas en el altar y Capilla de San Miguel. Los cristianos acuden de todo el mundo a visitar y venerar estas Sagradas Reliquias, proclamando las gracias que nuestro Señor Jesucristo concede a quienes le sirven.
Entre las principales reliquias de la Cámara Santa, han de enumerarse sobre todo las que pertenecieron al Salvador del mundo, como son espinas de su Corona, el Santísimo Leño de la Cruz y, eminente también por la singularidad, el famoso y muy venerado Sudario, del que san Juan refiere en su Evangelio que estuvo colocado sobre la cabeza del Señor, así como los venerables cuerpos y reliquias de muchos Santos Mártires. En 1989 S.S. Juan Pablo II oró devotamente ante todas estas reliquias.
También ha de hacerse mención de la preciosa cruz de oro, que se dice ser artificio labrado por ángeles, y de otra cruz, que se denomina «de la Victoria», que se venera con la mayor reverencia como el símbolo de toda la Diócesis.
Los Romanos Pontífices han enriquecido ininterrumpidamente con innumerables privilegios de Jubileo a esta Santa Catedral. En virtud de ellos, anualmente, los fieles pueden lucrar Indulgencia Plenaria en la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz y en el Octavario subsiguiente.
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