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viernes, 9 de septiembre de 2016

Carta semanal del Sr. Arzobispo

Hemos dejado atrás los quehaceres y calores del verano que se va retirando, y nos asomamos a un nuevo curso que llama a las puertas de nuestras agendas. Aquí en Asturias ese comienzo va de la mano de la festividad entrañable de nuestra Santina de Covadonga. En este año hemos mirado a la Virgen desde la misericordia, como la puerta que nos permite llegar al corazón de Dios. Así hemos celebrado la novena a la Santina un año más. Cumplimos con este gesto que mueve a toda Asturias para subir desde nuestras parroquias, comunidades y familias hasta la Santa Cueva donde encendemos los cirios de nuestras plegarias y echamos a volar nuestra esperanza ante la mirada de la Virgen que nos acoge y acompaña.

Pasa irremediable el tiempo que nos ha ido trayendo año tras año en estos días hasta ese rincón tan especialmente querido por los asturianos, corazón de nuestra historia, de nuestra cultura y de nuestra fe. Y pasa delante de nosotros todo eso que narra lo vivido en estos doce últimos meses: situaciones y momentos que hacen que no subamos allí sin más por una inercia piadosa y siendo todos un año más viejos. Vamos con la mochila del alma cargada de nombres que deletreamos ante la Santina, y llevamos también el fardo de nuestros pesares de todo cuanto nos agobia. Celebrar esta fiesta de la Virgen de Covadonga para comenzar nuestro curso pastoral, mientras peregrinamos física o espiritualmente a su Santuario con las circunstancias que ponemos ante María para que interceda cuando nos abruman con su peso, nos apagan con su penumbra o ponen a prueba nuestra confianza ante tantos desafíos.

Es una peregrinación que volvemos a hacer como quien estrena una ocasión por vez primera, allegándonos a ese rincón tan bello en su naturaleza con los bosques y cumbres que nos presiden, tan cargado de historia en los siglos que nos contemplan, tan lleno de fe sencilla y sincera que hemos recibido de nuestros mayores. Allí y así invocamos a la Santina de Covadonga como Madre de misericordia, por tratarse de un año a ella dedicado desde que lo convocó el Santo Padre el papa Francisco.

Un año especial para algo extraordinario, que sin embargo es tan cotidiano que sucede todos los días. Dios nos quiere y nos espera, sale a nuestro encuentro con latidos de ternura. No es el gendarme que nos vigila para multarnos, ni el extraño que nos ignora y para el que nunca contamos. La misericordia es el nombre de Dios, lo que mejor expresa la entraña de su Corazón. Pero ese nombre tiene unos apellidos que nos ha confiado compartiendo lo que en su corazón palpita de veras: las actitudes y expresiones de un amor que se hace concreto. Sobre estas obras de misericordia hemos reflexionado en la novena junto a la Santa Cueva, viéndolas cumplidas en María. Son las obras de misericordia que en el espíritu de nuestros sentimientos más nobles y en el cuerpo de nuestras intemperies todas, están testimoniando que hemos sido abrazados por Dios, porque Él nos esperaba a nuestra vuelta de todos nuestros devaneos pródigos, para introducirnos en la casa encendida de su propio hogar en el que siempre organiza una fiesta cuando vuelve un hijo perdido.

Así, con el gozo de un reencuentro con lo cotidiano de un curso que ya apunta maneras, con el respeto que nos genera querer hacer las cosas bien buscando que Dios sea glorificado y bendecidos los hermanos, bajo la mirada de María, nuestra Santina de Covadonga, damos comienzo a la andadura de un nuevo año. Que Ella nos acompañe y nos bendiga.

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