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viernes, 26 de agosto de 2016

Todo cambia menos la vida. Sobre el nuevo enfoque pastoral de la Fiesta de Santa Isabel de Lugones. Por Rodrigo Huerta Migoya

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En el verano de 2010 se llevo a cabo desde la Parroquia una importante actualización del sentido y origen de la Fiesta de “Santa Isabel”, cuyo fin nunca fue otro que el de recuperar y transmitir el enfoque cristiano de una celebración que presentaba ciertas lagunas de identidad, hasta el punto de desconocer muchos qué imagen era la que procesionaba, por no recordar otros despropósitos en torno a la talla del santo patrón que salieron a relucir sin otro fin que el de hacer “la gracia”, desde la tontería de su supuesto “travestismo” el día de la Fiesta por falta de la imagen de la santa. Por ello, en dicho año se decidió adquirir la imagen de Santa Isabel (no existía -la única que salía era la Virgen María-) que fue bendecida solemnemente en la Eucaristía del día de la fiesta y a cuyo sufragio ayudó significativamente la propia Sociedad de Festejos de Santa Isabel.

Se busco también darle otro matiz especial a la procesión, de forma que para pequeños y grandes sirviera de catequesis viva del acontecimiento bíblico que rememora nuestra celebración. Así, se fue dando forma y contenido a una procesión donde todos aportan su grano de arena en una fiesta de todos y para todos: el Coro al inicio, con ese canto de “Siempre que digo madre”, el grupo de baile “La Sidrina” que presenta “el ramu” y porta las imágenes, las mujeres de la parroquia que cantan la salve, las chicas en estado de buenaesperanza que son bendecidas tras El Encuentro, la traca de Ángel “el gallegu” que resalta el momento, la megafonía de exteriores que nos facilita Roberto, los niños con la Cruz y los ciriales, y así un largo etc. de participación y colaboración de todos.

Parece ser que hasta 1934 había imagen de la Virgen y había igualmente imagen de Santa Isabel, mas no sabemos cómo eran. Quizás estaban las dos figuras abrazadas en la misma talla, como ocurre en nuestra vecina parroquia de Tiñana, o como tenemos ahora, las dos efigies por separado; más lo que es seguro, es que las había. Con la reconstrucción del templo tras su completa destrucción en la guerra civil, se establecen las necesidades principales, y aunque hubo fieles que pedían que hubiera esto o lo otro, Don Leandro, primer Párroco de postguerra y encargado de la reconstrucción, dejo claro que lo primero era lo primero y más adelante lo que se pudiera. Con este criterio y con muy poco dinero se optó por comprar la imagen de nuestra Señora de la Visitación, y más adelante, cuando hubiera dinero, las demás. Don Leandro fallece al poco y le sucede Don Justo, que está poco tiempo en la Parroquia, y, cuando En 1944 llega Don Jesús García a Lugones, no había ni siquiera imagen del titular, por lo que Santa Isabel volvió a pasar a la “sala de espera”.

Viene después la moda iconoclasta del postconcilio, con su impronta de que los santos y las devociones populares estaban demás, y es en este contexto donde se va creando un total desapego de algunos curas y fieles hacia lo que toda la vida había sido y ahora parecía estar de más. Ya no se hacen novenas, procesiones, ni se cuenta a los niños las vidas de los santos, pues se considera algo del pasado; entonces las cuestiones de fe inician otros derroteros. Pasan los años así y el viento se va llevando lo que quedaba. “La Visitación de María a Santa Isabel” se simplificó en “Santa Isabel”, y, “Santa Isabel”, pasó a ser una fiesta más pagana que religiosa. Pero pese a todo hay que recordar que antes de llegar a esta realidad, ésta era la principal fiesta religiosa de un pueblecito asturiano cerca de Oviedo llamado Lugones. Negar su esencia religiosa o reducir los días festivos a “La Ruta” o las verbenas es olvidar aquél pueblo y nuestros ancestros que con su fe y sus trabajos y esfuerzos nos legaron lo que somos.

Cuando en Agosto de 2010 llega a la Parroquia la imagen de la Santa desde su fábrica de Valencia, se aclararon las dudas existentes de que si La Virgen, si la Santa, si con corona o con manto... Aún así, no está de más una catequesis recordatoria: Una, es la santa, de nombre Isabel (prima de la Virgen María), esposa de Zacarías y madre de Juan (el Bautista, primo de 2º de Jesús) y otra es la Virgen de las vírgenes, María Santísima, madre de Jesús y esposa de San José. En el pasaje que recuerda el encuentro y que motiva la fiesta, ambas estaban en estado de “buenaesperanza” de sus vástagos. 

Dada la situación antedicha de las dos primas, la cosa pedía también un testimonio vivo y esperanzado de ese “Encuentro”, ya que Santa Isabel es Patrona de las madres gestantes, y así aquel año el primer niño bendecido en vientre de su madre fue el pequeño Alberto, luego vinieron Cayetana, Nerea… y otros anónimos que corretean sanos y felices por ahí, bajo la protección de Santa Isabel y la mirada maternal de María. Este año invitamos también y esperamos a todas las madres gestantes que quieran recibir la bendición de María e Isabel para sus venideros retoños.

Muchas plataformas, asociaciones y congregaciones religiosas se han volcado en los últimos años de forma muy especial con este sensible tema de la familia y la vida. En nuestra Diócesis, sin ir más lejos, se estrenó en Gijón en Abril de 2010 una Casa de Acogida para madres gestantes sin recursos en “La Guía”, donde, casualmente, una de sus primeras “acogidas” fue una chica enviada allí por la Parroquia de Lugones, y hoy felizmente madre de un hermoso niño. En la catedral de Guadix (Granada) su nuevo obispo incorporó recientemente esta bendición de las embarazadas, y el cardenal de Valencia la ha instituido este año dirigiendo a las mujeres presentes estas hermosas palabras: “Sois promotoras y defensoras de la vida, cooperadoras de Dios en la obra de la Creación, signos del amor de Dios, que da vida, y partícipes de la fecundidad divina mediante el sacrificio”. La Eucaristía, al conmemorar la muerte y resurrección de Jesús por amor a toda la humanidad, “es un sí a la vida, como vuestra decisión de llevar adelante la maternidad es también un sí a la vida”.

Que nunca menospreciemos una bendición que es el “bien decir” de de Jesús hacia lo que amamos, comenzando por la vida de los que esperamos y que siempre se presenta de forma inocente y pura.

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