Me lo comentaba el otro día una amiga que vive fuera, a la salida de misa diaria de ocho en mi parroquia, de la siguiente forma: ¿es justo que seis curas estén en una sola parroquia de Madrid, cuando en muchos sitios de Españahay un solo cura para seis parroquias e incluso más?
La pregunta me dio mucho que pensar, aunque mi primera reacción fue simplemente estar de acuerdo con lo que planteaba. Pero luego, sopesándolo, me di cuenta de que el problema no es tan sencillo y es muy aventurado tomar una posición así.
Desde luego poner en cuestión la comodidad que supone estar en una parroquia abarrotada de gente y trabajo pastoral, mientras la mayoría de parroquias están escasas de feligreses además de envejecidas, es poner el dedo en la llaga donde más escuece.
En muchas de las diócesis españolas es moneda corriente ver sacerdotes cada vez más atareados en pastorear ellos solos un desproporcionado número de parroquias que a duras penas pueden atender. Escasean las vocaciones pero se intenta mantener el mismo número de iglesias funcionando, y en consecuencia hay más trabajo que hacer, pero cada vez hay menos operarios para hacerlo, lo que resulta en un pluriempleo clerical que en mi opinión muchas veces roza el heroísmo.
Vista esta situación, ¿hasta qué punto tiene derecho una comunidad a crecer y “engordar” si alrededor suyo hay tanta necesidad? ¿No estará siendo como el rico Epulón del evangelio de este domingo, que tenía a Lázaro a su puerta comiendo de las migajas de lo que caía de su mesa?
La situación no es fácil, y se intenta paliar como se puede. Diócesis comoMadrid y Toledo, ceden sacerdotes a otras diócesis en España e incluso en el mundo entero. Yo he conocido sacerdotes de Madrid trabajando en elBronx en Nueva York, y de Toledo han salido muchos sacerdotes misioneros a Perú, auspiciados por el bueno de Don Marcelo, que tenía muy claro que a él le sobraban los seminaristas y los curas comparado con otros que andaban muy escasos de ellos.
Otro ejemplo meritorio y edificante es el de Monseñor Gea, colaborador de esta casa, que liberado de sus obligaciones pastorales en España por su jubilación, utiliza tan loablemente su retiro en irse de misiones allende de los mares, en vez de disfrutar de un merecido retiro.
Pero el problema sigue estando ahí, por más que haya gente admirable dispuesta a salir de su diócesis o de su barrio, y llegar hasta donde sea, pues recordemos que la cuestión no es un problema de los curas, sino de losobispos que tienen que decidir quién va a cada parroquia.
Tengo más de un amigo cura rondando los cuarenta años, que se siente cada vez agobiado por la multitud de parroquias y cargos diocesanos que tiene que atender, dejándose lo mejor de su juventud en ir de un pueblo a otro a atender a sus ovejas, sin poder hacer una labor de evangelización de los de fuera, inmerso en la labor de mantener lo que ya hay.
Ante esta situación, hay muchas soluciones posibles. Comentaba en otro post cómo en Hallifax, Canadá, el arzobispo había decido cerrar tres parroquias que flojeaban, venderlas y construir una nueva, para concentrar fuerzas con el P. James Mallon como párroco.
Es una solución más factible en las grandes urbes que en los medios rurales dispersos y es parecida a lo que la fuerza de los hechos está imponiendo a muchos monasterios y órdenes religiosas: ante la falta de vocaciones y disminución de efectivos, cerrar pequeñas comunidades, reagrupándolas en comunidades más grandes que se puedan sostener y alentar. Así la práctica sacramental se mantendría, pero se repartiría, digamos, de una manera más eficiente.
Pero el problema se puede mirar de otra manera, por aquello de “porque a todo el que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia. Al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.” (Mt 24,25), pero que nadie entienda con eso que digo que los curas que están solos, lo están porque son malos administradores.
Lo que quiero decir, es que en tiempos de crisis, el agrupar fuerzas y hacer crecer un vergel donde la gente se sienta animada e impulsada, es bueno. Es algo así como lo que pasa en Lerma, donde el hecho de que haya tantas monjas jóvenes atrae a otras jóvenes. No es el único caso, pero es un buen ejemplo.
Que una parroquia tenga muchos curas, si están a lo que hay que estar, puede ser una bendición, y no tenemos por qué pensar que es un agravio comparativo para quienes están solos en otros lugares. Entre otras cosas porque el Señor es el dueño de la viña y es justo, paga su salario a cada cual, y es problema de Él si luego quiere pagar a todos la misma generosa medida, y pone a cada cual a trabajar en lo que a Él como dueño de la viña, le convien.
Así que en conclusión, al final pienso que las comparaciones son odiosas, y que bendito sea Dios si en una parroquia hay muchos curas….ahora bien, “a quien mucho se le da, mucho se le pedirá”; con grandes dones, viene una gran responsabilidad.
Personalmente me resulta sorprendente el poco empuje misionero que tienen las parroquias de éxito. No es el modelo que he visto en ciertas comunidades, movimientos y en otras iglesias. El problema, que daría para otro post, es que las parroquias están diseñadas y pensadas para elmantenimiento, y en el fondo todo cura es feliz de pensar que tiene la parroquia llena y nada en su formación le ha enseñado a salir afuera, a multiplicarse, a esparcir la semilla…eso se deja a los movimientos y a las órdenes religiosas.
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