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jueves, 16 de junio de 2016
Gestos y posturas corporales en misa. Por Jorge Glez. Guadalix
Ayer alguien me preguntaba por las diferentes posturas que hay que mantener en la misa. La respuesta no tiene mayor complicación, aunque en la práctica veamos las posibilidades más llamativas.
Decir que sobre la celebración de la santa misa según el misal de Pablo VI, hay dos documentos que entiendo fundamentales. Uno es la “Instrucción general del misal romano”, y el otro la instrucción “Redemptionis Sacramentum”. No son documentos excesivamente largos, y además no tienen nada de farragosos. Se entiende todo perfectamente.
En concreto, sobre las posturas de los fieles en la celebración de la eucaristía, hay que leerse el número 43 de la Instrucción general del misal romano que lo explica perfectamente. Otra cosa es que también en este punto se hayan ido colando pequeños vicios que al final resulta muy difícil extirpar (que no imposible).
No son cosa baladí los gestos y posturas corporales, porque el ser comunidad también requiere que en lo externo se viva una cierta uniformidad. Por eso que cada cual se siente o levante cuando le plazca, responda o no según sus apetencias o entre y salga de la misa cuando quiera no deja de ser una forma de despreciar el sentido de la celebración. Ser comunidad también en se nota en la unanimidad de los gestos externos.
Esto dice exactamente la Instrucción general del misal romano sobre gestos y posturas corporales:
43. Los fieles están de pie desde el principio del canto de entrada, o bien, desde cuando el sacerdote se dirige al altar, hasta la colecta inclusive; al canto del Aleluya antes del Evangelio; durante la proclamación del Evangelio; mientras se hacen la profesión de fe y la oración universal; además desde la invitación Oren, hermanos, antes de la oración sobre las ofrendas, hasta el final de la Misa, excepto lo que se dice más abajo.
En cambio, estarán sentados mientras se proclaman las lecturas antes del Evangelio y el salmo responsorial; durante la homilía y mientras se hace la preparación de los dones para el ofertorio; también, según las circunstancias, mientras se guarda el sagrado silencio después de la Comunión.
Por otra parte, estarán de rodillas, a no ser por causa de salud, por la estrechez del lugar, por el gran número de asistentes o que otras causas razonables lo impidan, durante la consagración. Pero los que no se arrodillen para la consagración, que hagan inclinación profunda mientras el sacerdote hace la genuflexión después de la consagración.
¿Vicios adquiridos? Básicamente dos.
Uno de ellos, el permanecer sentados hasta el inicio del prefacio, cuando el pueblo debe levantarse en el “orad hermanos para que este sacrificio…”. Sin embargo es muy fácil de arreglar. Basta en ese momento que el sacerdote haga un ligero gesto con la mano invitando a ponerse en pie y en pocas semanas la gente lo aprende.
El otro vicio, lo de no arrodillarse en la consagración. Lo que es un gesto de adoración, hay quien lo identifica como una humillación, y dicen que como tienen la dignidad de hijos que de arrodillarse nada. Pues qué bien. Tan vicio que hay parroquias que carecen de reclinatorios. Debe ser que el párroco es tan democrático que prohíbe arrodillarse por sus narices. Las cosas de la libertad. Este tiene peor arreglo. Porque los que se quedan de pie por ignorancia aprenden y sin problemas. Lo malo son los que han decidido que no se arrodillan “por principio". En esto las religiosas “modernas” son irreductibles: antes muertas que de rodillas.
Sobre vicios y errores en la celebración, a veces sin mala voluntad, la lectura de la instrucción “Redemptionis Sacramentum” no tiene precio.
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