El mes de Junio tiene tono enrojecido, lo iniciamos con San Justino y lo terminamos con los Santos Protomártires de la Iglesia romana. De rojo a rojo y estando en el centro, o mejor dicho, entre fecha y fecha, tenemos la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, al que los cristianos dedicamos todo el mes.
Parece que hoy vivimos una notable recuperación en el cuidado y atención de esta devoción y otras significativas, tan denostadas y marginadas años atrás: la Consagración de España al Corazón de Cristo en el Cerro de los Ángeles, la Beatificación de Bernardo de Hoyos en Valladolid o la declaración de la Iglesia que fuera de los Jesuitas en Toledo como santuario diocesano de los Sagrados Corazones, han sido aliciente para iniciar el retorno del Corazón del Señor al lugar que le corresponde en nuestra patria, parroquias y en nuestras casas.
A veces hemos minusvalorado equivocadamente esta devoción al tener sin fundamentos y por "fantasía de beatas" la representación de Jesucristo señalándonos su pecho, cuando la misma escritura insiste de forma constante en este tema hasta en cerca de mil ocasiones. En palabras de Jesús: dónde está tu tesoro, allí está tú corazón (Mt 6,1).
En este año de la Miseriordia seguimos contemplando la acogida del Padre al hijo, tan bellamente expresado en el "logo" oficial realizado para esta ocasión. Igualmente, el Sagrado Corazón llama a la acogida con sus manos, con sus gestos y su mirada que traduce su mismo sentir: "compasión" (del griego con-pazós -sentir con/pasión; padecer/con...el hermano-).
Su costado abierto es Puerta Santa, fuente bautismal que borra el pecado; Santa Pasión que nos conforta y comienzo de la vida nueva que se nos fue dada por su muerte aceptada. ¿Como no va a cantar la Iglesia la gloria de Dios en liturgia tan señalada? No se concibe ser católico y no ser devoto del Sacratísimo Corazón de nuestro Salvador, pues es aquí donde cobran sentido las palabras de San Juan: ``Hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en él´´(1Jn 4,16).
Jesús vivo, vive en los pobres, en los sacerdotes y, ante todo, en el Sagrario, "donde nos ama y habla", como diría el Beato Manuel Gonzalez. ¿Cuántas veces al día nos topamos con el Maestro pudiendo sentir su latido por esa herida de la lanza por el que nos invita a entrar y hacer morada en él?
¿Cuántos corazones se han parado, podrido, enfriado, petrificado, deshumanizado, por olvidarse de Él?... Que María, Madre que todo lo custodia en su interior, presente a su Hijo las inquietudes que no cesan de interrogarnos en nuestro propio interior para que Él las responda y las llene.
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