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martes, 19 de abril de 2016

Nueva evangelización: Tenemos que cambiar el “chip”. Por Guillermo Juan Morado



Si me pongo a definir qué es eso del “chip”, me pierdo un poco. Al parecer, se trata de una “pequeña pieza de material semiconductor que contiene múltiples circuitos integrados con los que se realizan numerosas funciones en computadoras y dispositivos electrónicos”.

Da igual. “Cambiar el chip” es, sin entrar en detalles, cambiar el esquema. San Juan Pablo II decía de la nueva evangelización:” Nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión” (Haití, 1983).

Hace falta una evangelización “nueva”. Que no es nada raro, sino que equivale a tomar en serio el desafío que, hoy, supone el anuncio del Evangelio.

En un país como el nuestro, España, esa urgencia es obvia. No tiene sentido, por ejemplo, hacer un cálculo de las parroquias según el número teórico de habitantes que, supuestamente, las pueblan. No. No es así. Un territorio, un barrio de una ciudad, no es, sin más, una parroquia.

Una parroquia es una comunidad de fieles, no de vecinos. Es verdad que, con más o menos fieles, la parroquia ha de ser misionera, y ha de intentar llegar a todos los que habitan la zona. Pero un catastro de un barrio no define, sin más, lo que es una parroquia.

Si no reconocemos la realidad, la evangelización no puede ser “nueva”. Porque la novedad viene de Dios. Y Dios no es amigo de componendas.

Me ceñiré a la Misa del domingo. A mi modo de ver, en cada parroquia debería celebrarse solo una vez la Santa Misa el domingo. No más de una vez. No más, al menos, si hubiese espacio para acoger, en esa única celebración, a todos los feligreses que deseasen participar en la misma.

Y si eso vale para el domingo, vale para todos los días. Una sola celebración de la Santa Misa, pero con la mayor participación posible de los fieles. No se trata de que cada fiel, individualmente, resuelva su “problema”. Sino de que, todos los fieles, celebren el domingo. O celebren, simplemente – que no es poco - la Santa Misa.

Mucho tenemos que aprender de los católicos que viven en zonas de persecución. Gracias a Dios, gozamos de una importante libertad de culto – y hasta de una cierta libertad religiosa - . Deberíamos aprovecharla.

Hoy, en una ciudad española, el que no va a Misa el domingo es, simplemente, porque no quiere ir. Y mejor nos iría, a todos, pastores y laicos, si nos convenciésemos de que, a veces, “menos es más”.

¿Un montón de celebraciones el domingo… ? No. Mejor, muchas menos – una por parroquia – pero absolutamente repletas de fieles. Al menos, así lo veo. Decididamente, hay que cambiar el “chip”.

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