Hace ya unas cuantas décadas que los jóvenes se han convertido en los dueños de la noche. Para nuestros abuelos siempre será algo extraño en su idea de vida ordenada, más nuestros padres, ninguna resistencia u oposición presentan ya a esta realidad cuando ellos mismos pasaron en la vida por esta etapa de “vampiros”.
Desde pre-adolescentes se les ve a los chicos cómo con ilusión van “estirando” la confianza de sus progenitores, y con ésta, el límite en la hora de regreso al hogar. La movida madrileña puso mucho énfasis en el valor de hacer vida a la luz de la luna, más hoy, la juventud es otra y la noche también.
En nuestro tiempo los jóvenes ya no salen a las cinco de la tarde el sábado, ahora se sale a las dos o a las tres de la mañana que es cuando la fiesta está empezando de verdad. Eso de las once, las doce o la una, ha pasado a la historia. Desde las tres a las cinco o seis que cierra la discoteca, se está de fiesta. Luego se pasa al “afther”, donde se va rematando la noche, y, como culmen y remate, algunos hasta desayunan su chocolate con churros antes de retornar a casa a descansar. Hacia las cuatro o cinco de la tarde despiertan y comen algo, cuando al domingo tan sólo le quedan ya unas pocas horas de vida.
Ante esta situación que por desgracia no es pasajera sino que va en aumento, se han empezado a estudiar y barajar en muchas parroquias de toda España la posibilidad de ofrecer a estos muchachos un horario más a la carta, por ser nada más y nada menos que los predilectos y el futuro de nuestras comunidades. En la Diócesis de Oviedo han sido los religiosos los pioneros en esta materia.
En Gijón empezaron los Padres Jesuitas en la Parroquia de la Inmaculada con gran éxito, pero como lo hacían los frailes y algo había que decir en contra, los diocesanos en vez de seguir ejemplo fueron más prácticos a la hora de salir al paso con la afirmación: Si yo tuviera un colegio en la Parroquia también me tiraría a la piscina con innovaciones así. Pero esa afirmación no se sostiene, da igual que haya colegio o no; el fin de semana, el verano, la Semana Santa y Navidad, los chicos están con sus padres, por lo que si van a misa será siempre por su propio pie y no obligados en fila india por ningún profesor.
En Oviedo los Padres Carmelitas y los Padres Claretianos no dudaron en apostar por este reto pastoral avalado con los frutos de la gran respuesta por parte de muchos muchachos de la ciudad, entre los cuáles se han formado grandes lazos de amistad y de verdadero sentir cristiano.
Finalmente, en Avilés, tras la llegada de Don Reinerio a Santo Tomás de Cantorbery, esta Parroquia se ha unido a este plan innovador, donde este sacerdote tuvo la brillante idea de instaurar la Misa Joven en la noche del sábado en la Iglesia vieja de Sabugo, ubicada en el corazón de la zona de vinos y “de marcha” de la Villa del Adelantado.
Paralelamente a estos éxitos, supuso también entre no poco clero y comunidades un profundo malestar la llamada “Misa Joven” en el Seminario el tercer domingo de cada mes, puesta a la misma hora y con el mismo enfoque que con tanto acierto y esfuerzo habían hecho muchas parroquias mucho antes la suya. Como eso era poco, ahora esa misa ya es semanal, lo que supone una cierta injerencia en la vida de las comunidades, que sólo se subsanará cuando se caiga en la cuenta de que la Pastoral Juvenil es una cosa y la Vocacional otra (que es el trasfondo de esa convocatoria) y que el Seminario no es una Parroquia, sino que está dentro de la jurisdicción de Una. Se genera un peligro serio cuando se intentan formar cristianos sin conciencia de comunidad, sin que tengan sentimiento de Parroquia, enriqueciéndola y enriqueciéndose con ella. Lo contrario provoca una casi “comercialización” del personal para la captación de los míos para lo mío, donde al final y para todo, son siempre los mismos, y donde el “nuevo” (que obviamente escasea) pasa casi a ser un “infiltrado”.
También me parecen excesivas adaptaciones “para jóvenes”: pascua joven, confesiones para jóvenes, vigilia para jóvenes, retiro para jóvenes...¿Y cuando dejen de ser jóvenes sabrán participar en aquella convocatoria eclesial que no tenga este adjetivo? Toda apuesta que acerque a los jóvenes es una bendición -lo hemos dicho al principio- pero que no falte el sentido común ni tampoco se atropelle a los mayores como si fueran los culpables de que el Evangelio parezca no tener gancho hoy. Falta coordinación, generosidad, humildad y eclesialidad; y sobran, sin duda, celos y “chiringuitos”.
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